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 domingo, 18 de marzo de 2007  
"Tengo una rubia en el capó": o la inesperada imposición de ser chofer
Peripecia de un conductor que intentó doblar frente a una disco: "A Córdoba y Colombres, flaco"

Daniel Leñini / La Capital

El conductor transita a paso de hombre por Güemes y se apresta a doblar en Suipacha, frente a la ochava de Willie Dixon. Anda con cuidado (sale gente de la disco) cuando, en un abrir y cerrar de ojos, una rubia de strapless rojo y jeans lo sorprende parándose delante del auto. Abre los brazos, los agita unos segundos, indica que debe detenerse y el conductor frena. Dos pibes de unos 25 años encaran decididos a un costado del vehículo y piden se les destrabe la puerta. "Dale, flaco, de onda, que no llegamos más". La rubia no se despega del capó (observa de frente con las manos apoyadas) hasta asegurarse que los dos amigos acceden al asiento trasero. Luego, ella ingresa al delantero. "Gracias, flaco; vamos a Córdoba y Colombres; tranqui que todo bien". "No, pará, puedo llegar hasta Provincias Unidas, no me pidas más". "No entendés, flaco. Es Córdoba y Colombres; hacenos la segunda" (traducción: "danos una mano"), dice imperativamente uno de los dos sentados atrás. Podría acusársele debilidad de carácter, pero el conductor accede. Mientras tanto, comienza a cavilar: "¿Y si al llegar me ponen?" (traducción: "me roban". O también: "soy boleta"). Conduce, toma por Suipacha, luego Santa Fe (lo espanta la escena al cruzar Cafferata; centenares de pibes a la deriva, disparados para todos lados, recién salidos de Década y otro boliche de la zona) y finalmente avenida Eva Perón (ex Córdoba). En el trayecto comienza a despuntar el sol, que en cierta medida lo tranquiliza. Si la escena es surrealista, el diálogo de los tres pibes más. Había habido una fiesta electrónica en Dixon. "¿Y, te lo curtiste al dijei?" "Ese pibe no funciona, todo mal". "¿En serio?" "Tal cual, boludo", confiesa la rubia. Finalmente el vehículo arriba a Córdoba (Eva Perón) y Colombres, tras un breve altercado al cruzar Circunvalación ("Entrá a la estación de servicio que necesito cigarrillos", ordenó de nuevo el de atrás; el conductor se negó y discutieron). El viaje, decíamos, acaba. Los temores del chofer resultaron infundados. "Gracias, te dejo 20 pesos, ¿puede ser?", sorprende el electrónico de la voz cantante. "No, por favor", responde el volante, que lo que menos esperaba era ser tratado como un simple remisero. "Te corresponden", sentencia con rectitud el pibe, viserita fashion Nike sobre la frente, y deposita el billete en el tablero. La rubia ya había descendido y la claridad permite comprobar que se trata nomás de una valquiria, una sensual y contorneada vampiresa. Qué fracaso el del dijei.

D. L.
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