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sábado,
10 de
febrero de
2007 |
La sensibilidad a la hora de enseñar
Marcela Ruiz (*)
El comienzo de cada ciclo lectivo implica para el docente comprometido un desafío. Este año el valor agregado aparece con la ley de educación nacional dirigida “hacia una educación de calidad para una sociedad más justa”.
A decir verdad, los padres preguntan poco por esta nueva ley y a veces se informan mal. Muchos no saben qué años cursan sus hijos en el plan anterior pero desean conocer lo que va a cambiar de ahora en más. Lo cierto es que las expectativas son muchas y las posibilidades de que se noten las mejoras en el sistema educativo en un año solamente, son nulas.
Una nueva ley implica un cambio en la teoría que se registrará de manera práctica en los años por venir. Los actores de la educación seguimos siendo los mismos: ciudadanos más o menos comprometidos con nuestros roles.
Este complejo y dinámico entramado de la vida institucional de las escuelas se teje diariamente y en ese devenir se construye la educación que, como todo, cambia para volver a nacer. Este cambio va a acarrear beneficios, pero no va a hacer milagros. Por fin deberíamos darnos cuenta de que el concepto de educación implica otros como responsabilidad, alegría y libertad.
Un docente que pretenda educar deberá ser ante todo, sensible. Y esto, lamentablemente, no está planteado en la ley ni en las preguntas que hacen los padres. La pregunta que deberíamos hacernos es entonces: ¿cómo cambiamos nuestra actitud frente a lo que reza la ley? Y quizás la respuesta no demore en llegar.(*)Profesora de castellano, literatura y latín.
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