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sábado,
14 de
abril de
2007 |
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Café del Bajo
-Me duele el dolor del prójimo, pero es el mío un dolor casi ofensivo, porque aun cuando mi aflicción es genuina y procura comprender a ese que carga con la verdadera angustia, esta mía es una lejana y desdibujada imagen de aquella que agobia al otro. Mi dolor, por ello, es también irreverente, pues aun cuando hay en mí una pizca de verdadero sufrimiento, lo mío no es más que una imagen. Yo soy un simple espejo. Esto mío es compasión que no quiere formar parte de ese dolor inconmensurable, verdadero tormento que postra y hace agonizar a ese otro. Pero... ¿quién es él? Ese otro, al fin y al cabo soy yo, ese que fui, ese que soy o ese que seré. Por eso mismo mi dolor es un dolor interesado. ¿Me duele el dolor del otro o en realidad me duele ese dolor que tuve, que tengo o que tendré?
-Hoy estamos filósofos.
-Y al andar por tales pensamientos caigo en la cuenta de que no hay otro, ni hay yo. "Todos uno", dijo aquel maestro, aquel sabio perdido hoy en el espacio y en el tiempo. Ahora la comprendo: me duele el dolor del otro porque no hay otro, sino yo y no hay yo, sino otro. "Todos uno".
-Lo voy entendiendo.
-Necedad de necedades querer dividir lo indivisible. Allí precisamente está la causa del dolor, el pretender y creer que hay otro y que hay yo, que hay miles o millones de una y otra cosa. La verdad es que el destino de uno es el destino de todos, porque todos somos uno. ¿Hay acaso uno que se salve sino en todos?
-Intrincadas palabras las suyas, Candi, pero a poco que se mediten se comprenden.
-Esa salvación a la que aludo es una mera utopía, un absurda ilusión, una imagen apócrifa en el espejo de la vida, un ídolo de arcilla que desaparece en el momento trascendente de la existencia humana.
-Sí, así es en efecto.
-Comprendido esto, entiendo que, en efecto me duele el dolor de mi prójimo porque no soy yo, sino él, aunque él y tantos otros crean lo contrario.
-Y en efecto, casi todos creen lo contrario.
-Más sin embargo, ni quiero la figura ni la imagen reflejada. Es decir, ni quiero el dolor del otro, que soy yo, ni mi dolor que es el del otro. Por eso levanto a los cielos mi plegaria para que se haga realidad el pensamiento de aquel que aseguró que "toda la felicidad que la humanidad puede alcanzar, está, no en el placer, sino en el descanso del dolor". Yo sé de un lugar y de un tiempo en que una luz le dijo al ser acongojado: "No sufras más porque es shabat. Este es el día de reposo que no acabará nunca".
-Más sin embargo, como bien dijo el Dante: "Quien sabe de dolor, todo lo sabe".
-Precisamente, amigo mío, quien todo lo sabe, quien todo lo ha padecido, merece ese shabat, ese descanso del dolor para él o, lo que es lo mismo, para el otro, porque como dijo aquel maestro: "Todos uno".
Candi II |
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¿Está de acuerdo con que el gobierno tome partido por el sistema jubilatorio de reparto?
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"No se podía seguir defendiendo un sistema tramposo como la ley de lemas".
Jorge Obeid
Gobernador de Santa Fe
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