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 domingo, 18 de marzo de 2007  
Nicaragua, el volcán que se vuelve a encender
El triunfo electoral del sandinismo abre una nueva etapa en el país centroamericano. Pero la esperanza del cambio no está libre de interrogantes

Cuando estuve en Managua por primera vez, como Coordinadora del Taller Latinoamericano Universidad y Neoliberalismo, en enero del 2000, advertí y lo grité a quienes quisieron escucharlo, que sentía latir un volcán sandinista debajo de mis pies por todos lugares por los que andaba. Pero también vi que los que gozaron con la derrota y querían dar por cerrada la historia, le ponían una lápida sepulcral al sandinismo.

   Desde entonces hasta ahora, el Frente Sandinista de Liberación Nacional fue ganando posiciones en las sucesivas elecciones municipales y legislativas. Para las elecciones de 2006 las encuestas daban ganador al FSLN. Pero desde 1990, no resultaban muy creíbles. En aquel momento todas las encuestas daban ganador al Frente Sandinista. Sin embargo, la mayoría de los hombres y mujeres del pueblo, votó por la Unión Nacional Opositora (UNO).

   La UNO era una confusa alianza de partidos y organizaciones, montada y alentada por el gobierno de los Estados Unidos, con el apoyo del gran empresariado local, la ex Guardia Nacional, las fuerzas conservadoras y la oligarquía financiera. La derrota electoral del FSLN sobrevino después de diez años de una guerra de agresión contrarrevolucionaria que costó decenas de miles de muertos y mutilados, que atacó la construcción que el pueblo estaba levantando. Por eso hay testimonios que cuentan que el pueblo recibió el resultado de las elecciones con lágrimas en los ojos. Habían votado por el fin de la guerra, no en contra de la revolución sandinista.

   Ese fue el punto de inflexión de la historia de la Nicaragua reciente. Fue la puerta de entrada a la aplicación de políticas neoliberales, de tres períodos presidenciales corruptos, saqueadores del patrimonio nacional y desarticuladores de los avances de 10 años de gobierno sandinista desde julio de 1979.

   Esta vez las encuestas coincidieron con el resultado electoral. Dentro del patrimonio intangible de Nicaragua, existe un personaje nacido en la época colonial, denominado El Güegüense. Usa una máscara de español pero es un indio que engaña al colonizador. Ese es su atributo: mostrar una cosa y ser otra. Es un rasgo que está muy extendido y asumido por los nicaragüenses. Sin embargo también en eso el pueblo mostró crecimiento. Hizo lo que dijo que iba a hacer: votó mayoritariamente al sandinismo y le dio el triunfo.

   Esta vez ganó el FSLN con el nombre “Nicaragua unida triunfa” y con un nuevo color —rosadito— de sus banderas, gorros y camisetas, en lugar de la bandera que Sandino usara en la lucha contra los marines yanquis. Sin embargo el pueblo festejó con las banderas rojinegras que hacía flamear por miles en coches en movimiento, en edificios, en altas torres, en árboles, en techos y que había pintado en postes, casas, paredes, calles, carros, camisetas, todo un país rojinegro por donde se lo mire.

   El 5 de noviembre fue un día histórico; un nuevo eslabón entre los pueblos que eligen salir del neoliberalismo y tomar la rienda de la historia. El FSLN fue audaz en sus alianzas: con la jerarquía de la Iglesia Católica que había sido uno de sus más recalcitrantes opositores en los 80; con sectores empresariales, con iglesias evangélicas; con sectores de ex Guardias Nacionales que sostienen “la oligarquía botó a Somoza con ayuda de ustedes los sandinistas, y los botó a ustedes con ayuda nuestra; no ganamos, ni ustedes, ni nosotros los Contras, ganó la oligarquía”. Definió su enemigo en la oligarquía financiera local y transnacional. Quizás el gran juego de ingeniería electoral fue lograr en la Asamblea Nacional una reforma en la Ley Electoral que diera el triunfo a quien superara el 35% de los votos propios y distanciarse del segundo en más del 10%. La oposición cuestionó durante varios días el resultado a fin de acortar la distancia con el ganador. Daban por seguro que habría segunda vuelta.

   Sin embargo, esa noche, mientras el Supremo Tribunal Electoral había dado los resultados de apenas 6% de las mesas escrutadas, el pueblo salió a las calles a festejar.

   El FSLN ha tenido varias rupturas desde el momento de la derrota electoral de 1990. Algunas se mantienen. Numerosos cuadros sandinistas se apartaron de sus filas y de toda acción política y viven de sus negocios como grandes empresarios. Sin embargo Daniel Ortega siguió al frente de la organización contra viento y marea. En estos 15 años en que muchos se desalentaron y renegaron de la gesta revolucionaria, siguió recorriendo todo el país, cada aldea, tomando posiciones políticas, acordando o rompiendo alianzas hasta con liberales o conservadores, apoyando las protestas populares, poniéndose al frente de las luchas y alentándolas, como si hubiera tenido paciencia y claridad de que llegaría un día en que el proceso diera una vuelta en espiral de esas vueltas dialécticas que tiene la historia. Un grupo de cuadros históricos supieron ,en estos 15 años de políticas neoliberales, mantener organizado el partido y el Frente. Con esas herramientas hoy resulta más fácil que en cualquier otro caso desarrollar las formas de poder popular necesarias para instalar el proyecto de gobierno que fue votado por casi un 40% de la población.

   El 21 de febrero se cumplieron 73 años del asesinato de Sandino por la Guardia Nacional. Su figura se yergue en monumentos y se escucha gritar a voz en cuello: “Sandino vive”. El 8 de diciembre el pueblo de Managua fue a depositar una flor en la tumba de Carlos Fonseca, comandante de la Revolución Sandinista.

   El pasado está allí pisándoles los talones. Con ese pasado adentro, el futuro se abre esperanzador.



Irma Antognazzi es historiadora. Dirige el Grupo de Trabajo Hacer la Historia.
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Regreso al poder. Daniel Ortega, el presidente nicaraguense.

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