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 domingo, 18 de marzo de 2007  
Opinión: Los padres pierden el sueño

Daniel Leñini / La Capital

El drama actual de los padres de adolescentes es el regreso de sus hijos de los boliches a la madrugada el fin de semana. La ausencia de taxis y la irregularidad de los colectivos depositan una preocupación en aquellas parejas cuyos hijos trasponen la barrera de los 15 años. A medida que los pibes se acercan a la esperada edad de poder ganar la noche, los padres presienten que a ellos les tocará perder el sueño. No resulta temerario aventurar que de hacerse una encuesta, un mayor número de matrimonios confesaría preocuparle más la salida y llegada de los hijos los fines de semana que las notas del colegio durante el año.

Al ciudadano avisado no debería sorprenderle tampoco que el funcionario público minimice el problema. En un país donde responsables nacionales pretenden hacer creer que la inflación es del 12 por ciento anual, es lógico que haya otros locales que digan que en Rosario la gente tiene cómo moverse.

Lo que el ojo periodístico percibe es que el mundo (o submundo) que se abre a las cinco de la mañana en vastas zonas de la ciudad espanta. Las calles son tomadas por una multitud, los pibes vagan errantes, algunos por el medio de la calzada enviando mensajes de texto, otros vomitando en los cordones, unos terceros mirando vanamente si se acerca algún transporte. Se escuchan picadas, gritos, cumbia por los bafles de los autos, verdaderas bailantas móviles.

Se le podrá reprochar al colectivero que saltee las paradas o que desvíe, pero bastará subirse al bus para comprobar que ese chofer carga con un caos a sus espaldas, una fauna de colados cuando no doblados por el alcohol. Llenos de vida de día, parecen mirar sin ver a de noche. Zombies.

La peatonal, a todo esto, con las garitas vacías y sin un policía por allí, parece una toma de Blade Runner.
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