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domingo,
03 de
diciembre de
2006 |
Un orden de luz y sombra
Marta Ortiz
Relatos. Ya casi llega la mañan, de Clara Rozin. Rosario, 2006, 120 páginas.
Dos libros de poemas anteceden a esta colección de relatos: "Las cuatro estaciones" (1999) y "Adioses residuales" (2003). Y no se trata de una elección casual: cuento y poesía se rozan en la concisión, en la intensidad o unidad de efecto y en la brevedad. La necesidad de correrse de su centro para dilatarse en la narrativa, creció entonces en esta escritura, al calor de la poesía.
El conjunto de relatos define tres apartados, cada uno precedido de un texto breve: ni acápite ni microficción ni poema en prosa sino un poco de cada uno y todos a la vez, especie de cáscara o envoltura donde los relatos que le siguen encajan como en un guante. El primero de esos textos abre la soledad al pie del lector como se abriría un precipicio: "Mira la noche tormentosa, mira las hojas del maizal cómo se inclinan ante el viento. Parecen hombrecitos obstinados. Irremediablemente solos". Obstinados y solos se agitan los personajes que habitan estas tramas. Las cicatricen duelen, la nada acecha y ellos desesperadamente intentan sobrevivir.
La autora mueve sutilmente los hilos que conducen a la salida del laberinto: poner palabras a la experiencia despunta como uno de los caminos posibles. Así lo sugiere la escritora protagonista de "La alborada", a pesar de las turbulencias que dificultan la escritura, idénticas a las que seguramente ha debido afrontar Rozin al prestar su voz a narradoras y narradores, enfrentadas, una y todas sus máscaras, a la distancia muchas veces insalvable entre las palabras y las cosas. Hombres y mujeres viven sus sueños y sus crisis y buscan razones que justifiquen su existencia.
El segundo apartado explora lo secreto en el doblez, en el pliegue, en el intersticio. Otro texto breve inicia el despliegue, el revelado de la luz en la sombra: "Era un hombre con doble vida. Pasó el tiempo, pasaron los años". No le quedaban sueños. Las sucesivas máscaras han borrado el rostro original, el que coincidía con los sueños primigenios. El velo que aquí se descorre es el que oculta la encrucijada, la victoria que también es pérdida en la elección de la libertad, tal como lo asume la protagonista de "Sólo los jueves", por ejemplo. El movimiento circular que describe este nuevo anillo temático se encastra también en la búsqueda de una salida que alivie el dolor.
Soledad,vejez, muerte, desamor, infidelidad, fragilidad. Dolor y frustración, pero también amor y una puerta entreabierta a la libertad y a la esperanza. Nunca complacientes, a veces abrumadores, los temas se encienden y se apagan en estos cuentos como chispas reveladoras en el silencio. Los personajes marchan insomnes, lúcidos o confundidos pero invariablemente vuelven la mirada a esa mañana que conlleva el don de reconstruir un orden de luz y sombra, el rayo de luz que la autora ha prometido desde el título; el mismo deseo y esperanza que le permiten a la protagonista intuir que "Debe haber otro modo y entonces busca palabras, se aferra a ellas...", y así, de ese modo, tirando redes salvadoras, la escritura se entrelaza con la vida. Trabajar con palabras es abrir puertas a una escritura de resistencia capaz de barrer, entibiándonos con la primera luz del día, esas angustias como animales hostiles que atormentan en lo oscuro.
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