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 domingo, 12 de noviembre de 2006  
"El embarazo significa una revolución en la vida de una mujer"

Clarisa Ercolano / La Capital

El vínculo entre un hijo recién nacido, su madre y su padre, es una imagen que resulta común para la mayoría de la gente. Sin embargo, diversos son los procesos que se generan en torno a la concepción, el nacimiento y la posterior relación de la pareja. Durante un tiempo, hijo y madre están alineados y no necesitan de la figura del padre, sin embargo, se requiere la presencia de un tercero para que esta dupla se rompa, "para que una figura paterna diga que esta mamá queda prohibida como objeto de amor en el chico y para que el bebé acceda a la cultura que marca la primera prohibición, que es el incesto", explica la psicóloga Débora Neumann, integrante del equipo de psicoprofilaxis del parto del Sanatorio de la Mujer.

Más allá del esquema tradicional de la familia, muchos son los casos donde la figura paterna está ausente, sin embargo, la etapa donde el niño debe despegarse de la madre, sucede igualmente. "Lo hace la misma madre", explica la profesional y agrega: "cuando la mujer termina de parir tiene un binomio perfecto, pero con el tiempo, la mujer tiene ganas de volver a trabajar, de desear a un hombre, vincularse con sus amigas y salir; porque este bebé no la completa del todo. Por eso, cuando falta el padre, esa mamá con su propio discurso corre el hijo desde el lugar de centro donde está", aunque la profesional remarca que estos procesos "no suceden mágicamente sino de acuerdo a los tiempos de cada uno".

En esta primera etapa de la vida, no influye el sexo del bebé, tanto el niño o la niña ven el primer objeto de amor en su madre, pero a veces sucede que la madre o el padre necesitan un apoyo profesional para resolver estas cuestiones. "Siempre es mejor llegar temprano -dice Neumann- sobre todo porque el embarazo marca una revolución en la mujer, es un antes y un después, nadie vuelve a ser la misma después del parto y si anhela eso, está en problemas", sentencia la profesional.


Desear un hijo
Según Neumann, el bebé humano, a diferencia de otros mamíferos, nace prematuro, "porque requiere de tiempo para poder caminar, además de un sostén físico y simbólico; de un otro que lo haya deseado previamente y que lo desee cuando nazca. Es distinto un organismo vivo de lo que el psicoanálisis entiende como cuerpo, ya que para nosotros, el primero necesita del deseo del otro, que en la mayoría de los casos, es el lugar materno que lo sostiene" sostiene la psicóloga, y agrega que el ser humano "es el único que busca la mirada del otro para mirarse como él mismo".

Según Freud, el bebé necesita los primeros cuidados maternos y de esa relación, donde el bebé y la madre, calzan y sincronizan de un modo perfecto, no necesitan de nada más y se completan mutuamente. Pero este binomio madre - hijo, no se construye fácilmente en un abrir y cerrar de ojos, y los profesionales deben agudizar las estrategias para apuntalar estos vínculos y hacer más fácil el tránsito cuando no surge de modo espontáneo.

"Muchas veces hay historias previas donde esta situación no se da en el tiempo que cada uno querría que se produzca, sea porque el parto no es tomado naturalmente por la madre o porque el hecho de engendrar y parir es natural en los mamíferos, pero no en los seres humanos", precisa sin vueltas la profesional.

Para Neumann, el tiempo de nacimiento biológico de un niño no tiene que ver con los 9 meses, sino con el que la madre requiere para "adoptar" ese chico, y esto no sucede siempre de modo instantáneo cuando se corta el cordón umbilical, "porque a cada mujer le lleva un tiempo diferente", recalca.

El deseo, consciente o no, ocupa un rol preponderante en el vínculo madre-hijo. Al respecto, Neumann dice cuando una mujer se embaraza, excepto en las violaciones, "el deseo está, así sea inconsciente, pero está". Y al momento de dar ejemplos cita a las mujeres que están cinco años en tratamientos de fecundación sin lograrlo. "En esos casos sucede que no lo pueden alojar psíquicamente antes de la concepción, y luego, cuando el hijo nace y no es el hijo ideal sino el real, muchas veces no coincide con su deseo".

"El inconsciente tiene que ver con el discurso y el lenguaje y juega un factor importante a la hora de hablar de embarazos", plantea Neumann, que asegura que en distintos niveles sociales, "hay mujeres con todas las condiciones dadas para tener un niño, pero que no tienen lugar para alojarlo psíquicamente y que cuando no hay lugar desde la idea materna, no hay mucho más que hacer".

Para reforzar esta teoría, la analista dice que ocurren patologías en mujeres que un día pierden ese embarazo por una complicación que desde la medicina no tiene respuestas.

Más allá de las condiciones biológicas, Neumann aclara que los humanos somos organismo y psiquis: "hay mujeres que parieron en la cárcel y durante el Holocausto, porque había un deseo que sostenía esos embarazos y otras que, con todo a favor, no lo tienen", y al respecto plantea que los embarazos no deseados deberían denominarse como "no premeditados en forma consciente".

"Cada parto y cada niño es único e irrepetible en los seres humanos, y cada hijo va a ser diferente también", dice la psicóloga para finalizar, y deja una frase contundente y alentadora: "con un hijo el amor es incondicional, y es el único que dura hasta que la muerte los separe".
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