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 domingo, 12 de noviembre de 2006  
[Anticipo]
Fuera de temporada
El libro de poemas que Fernando Toloza dejó listo para la edición se presenta en el centro cultural Parque España. Aquí se ofrece un adelanto

Leyendo a Emily Dickinson

Los vidrios de la casa

están manchados por la grasa.

Un gorrión, metido en el techo,

grita,

tal vez porque se ha roto un ala

o enganchado el pico

en su lecho de madera.

La primavera fue

su turno de salir,

su llave para huir del invierno.

Pero he ahí

el cerrojo de su pereza:

demasiada grasa

para un gorrión tan tierno.




La canción del abejorro,

un estorbo

para el contemplativo.

Una insistencia graciosa,

casi una torpeza.

Podría haber sido bufón,

búfalo,

luchador romano

quemado por el sol y la arena.

Mozo de cordel,

lo dulce seguiría siendo su ambición,

y libar,

otro disfraz de rey

glotón y sabio.




El trueno no espanta

al picaflor

asomado a la enredadera de jazmines.

Si levantas la mano,

si hablas, toses

o das vuelta una página

del libro que lees,

el picaflor desaparece.

Pasajero en la lluvia,

mírenlo de reojo,

suspiren en vez de hablar.

Esas son las cosas fuertes,

las revelaciones del alma

que lo complacen.




Alguien plantó un árbol

que cambia de color con las estaciones.

Es ahora verano

y las hormigas hacen su provisión

con este color del verano.

Qué sorpresa el otoño

cuando hallen otro color.

Tendrán la elegía que alguien ofrendó

al descuido humilde.

Permanencia y cambio,

esperanza hecha reserva

en una bodega laboriosa.




Mirar cómo flotan,

yo diría cabeza abajo,

algunas ramas en la piscina;

observar los virajes raudos

de las chinches en el agua.

Parecen maneras ociosas del agua,

que en condiciones tales

no tiene salvación.

Necesitaría años para renacer

y la soledad

de una verde podredumbre.




La lavanda doméstica

pierde fuerza.

El jardinero la atiende con preferencia

y no obstante

un tropel de hierbas la acosa,

estrangula sus nacimientos,

devora sus raíces.

De aquel aroma salvaje

queda poco: la flor un fracaso

y seca en grano, un fraude.




Pusimos una mesa bajo el nogal

y un banco al sol.

Después llovió

y esa amistad que quisimos forzar

no prosperó.

El agua es capaz de formar fisuras

en laderas más resistentes,

de formar olas sin afinidad

en la mesa y el banco,

de convertir a los amigos

en náufrago y naufragio.




Tormentas en viaje

eran nubes al ras

y sombras de montañas.

Espinillos y pinos

en combate por la cima

y bajo sus pertrechos,

tres cuises jóvenes

tienen por criterio una espina.

Así también las laderas poseen su criterio,

un sesgo que guarda su sorpresa,

ver la cima desde su camino ajeno al miedo,

ser atajo del invierno

y dilación del verano.

La Cumbre, enero 1991


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Fernando Toloza dedicó largo tiempo a su libro de poemas.

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