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domingo,
22 de
abril de
2007 |
Opinión: Palermo y Palacio no jugarían en Tottenham
Lo peor que le puede pasar a la gente es acostumbrarse a vivir entre hechos de violencia. A esta altura de los acontecimientos ya no nos sorprende el accionar de las barras bravas en las canchas de fútbol. Pero lo más grave es que los que cobran para controlarlos hacen muy poco para cumplir con sus obligaciones. Como si estos hechos fueran fogoneados por los hombres de seguridad para cobrar el servicio adicional. Alguien está cometiendo errores o hace negocios mirando para otro lado. El presidente de River, José María Aguilar, admitió que le tiene miedo a la barra, que son 50 vándalos pero a pesar de que muchos dirigentes quieren dejar el cargo, él seguirá en su puesto.
Hay algo que no se puede dejar pasar. Los dirigentes mantienen a los vándalos a cambio de tareas especiales. Se llegó a esto porque muchos de los dirigentes son desprolijos y dejan flancos para aguantar las apretadas. Pero no sólo los dirigentes son los culpables. Tienen culpabilidad los jugadores, los técnicos y los representantes. La diferencia que tienen los barras de Europa con los argentinos es que en el viejo mundo no les pagan. Tal vez, manejen otros beneficios desde la tribuna pero no existe la protección económica de los dirigentes. Hace poco jugaron Tottenham frente a Chelsea, por la Copa Inglesa. Cuando terminó el partido dos hinchas de los locales ingresaron a la cancha y le metieron dos piñas a Frank Lampard. Las cámaras instaladas en la cancha identificaron a los agresores y se los entregaron a la policía. Ambos fueron suspendidos de por vida para ver a su equipo como local. Esto en la Argentina no ocurriría a pesar de tener algunas canchas excelentes sistemas para detectar a los violentos, hasta ahora, no han dado ningún resultado. ¿Por qué será? ¿No lo saben manejar o no les interesa conocer los resultados? Lo cierto es que los ingleses siempre dan la nota. Los hooligans, así llamados en ese país a los hinchas violentos, están entre rejas por jueces y policías que hacen cumplir a rajatabla las leyes. Y seguro que los dirigentes de Tottenham jamás contrarían a Palermo y Palacios, quienes visitaron en la cárcel de Ezeiza a Rafael Di Zeo, jefe de la hinchada de Boca, condenado a cumplir 4 años y tres meses de prisión por comprobadas pruebas de violencia en los estadios de fútbol y ser parte de una asociación ilícita.
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