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 domingo, 10 de septiembre de 2006  
Fobias y pánico, cárceles cotidianas

El miedo es una emoción normal que convive con nosotros cumpliendo una función: advertirnos de los peligros y permitir que nos cuidemos. Alguien que no tuviera ningún miedo, no podría desenvolverse en el mundo ya que no sabría protegerse de aquello que lo puede dañar.

Sin embargo, por distintas razones, los seres humanos somos capaces de desarrollar temores intensos, permanentes y totalmente irracionales, los cuales llegan a escapar al control de la persona que los padece y comienzan a comandar su vida.

El estrés propio de la vida actual (especialmente incrementado por las contradicciones que vivimos los argentinos), unido a las historias vitales y a las características de cada uno, ha favorecido que en los últimos años se viera incrementada la cantidad de personas que padecen una verdadera epidemia de ansiedad. Esta puede darse como un estado permanente que invade la vida en una expectativa de catástrofe (Síndrome de Ansiedad Generalizada) o presentar picos intensos que la persona afectada tratará de evitar, restringiendo su vida cada vez más.

Estas personas por distintas fobias ven frecuentemente cómo su horizonte se estrecha. Acosadas por temores irracionales que muchas veces les resultan inconfesables, van renunciando a pesar suyo a distintas actividades, para evitar exponerse a una gran tensión. Sin embargo, esta tensión no deja de estar presente en su vida cotidiana, tiñendo sus relaciones y dando forma a una expectativa poco grata en su vida. Quienes los rodean pueden sentirse frustrados o rechazados, ya que en todos los proyectos aparecen los miedos como una sombra amenazante, un acompañante nunca invitado pero que se hace dueño de los proyectos familiares o de pareja, condicionándolos y a veces atentando contra la estabilidad y confiabilidad de los vínculos.

Solemos encontrar que tanto las fobias como el síndrome de pánico suelen ser padecidos por personas muy inteligentes y voluntariosas, doblemente frustradas por los síntomas que los aquejan y por su imposibilidad de dominarlos racionalmente. Quienes los rodean oscilan entre la compasión, los reproches y los intentos de entrenamiento. Puede ocurrir que una pareja o toda una familia se vea cercada por una fobia o el temor a la aparición de un ataque de pánico.


Nuevas técnicas
La terapia breve de avanzada integra las mismas técnicas psicológicas que se indican para el restablecimiento de víctimas de traumas, ya que resultan especialmente eficaces, rápidas y profundas en el tratamiento de las fobias y el sindrome de pánico.

Estas técnicas se aplican en el marco de una psicoterapia breve y el profesional las elige mediante una cuidadosa evaluación clínica y aplicando tests específicos. Permiten al cerebro descargar y procesar las intensas angustias, produciendo un alivio duradero que va habilitando al paciente para retomar sus proyectos.

Existen distintas formas de aplicar, especialmente la técnica de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (cuya sigla en inglés es EMDR), y que proviene de EE.UU. La EMDR activa el sistema fisiológico de procesamiento de información del cerebro, estimulando el mismo mecanismo utilizado por la mente en el aprendizaje y la memoria, identificado con el sueño REM.

Esta técnica, aún no muy difundida en nuestro medio, fue creada en 1987 por la doctora Francine Shapiro, del Instituto de Salud Mental de Palo Alto, California, EE.UU. El método se encuentra en permanente investigación y expansión en el mundo, habiendo sido incorporado a la cobertura de seguridad social en varios estados de EE.UU. Es de amplia e indicada utilización para la recuperación de las víctimas de catástrofes y atentados. Los efectos de la técnica han sido registrados en estudios neurológicos (mapeos cerebrales realizados antes y después del tratamiento).

El trabajo terapéutico se realiza con el profesional a cargo, quien confecciona un protocolo especial para guiar al paciente mediante distintas formas de estimulación bilateral, ayudando al cerebro para lograr el reprocesamiento de las ideas, emociones y sensaciones físicas relacionados con la fobia o el pánico.

A través de la EMDR se aborda también aquello que no puede enunciarse o modificarse con palabras, tal y como está registrado en la memoria del cuerpo, y que solemos expresar a través de frases tales como: "Me va a estallar la cabeza; tengo una piedra en el estómago; un agujero en el pecho; un nudo en la garganta; una mochila en la espalda".

El estado general de la persona comienza a mejorar rápidamente. Entre una sesión y otra comienzan a notar que reaccionan con mucha menos ansiedad a situaciones desafiantes o temidas, que el recuerdo de la fobia o el ataque de pánico se va haciendo menos importante, y que pueden empezar a conducir su vida, de una manera más acorde a sus verdaderos proyectos y deseos.

Patricia D'Angelo

Miembro de la EMDR International Association

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