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 domingo, 10 de septiembre de 2006  
[Perspectivas]
Memoria en signos vitales
Los esténciles inscriben nuevas marcas de sentido en el espacio urbano. La evocación y el reclamo por la investigación del crimen de Sandra Cabrera son un motivo central

Susana Mattanó (*)

La ciudad es el lugar en donde las pasiones humanas son culturalmente compartidas desde una comunidad de sentido. La ciudad habla, expresa y comunica en voz silenciosa la propia voz de sus habitantes y es el paseante quien reconoce parte de su propio universo en el entorno que lo rodea, y además, es testigo de “diálogos marcados” que quedan registrados en los muros rosarinos. Ser sorprendidos por la superficie tatuada de nuestra ciudad nos permite descubrirnos dentro del entorno y construirnos como sujetos de ese espacio, nuestro espacio. Y como habitantes de la ciudad, recibimos y destinamos los mensajes dinamizando el discurso social.

  Entre los distintos lenguajes que circulan entre nosotros, los esténciles (marcas que resultan de una técnica de reproducción basada en la aplicación de pintura —generalmente en aerosol— a través de una superficie calada) son parte de nuestro paisaje cotidiano y, como situaciones comunicativas, construyen sentido en nuestra sociedad. Además, estos signos visuales establecen conexiones entre personas, palabras, objetos y espacio urbano pues quien hace marcas en el espacio público comunica a otros con quienes comparte un contexto social y cultural.

  Así, los esténciles como comunicaciones intencionales se presentan como tatuajes en la ciudad que desvían el sentido primero de una pared, intervienen en forma visual el espacio urbano —utilizándolo como soporte de la expresión— y provocan efectos en el paseante: influyen sobre él provocando la sonrisa, la reflexión o alguna reacción.   
Escrito en la calle
Si caminamos la ciudad de Rosario con mirada atenta y exploradora podemos descubrir innumerables marcas y mensajes, entre ellas, los esténciles “de memoria” que se instalan como huellas testimoniales que incluyen a la memoria como categoría histórica: traen al presente los discursos sobre el pasado. Estas marcas sin permanencia son expuestas e impuestas por un lapso variable, durante el cual las comunicaciones se recepcionan, interpretan, generan respuestas y reflexión.

Este tipo de esténciles contribuyen a construir la memoria colectiva del grupo, memoria social o memoria exteriorizada, como algo que alude a lo colectivo y no a lo individual. Ello implica reconocerse en algo —cultural o socialmente compartido— externo a la propia singularidad. Los esténciles “en memoria” funcionan con carácter de recordatorio de una persona ausente y registran la lucha entre memoria y olvido garantizando la permanencia a través de los dibujos y palabras; además, como bien dice Beatriz Sarlo “proponerse no recordar es como proponerse no percibir un olor, porque el recuerdo, como el olor, asalta, incluso cuando no es convocado”.

Quizás en ocasión de que la propia mirada se haya detenido en la marca Justicia para Sandra, algún rosarino se habrá preguntado: ¿Quién es Sandra? Tal vez unos cuantos habrán reconocido en esa inscripción a Sandra Cabrera, dirigente de la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas (Ammar); quien fuera amante de un policía de Drogas Peligrosas de la Policía Federal e informante de la policía; tenaz luchadora por la despenalización de la prostitución y denunciante de atropellos policiales; y quien además fuera asesinada en la ciudad de Rosario, el 27 de enero de 2004. Crónicas policiales (La Capital, 27 y 28/01/06) relatan que su crimen dejó al descubierto negociados de la policía; ventiló los manejos turbios de policías federales con la droga secuestrada en los operativos y como consecuencia la provincia de Santa Fe disolvió la sección Moralidad Pública, históricamente encargada de “controlar” la prostitución callejera.

Los esténciles referidos a Sandra Cabrera exceden el propósito de recordarla, y como esténciles “de memoria” apelan a la memoria del pueblo para que no se olvide un caso policial sin esclarecimiento. Quizás también, en el devenir de miradas y pensamientos, muchos rosarinos habrán sentido curiosidad por conocer el sentido de la moto y del par de manos que suelen aparecer junto a la inscripción Justicia para Sandra.

Los que comparten el universo que ha rodeado a Sandra Cabrera saben que ver la moto en las paredes es decir Sandra. La moto es el ícono que la representa y simboliza pues, como cuentan las crónicas citadas, además de ser dirigente de Ammar, luchar contra atropellos policiales y la despenalización de la prostitución, acompañaba a cada mujer que denunciara un abuso en Tribunales, organizaba charlas, gestionaba beneficios sociales para las agremiadas y, además, repartía preservativos en moto.


Vehículo simbólico
La moto es un dibujo en el cual no sólo se reconoce a Sandra Cabrera, su medio de transporte, sino que también se constituye en vehículo simbólico de sus intenciones, principios y creencias. Asociadas a este esténcil en y de memoria (en memoria de Sandra Cabrera y de memoria para todos los rosarinos) aparecen las palmas de un par de manos que instalan un nuevo interrogante. Este par de manos se repiten sobre los muros rosarinos solas o como símbolos en esténciles diversos que conectan ideas, reclamos y luchas. Inmersos en la vorágine citadina y como parafraseando a un cartel vial de Pare, esas manos parecen obligarnos a detenernos y a reflexionar cuando junto con ellas, palabras escritas con letra mayúscula nos gritan: No es delito el trabajo sexual; No es delito ser pobre; No es delito luchar; No es delito rebelarse; No es delito fumar; No es delito ser piquetero; No es delito vivir en la villa.

Los esténciles que se repiten —cuestión facilitada por su técnica de reproducción— crean nuevas redes de comunicación y relaciones entre individuos o grupos; generan trayectorias visuales e implican además un recorrido urbano, un caminar la ciudad con una mirada que reimprime sentido en las calles. Ellos nos ofrecen una nueva manera de mirar la ciudad; una singular forma de marcación de territorio, pero también un nuevo modo de comprender las historias que la atraviesan; el pensamiento y el modo de procesar los acontecimientos por parte de los habitantes que eligen el muro como soporte de expresión y de diálogo con todos los rosarinos.

Los recorridos visuales urbanos originados por esténciles “de memoria” no sólo apelan a la memoria del pasado para recordar, sino también a comprender la historia, entender cómo se la recuerda y cuáles son los mecanismos de las sociedades para resolver cuestiones pendientes. La red de relaciones de una sociedad se tiñe por estas redes visuales que dan origen a la gran trama urbana, en donde cada uno de los habitantes de la ciudad tejemos y destejemos discursos que construyen nuestra identidad.

(*) Docente de la Facultad de Humanidades y Artes (UNR) y de la Carrera de Fotografía en el ISET Nº 18


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Reflexiones. Ideas y reclamos se conectan con la representación de las manos.

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