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 miércoles, 25 de octubre de 2006  
Viajeros del tiempo
Rosario 1900-1905

¿De qué material está formada la opinión? ¿No saben ustedes de qué está formada la opinión? Pues está formada de goma elástica. Esto quizá parezca una paradoja, pero la prueba de ello es su manifiesta ductilidad. ¿No han visto ustedes a muchos apreciabilísimos sujetos que de transacción en transacción, de tolerancia en tolerancia, y en virtud de cierta serie de "evoluciones", han venido a opinar a favor de aquello de lo que más enemigo se mostraban? Supongamos que hay un asunto que la opinión reprueba por completo. "Aquí te quiero ver, escopeta", se dice entonces, que es lo mismo que decir: "Aquí te quiero ver, goma elástica", y se procede a la votación de ese asunto. Pero como la opinión no da de sí, naturalmente, más que seis o siete centímetros, y, pongamos por ejemplo, se necesitan doce, se le dan un par de buenos estirones hasta que se logra obtener la opinión que se quería. Por esto se dice que las cosas se ven según el prisma. Mirada una cosa por el prisma de un sueldo de 12.500 pesos anuales, seguramente que se verá color de rosa. Pero vista a través de una destitución o de una cesantía tomará los tintes más sombríos. Es que la opinión reside en el cerebro, y éste es una especie de cámara oscura a la que el estómago se ocupa de alumbrar, y cuando el estómago no tiene combustible, en la cabeza reinan las tinieblas. Por ejemplo, una mujer joven y elegante, a los 16 años opina así: "Como el que pretenda mi mano no tenga coche y abono al teatro, no me casaré con él". A los 25 años ya le perdona que no tenga abono al teatro con tal de que tenga coche; a los 30 considera que sin abono y sin coche pudiera convenirle igual con tal de que gozase de una mediana fortuna; de los 30 a los 40 proclama que la felicidad del matrimonio estriba sencillamente en la simpatía, y pasados los 40 quiere seguir opinando, pero ya nadie la escucha. Otro ejemplo de la elasticidad de la opinión: doña Perfecta está casada con un jugador empedernido que no hace más que gastar su fortuna, por lo que no desaprovecha ocasión para desacreditarlo frente a familiares, amigos y hasta frente a desconocidos. Pero un día el esposo muere, y la viuda se casa con otro que tiene el mismo vicio que el difunto pero con una suerte fenomenal: siempre gana. Entonces doña Perfecta dice: "¡Qué listo es mi Celestino! Yo no quiero que juegue, pero le doy un peso y trae quinientos". Y con las conspiraciones políticas sucede lo mismo. Si el conspirador fracasa, es un revoltoso, un ambicioso, un perdido, ¿cómo ha de haber progreso con hombres semejantes? Pero conspire usted y salga vencedor... ¡Qué de felicitaciones, apretones de manos y elogios! ¡Cuántas nuevas amistades inesperadas! ¡Qué modo de llamarlo a uno héroe, valeroso y abnegado! Y ya no damos más ejemplos porque se nos fue el día.

Investigación y realización Guillermo Zinni ©
Fuente: La Capital



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