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domingo,
03 de
diciembre de
2006 |
[lecturas]
Ser nosotros para todos
Diego Colomba
Ensayo. Nadie cerca o lejos, el centralismo cultural en la Argentina, de Eduardo D'Anna. Identydad, Rosario, 2006, 192 páginas, $ 20.
Se ha hablado por ahí de una persistente "tentación" historicista por parte de la crítica literaria argentina, probada desde la labor fundacional de Ricardo Rojas hasta la actual profusión de intentos por contar una historia de la literatura argentina, o más bien una versión de ella, crítica y/o breve, o de alguno de sus momentos. Desechando el aire burlón con que suelen emitirse estas atinadas afirmaciones, "Nadie cerca o lejos" de Eduardo D'Anna puede emparentarse con los proyectos escriturarios colectivos o individuales que en este último tiempo se han dejado llevar por dicha "vocación" historicista, sedienta por captar "totalidades". Con algunos de ellos comparte, además, su afán narrativo: al tiempo que encadena relatos, la obra inventa una voz.
El libro se propone reflexionar sobre la problemática del centralismo cultural en nuestro país -entendiendo cultura en un sentido restringido, como corpus imaginativo e intelectual-, y para ello se retrotrae hasta los tiempos de la Colonia, y desde allí inicia una historia que por apelar al trazo grueso, exigido por la brevedad de la obra y la desmesura de su objeto, no abdica frente a las demandas de lucidez y rigor especulativo.
Desde el vamos, la prosa de D'Anna se dirige a un lector culto pero no especializado, haciendo uso de giros coloquiales, recurrentes analogías, chispazos humorísticos y una puntuación que recrea cierta entonación conversacional, en un deliberado intento por minar ciertas retóricas solemnes y acartonadas de las que se va a encargar a lo largo del trabajo.
Según D'Anna, estamos asistiendo al derrumbe de "un sistema cultural al que podemos llamar centralismo", portador de valores que adscriben a una determinada "jerarquía espacial". Lo que intentará en "Nadie cerca o lejos" es analizar el modo en que dicho sistema funciona, con lo que se instala polémicamente en el pensamiento de la cultura nacional, a la vez que aventura una suerte de rastreo arqueológico de sus mecanismos de constitución. Dicho intento, además, se apoyará en ciertas acentuaciones. Por un lado, y como el mismo autor explicita, la obra se ocupa en gran medida del campo literario. Las referencias a otras expresiones artísticas son escasas en relación al conjunto de la obra, o aparecen articuladas con cuestiones literarias, que reciben mayores desarrollos argumentativos. Por otro lado, la relación centro-periferia atiende a las tensiones topográficas entre capital, provincias y ciudades del interior, sobre las que abundan ejemplos, pero son la provincia de Santa Fe y la ciudad de Rosario quienes reciben un trato más extenso.
Lejos de practicar una "provinciana" militancia localista, D'Anna lee a Rosario como un espacio de producción cultural que excedió las cartografías institucionales y críticas elaboradas bajo el influjo ideológico del centralismo cultural porteño. En un gesto que tiene mucho de borgeano -sus reflexiones sobre la relación entre escritura nacional y universal-, D'Anna reconoce ciertas características materiales, políticas e históricas de nuestra ciudad que han propiciado producciones culturales disruptivas en relación a los cánones y tipologías reconocidas de lo que se hace llamar "literatura argentina".
En el aspecto institucional, el autor cree percibir un consenso -aunque cuestionado por ciertas voces- durante las últimas dos décadas, en considerar que Buenos Aires ya no es el "borne" fatalmente necesario para mediar entre las pinturas aldeanas y el resto del mundo: "se empezaba a entender que desde Rosario se podía tener una mirada válida para todos", dirá en un pasaje de su ensayo.
En términos histórico-literarios, la obra revela una nómina de autores y críticos locales casi desconocidos que evidencia el modo en que las operaciones de lectura "operan" aún en los más avisados. Asimismo, cuestiona lecturas que se han vuelto "clásicas" dentro de los estudios literarios, y sin subir la voz polemiza con una larga serie de analistas consagrados, fundadores, muchos de ellos, de lo que hoy se considera la crítica literaria moderna en nuestro país. Con diferentes énfasis, son puestas en cuestión lecturas de David Viñas, Adolfo Prieto, Noé Jitrik, Eduardo Romano o Beatriz Sarlo, visiones refutadas que enriquecen la propuesta historicista del propio D'Anna.
Bajo el mismo impulso recreativo e impugnador, el modernismo, el regionalismo, la generación del cuarenta, las vanguardias en Buenos Aires y en las provincias, la relación entre corrientes literarias y la canción popular, son problemáticas retomadas por la voz inquisitiva de D'Anna, que no sólo suena convincente sino que complejiza y enriquece, desde el lugar propio, la reflexión sobre ese objeto fascinante y monstruoso llamado "literatura argentina".
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