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domingo,
10 de
septiembre de
2006 |
Desde el fatídico 11-S, la guerra
antiterrorista marca el siglo XXI
Aciertos y cuestionamientos a la acción militar liderada por Bush para erradicar el extremismo islámico
Washington. - Aún cinco años después no se ha extinguido el eco de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, y las consecuencias siguen siendo imprevisibles. Como símbolo permanece la Zona Cero, el lugar donde en esa fecha murieron más de 2.700 personas entre las llamas y los escombros del World Trade Center, que aún hoy es una isla desierta, sin construir, en el mar de edificios que constituye el barrio de Manhattan.
El autor intelectual de los atentados, el líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, sigue prófugo y el terrorismo aún dista mucho de ser derrotado. Y aún parece muy lejano el mundo nuevo y seguro en el que se expandirían, bajo la conducción de EEUU, la paz y la libertad, tal como prometió en su momento el presidente George W. Bush.
Para Bush y para una minoría de políticos occidentales, el ataque de los terroristas de Al Qaeda marcó el abierto estallido del conflicto del siglo entre naciones amantes de la libertad y fanáticos islamistas. Al día siguiente del 11-S comenzó para Bush la "guerra mundial contra el terrorismo", que debería ser ofensiva, preventiva y, de ser necesario, también unilateral. Desde la óptica de la única superpotencia que queda en el mundo, esa guerra se libra hoy en Irak y Líbano y mañana posiblemente en Irán o Corea del Norte.
En el plano de la política internacional, el "11-S", como se bautizó en EEUU la fatídica fecha, inauguró una nueva era. Después del fin de la Guerra Fría y del colapso del imperio soviético en 1991, seguido de una década de conflictos regionales, tanto Bush como los islamistas declararon al mundo entero como teatro de guerra. No sólo los habitantes de Afganistán o Irak sufren las amargas consecuencias de una situación de guerra cotidiana. La amenaza mortal se ha convertido en un fenómeno omnipresente.
Los planes recientemente descubiertos de atentados contra aviones y líneas ferroviarias en Inglaterra y Alemania han demostrado una vez más que el terrorismo está en su apogeo, pese a todas las guerras, las nuevas leyes aprobadas en muchos países y los miles de millones de dólares destinados a la aplicación de nuevas medidas de seguridad.
Los baños de sangre que causaron los atentados con bombas en Madrid, Londres, Bali o Bombay son señales de aviso que indican que el mundo se ha convertido en un lugar muy inseguro e inestable. Muchos políticos estadounidenses incluso presagian un futuro aún más negro: el gradual advenimiento de una Tercera Guerra Mundial.
Disputa transatlántica
Momentáneamente, el horror causado por los atentados en Nueva York y Washington unificó al mundo libre en los últimos meses de 2001, pero después Occidente se dividió por una disputa tan vehemente que no se había observado desde la Segunda Guerra Mundial. Los gobiernos, y aún mucho más la opinión pública en países como Alemania, Francia o Bélgica, le retiraron el apoyo a Washington en la guerra de Irak. De hecho, las afirmaciones estadounidenses sobre la presencia de armas de destrucción masiva en Irak resultaron ser falsas y los temores europeos a un prolongado derramamiento de sangre y una guerra civil en Irak demostraron haber sido bastante realistas.
El escándalo sobre los malos tratos en la cárcel militar estadounidense de Abu Ghoreib en Bagdad, las controvertidas condiciones de detención de presuntos terroristas en la base naval estadounidense de Guantánamo, las cárceles secretas de la CIA y una política estadounidense muchas veces criticada por su carácter misionero y arrogante terminaron por agudizar tanto la división atlántica como el antinorteamericanismo en todo el mundo.
Para Bush, las guerras preventivas eran de importancia fundamental para la lucha contra el terrorismo internacional. Desde su punto de vista, a las operaciones militares llevadas a cabo en Afganistán e Irak también se debe que no haya habido ningún atentado en EEUU desde 2001.
Sin embargo, esta apreciación optimista es cuestionada también por un número creciente de ciudadanos estadounidenses, descontentos con la "guerra contra el terrorismo" proclamada por Bush. Ni siquiera EEUU ha logrado su objetivo declarado de "imponer su castigo merecido" a Bin Laden, pese a que Washington ofrece por su captura una recompensa de 25 millones de dólares.
No obstante su búsqueda, hace rato que el principal enemigo declarado ya no es Al Qaeda, sino los "fascistas islamistas" con su "pretensión de dominar el mundo". En esta categoría el gobierno de Bush incluye a todos los enemigos jurados de la libertad y la democracia, así como todos los que en el mundo islámico sienten odio por EEUU. (DPA)
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Turistas recorren la zona donde se erigían las Torres Gemelas.
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