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 domingo, 10 de septiembre de 2006  
Humor y fútbol. La casa del dibujante se convirtió en un estudio radial
Otro partidazo del Negro, "con ocho en la cancha"
Fontanarrosa participó del programa "Los Notables", donde desplegó su comicidad y recibió el afecto de los amigos

Silvia Carafa / La Capital

El día pintó lindo de entrada, tibio y luminoso. No era un sábado más. En la semana se había anunciado que por primera vez, en las dos décadas que lleva al aire, el Negro Fontanarrosa sería el centro de la mañana en "Los Notables", que se emite por LT8. La cosa prometía y las expectativas cruzaban cualquier límite. La producción del programa se puso en marcha desde la propia vereda de la casa del dibujante elegida como lugar de trasmisión. Ultimos y agitados detalles antes de subir al sexto piso donde un Corto Maltés tamaño natural en el pasillo daba la pista sobre el dueño del lugar.

"¡Qué lo parió! mirá a quién tenemos hoy en «Los Notables»", arrancó Luis Botallo, a cargo de la conducción junto a Sabrina Nardi. La frase dicha con toda justicia fue el ábrete Sésamo de una charla inolvidable, donde con toda facilidad y sin pedir permiso, los momentos hilarantes sazonaron los análisis y las reflexiones, profundos pero nunca pretenciosos del Negro. Primera aclaración, Fontanarrosa lució magnífico y resultó un anfitrión de aquellos. "Luis convidá con agua saborizada a los invitados", recomendó a su asistente.

Además de Botallo y Nardi, el equipo de "Los Notables" estaba formado por su director Oscar Cesini y el técnico Sergio Tión. Invitados, el periodista Luis Etcheverry y La Capital. "Estar en «Los Notables» es como salir en la tapa de El Gráfico", acuñó el Negro y no pasó por alto su debut en el programa que produce Guillermo Vatalaro. Todo tiene una explicación, no es que no lo hubieran invitado, sino que las mañanas sabatinas las dedicaba a jugar al fútbol.

Que la trasmisión se realizara en la casa de Fontanarrosa también tuvo un gusto especial. Allí estaban los libros, el tablero, cuadros con dibujos y un ventanal que integraba el río Paraná a la escena. "La vista es bárbara, por ahí, casi como fantasmas, en silencio, cruzan barcos grandes, al río lo descubrí tarde", dijo el Negro. Como corresponde, el fútbol abrió el programa. Comunicación sorpresa con Tulio Angel Zoff y un partido memorable de 1954, Rosario Central contra Tigre con un score poco habitual, 9 a 2 para los canallas.

La elección no fue azarosa, ese fue el partido que inauguró la pasión del Negro por el fútbol. "Era la primera vez que iba a la cancha, era un día nublado, de lluvia, se tiraba aserrín en el área, me llevó mi papá", evocó. En su salsa, Fontanarrosa abundó en detalles y recuerdos. Escuchándolo da la sensación de que el fútbol funciona como un organizador de experiencias, que permite hablar en plural aunque sólo sean 22 los que disputan en la cancha.

A esa altura el Negro, que tenía un joging y un buzo amarillito, estaba a sus anchas y parecía haber tomado el ritmo que iba a tener el programa. Lo esperaban otras sorpresas, como la interpretación radial de sus cuentos a cargo de Mario Vidoleti y el Negro Agüero que en sucesivas y desopilantes entradas, hicieron "La educación de los hijos", "Toda la verdad" y "Qué lástima Catamarancio".

"No sé si hay que analizar mucho antes de escribir eso puede paralizar", consideró Fontanarrosa y dijo que la captación del entorno que le permite a sus textos anclar en lo cotidiano, comenzó después de leer a David Viñas. "Los personajes hablaban y puteaban como lo hacían todos, entonces por primera vez empecé a escuchar a la gente, eso me permitió internalizar un andamiaje con el cual recreo mis cuentos", explicó.

Y citó a Woody Allen para ilustrar su objetivo de captar lo universal que hay en lo cotidiano, "me asombra lo que hace porque ve lo que está delante de los ojos y que otros no vemos", comentó. La charla también incluyó los primeros trabajos del Negro en la revista Boom, Humor y Hortensia. La evocación permitió poner al aire a otro amigo suyo a la distancia, el Gordo Oviedo.

  Al humorista cordobés, y en distintos momentos del programa, le sucedieron Marcos Mustock, de Les Luthier, Cris y Caloi, además de Santiago Abreu desde Brasil. Con cada uno de ellos el Negro retomaba charlas eternas con frescura e ingenio. Regodeados en su propia originalidad, los humoristas revivieron experiencias y anécdotas.

  “Al final, queda claro que el mejor humor cordobés fue santafesino”, dijo Cris desde la provincia mediterránea para el festejo generalizado. Pero no todo fue evocación, también hubo proyectos. “Acordate que el viernes tenemos que encontrarnos en lo de Caloi”, les recordó a todos el Negro. Y reivindicó el ocio no creativo que le permite gestar amistades entrañables en una mesa de café.

  Como para el Negro la amistad es cosa seria se le pidió alguna referencia a sus cófrades famosos, como Serrat, a quien llama Juan con toda naturalidad, o como Joaquín Sabina, con quien cruza llamados telefónicos para ponerse al día. A la hora de explicitar el concepto amigo, se puso serio.

  Mientras el programa avanzaba en la casa de Fontanarrosa, en la radio se recibían llamadas por decenas. En los cortes publicitarios, la charla no cesaba. Así, hubo referencia a su participación en la película de Fito Páez, “De quién es el portaligas”. También contó que no le gustan los programas polémicos de televisión y que prefiere los canales de documentales, siempre y cuando no haya partidos de fútbol en vivo. El linaje de su apellido, la familia. la niñez, la primaria y los sueños, complementaban las salidas al aire.

Moderadamente optimista
“Si, sigo con ocho jugadores, pero lo bueno es que no perdí ninguno más”, dijo el Negro sobre su salud. Y para el disfrute general acotó que “no echaron a ninguno más, lo que implicaría retirarse de la cancha aunque tampoco agregaron ningún suplente”, explicó. Y adelantó que se está “reacomodando en un proceso largo, difícil y complejo” que enfrenta “con un par de tratamientos que me tienen moderadamente optimista”, dijo.

  “El trabajo lo sigo manteniendo gracias a los progresos de la tecnología porque un amigo que digitalizó mi tipo de letra y para escribir, dicto”, relató. También probó dictarle a la computadora, utilizando un programa especial, pero no dio resultado. “Le dicté Newell's Old Boys y la máquina escribió el viejo boys, así que ahora le dicto a mi asistente”, dijo provocando las últimas risas del programa. Sin pretensiones, después de escucharlo, se puede dar una respuesta a la incógnita que planteó en uno de sus textos cuando lo tituló, “No sé si he sido claro”. Si, maestro, clarísimo.


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El Negro habló de sí mismo, de su presente y su carrera.



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