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domingo,
22 de
abril de
2007 |
Bailar para vivir mejor
El baile está de moda. Más allá de los impulsos televisivos y mediáticos de las últimas épocas, la danza nació casi con la civilización misma y desde siempre sirvió como forma de expresión y reunión de los pueblos. Con el mismo espíritu de expresividad y regocijo, se reúnen dos veces por semana las mujeres que conforman el grupo de bailes de salón para mayores de 40 años. Esta novedosa propuesta que surge como una arista más de las actividades desarrolladas en Rosario por el Instituto de Bailes de Salón, tiene por objetivo ofrecer a aquellas mujeres mayores de 40 un espacio que proporcione una actividad gratificante y personalizada que involucre al cuerpo. “Casi todas las mujeres soñamos con bailar”, dice Julieta Dibidino, encargada de coordinar parte de estos grupos de baile. Y enseguida agrega que esto “tiene que ver con cambiar la mirada de algunos estigmas que se le cuelgan a la mujer una vez que pasa los 40”.
Dentro de esta institución, se desarrollaban actividades para personas desde los 2 años en adelante y con todas las variedades de estilos de danzas. “Nos empezó a pasar que venía gente más grande a preguntar qué actividad había para ellos y ahí nos dimos cuenta”, recuerda Dibidino y agrega: “teníamos un lugar para la niña que quiere bailar clásico, para la joven que quiere hacer hip hop pero no teníamos nada para este tipo de público”.
La idea fue entonces pensar en un programa integral donde pudieran coordinarse distintas disciplinas, para combinar lo mejor de cada estilo e incluir flamenco, ritmos latinos y pop y rocanrol. “Esto se liga también a la actividad social, implica poder divertirse en una fiesta y relacionarse de otras formas más placenteras de conectarse con uno mismo y con las otras personas”.
Desde este proyecto también se busca desterrar la idea de que bailar no es para todos. “La persona de 40 años puede también bailar y aprender y si bien hay gente que nace con más predisposición, cualquiera que tenga las ganas puede hacerlo”. “No existe el no sé bailar, es lo mismo que decir yo no sé hablar ingles y jamás tomé una clase”, apunta Dibidino. Este tipo de baile, habla de conectarse con el disfrute corporal desde lugares que dejen de lado los cánones tradicionales de belleza como el ser flaca y joven. “Aca bailamos y nos movemos todos, no importa el cuerpo que se tenga”, señala la profesora y agrega que “las posibilidades tienen que estar para todos”.
Cuerpo y mente
No son pocas las personas que advierten en el baile una forma más entretenida y menos rutinaria que el ejercicio físico. Sin embargo, la profesora advierte que esta actividad incluye un programa de abordaje físico y psíquico. “El baile tiene un proceso pedagógico y un complemento donde el cuerpo y la mente deben trabajar coordinados porque moverse físicamente genera movimiento interno y mas aún cuando no es algo mecánico de subir y bajar un brazo, sino que hablamos de poder decir algo y de poder tomar contacto, no es solo hacer gimnasia aunque acá también transpirás y movés los músculos”. Dibidino apunta también a que los 40 son una buena edad para seguir moviéndose y no anquilosarse.
Más allá de los zapatos de taco y las polleras para ensayar, bailar requiere una fina asociación motriz. “Hay que meterse en el baile, activar la mente y no sólo el cuerpo”, asegura la maestra. Las mujeres si bien tienen preferencias se enganchan por igual con la idea de bailar, sea el ritmo que sea. Y las actividades están programadas de manera que las clases sean dos veces a la semana para crear un hábito. La duración es de una hora y los horarios son flexibles para aquellas que trabajan o tienen que hacerse cargo de la familia.
Una vez que las mujeres empiezan a bailar están mucho mas contentas, al menos eso aseguran las responsables de este grupo que agregan además que las mujeres se sienten representadas en la actividad y están confiadas además porque saben que desde este espacio se apuesta a ellas y se las trata con respeto y con cariño. “Siempre me gustó bailar, pero primero no pude porque tuve hijos, después porque me casé, luego porque trabajaba y ahora al fin puedo hacerlo”, es la frase que más se repite entre el grupo de bailarinas que alborotan el salón y que no se detiene ni siquiera frente a las inclemencias climáticas que todavía aquejan a los rosarinos en esta época del año. Otros testimonios que se escuchan en el salón de baile relatan que las mujeres se conectan más con su lado femenino, que sienten que hacen una actividad gratificante y que al mismo tiempo, no se sienten exigidas. “Acá hubo gente que se animó a subirse al escenario, y eso equivale a mostrarse, frente a los amigos, frente a la familia, porque de eso se trata bailar, de sentirse bien y de poder demostrarlo”.
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