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domingo,
18 de
marzo de
2007 |
Contar las historias ausentes
Los periodistas Jorge Cadús y Facundo Toscanini rastrean las huellas de la dictadura en "Un tiempo ayer ceniza"
El poema es de Jorge Boccanera y comienza así: “Yo no soy y soy ninguna parte./ Yo no puedo y lo que puedo es nada./ Yo no estoy./ Apenas una sílaba pero en verdad más nada,/ un tiempo ayer, ceniza,/ viento por todas partes, no entro ni salgo, yo/ no digo buenas noches, no beso, no utilizo sombrero./ Porque jamás y soy ninguna parte”. Los periodistas Jorge Cadús (Venado Tuerto, 1969; vive en Alcorta) y Facundo Toscanini (Rosario, 1983) lo eligieron como epígrafe para “Un tiempo ayer ceniza. Historias de la dictadura en el sur de la provincia de Santa Fe” y allí se cifra un rasgo central del libro: su decisión de romper un silencio que duró mucho tiempo, tanto que hizo pensar que más allá no había ninguna palabra, ninguna historia.
“En los pueblos el silencio pesa bastante —dice Jorge Cadús—. Yo me enteré que en Alcorta había habido un pibe, Víctor Hugo Fina, que militó en el Ejército Revolucionario del Pueblo y fue fusilado en Rosario recién cuando tenía 24, 25 años. Son historias que están ausentes: más allá de los cuerpos de los militantes, hay un tiempo desaparecido, por lo menos de los discursos y de los relatos”.
“Un tiempo ayer ceniza” fue publicado por la Editorial Municipal de Rosario, después de haber ganado el segundo premio en el rubro no ficción del Concurso “Ciudad de Rosario”, realizado el año pasado. “Empezamos a buscar las historias de Alcorta, después encontramos historias en Carreras, en Melincué, en Máximo Paz, y descubrimos que habían sido igualmente ninguneadas. Más allá de este silencio, que es la marca principal que dejó la dictadura en los pueblos del sur de la provincia, empezamos a buscar qué otras huellas fueron quedando y para nuestra sorpresa nos encontramos que el modelo del monocultivo sojero, que pegó tan fuerte en la zona, nace en 1976”, agrega Cadús. Y redondea: “Son cuestiones que siguen vigentes y nos importan porque el ejercicio del periodismo tiene que ver con preguntarnos por qué estamos como estamos”.
Alcorta, Máximo Paz, Santa Teresa, Carreras, Elortondo y Melincué son los pueblos en cuya historia oculta se internan los autores de “Un tiempo ayer ceniza”. El conflicto limítrofe que enfrentó a las dos primeras localidades en los inicios de la dictadura es uno de los ejes principales del relato, que se abre en 1973 y recurre a numerosas fuentes documentales y al testimonio de personalidades como Juan Gelman, Osvaldo Bayer, Darwinia Gallichio, Envar El Kadri y Norberto Galasso, entre otras. Pero las voces más importantes en la reconstrucción del pasado son las de los testigos y los familiares de las víctimas, para muchos de los cuales aceptar una entrevista fue también romper un silencio, el que cargaban las propias historias; y también están los testimonios de aquellos que colaboraron con la dictadura, como Odilio Broto, ex presidente comunal de Máximo Paz, y el sacerdote Juan Ríos.
El primer registro que tuvo Facundo Toscanini de la dictadura militar fue una conversación con su padre. “Me dijo «mirá, a vos te bautizó Juan Ríos; era el cura que estaba en Máximo Paz y tuvo complicidades con los militares»”. Era la punta de un ovillo. “Ríos marcó un antes y un después en el pueblo —explica—. Todos los lazos de socialización que había entonces se empiezan a resquebrajar; el brazo fuerte de la dictadura se hace sentir con la presencia de un sacerdote”.
Toscanini buscó a Ríos (luego capellán del Ejército y actualmente en funciones en Villa Constitución) y lo entrevistó para el libro. “Fue interesante escuchar de su boca lo que hoy en día sigue reivindicando, que se trató de una guerra, que había que combatir la violencia, porque no era evangélica ni cristiana y que él era el enviado de Dios a Máximo Paz y por eso hizo las cosas que hizo, como denunciar gente, meterse en las reuniones donde la población discutía sus cuestiones para dividir y para señalar a mano alzada”.
Cadús destaca que “en las localidades que pudimos testear las intervenciones comunales estuvieron armadas con gente de los pueblos, incluso con personas que venían siendo autoridades en el período constitucional anterior. La red de complicidad civil de la que participaron miembros de segunda y tercera línea de casi todos los partidos políticos existió en todos los pueblos. En Alcorta se dio el caso excepcional de que se nombrara a un suboficial de Marina, Natalio Alberto Bruzzo, que si bien era oriundo de Alcorta llega para ocupar la intervención y actúa como un director regional”.
Las huellas de personajes como Bruzzo o el sacerdote Ríos persisten. “Son figuras que resquebrajan y marcan a los pueblos hasta hoy. Todo lo que en ese momento se podía vislumbrar como construcciones colectivas, con cierta fuerza, se fue desmembrando con la llegada de la dictadura”, dice Toscanini.
Odilio Broto “nos dijo que formar parte de un gobierno revolucionario en ese momento era muy común —recuerda Toscanini—. Se reconocía muy amigo del gobernador Desimoni. Su postura es que asumió la responsabilidad que le tocó en ese momento. Hay testimonios que lo señalan incluso como delator, de gente que tuvo que presentarse en Santa Fe y a la que defendía la propia policía del pueblo, porque los conocían como vecinos”
Otra de las historias reveladoras del libro transcurre en mayo de 1977, en Elortondo. “Para nosotros fue un anticipo del mundial 78 —dice Cadús—: la misma noche que la familia Baronio está velando a su hijo Alberto, asesinado por el Ejército en Zárate, todo el pueblo festeja la llegada de Miguel Angel Cuello, que había sido campeón mundial de box unos días antes. Mientras esa familia velaba a su hijo, la caravana de recepción a Cuello llegaba de Elortondo a Melincué”.
La publicación del libro ya provoca efectos. “Se acercó mucha gente para contar testimonios e historias —señala Cadús—. Todavía no se rompió el silencio porque en general la gente pide el anonimato, y se complica, porque hay pocos documentos de época y tenés que cruzar muchos testimonios para armar una sola historia”.
“Un tiempo ayer ceniza” es un libro ideal para los que piensan que en los pueblos nunca pasa nada, o para los que creen que la dictadura militar fue algo ajeno que se dirimió en algún sitio distante. Pero sus interlocutores más importantes son otros. Cadús y Toscanini han presentado su investigación en distintos puntos del sur provincial. “Tuvimos la suerte de que vinieran chicos de las escuelas —dicen—. En la localidad de Carmen, por ejemplo, nos sorprendió la convocatoria, en su mayoría eran pibes. Y esto apunta en gran medida a ellos, para que estas historias largo tiempo silenciadas se puedan conocer y discutir”.
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