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 sábado, 12 de agosto de 2006  
"Qué público de porquería" se presenta en Rosario el 19 y 20
Luis Pescetti: "A los chicos hay que hablarles y oírlos en serio"
El escritor y compositor santafesino asegura que aún hay mucho por hacer por la expresividad en la escuela

Marcela Isaías / La Capital

"A los chicos hay que hablarles y escucharlos en serio", afirma con voz tranquila y segura Luis María Pescetti, escritor y compositor de canciones infantiles. La frase no es casual: llega luego de contar cómo piensa sus espectáculos para los niños.

El santafesino, nacido en San Jorge, radicado en Buenos Aires y con gran parte de su experiencia laboral cosechada en México y en España, estará ahora en Rosario el sábado 19 y domingo 20 de agosto para presentar su espectáculo "Qué público de porquería". Será a las 16.30 en el teatro La Comedia (cortada Ricardone y Mitre).

Si hay algo que distingue al autor de Natacha, Historia de los Señores Moc y Poc y La Mona Risa es su trabajo con el humor, "al que se llega a través de la sensibilidad, donde todos festejan y hasta pueden reírse de sí mismos". Esa base de humor unido a una escritura que se apoya en una filosofía de la vida cotidiana es la marca que hace de Pescetti un autor exquisito, único, pero sobre todo muy respetuoso de la infancia. Una razón más que atendible para recomendar a los papás y a las maestras a no perderse su espectáculo y llevar a los chicos.

-¿En qué consiste "Qué público de porquería"?

-"Qué público de porquería" está armado con la misma base que las demás presentaciones: hay juegos, chistes y canciones. Ese es un poco el alma del espectáculo. La otra parte del alma es tomar todas las situaciones sobre la infancia, la paternidad o la familia, en la que nos repetimos, nos preocupamos demasiado, dramatizamos, se trata de reírnos un poco de eso. Por ejemplo, de la madre angustiada porque el hijo no le come y el hijo que quiere manipular a los papás con sus caprichos. Todo es con humor.

-Muchos chicos llegan a tus espectáculos conociéndote primero a través de tus libros, y para otros las canciones son la puerta de entrada a la lectura. ¿Qué diferencia hay para vos entre componer una canción y una historia?

-Hay algunas historias que merecen que se las expliquen y desarrollen más. Otras que se concentren. Una canción, como un poema, es un latigazo, todo ocurre en cuatro o cinco estrofas. Una historia también puede ser una canción, depende de cómo se motivó, de cómo nació. Pero así es: cada una nace con su forma, cuando viene una idea ya lo hace con su forma.

-Tanto en las canciones como en los cuentos, los chicos festejan muchísimo tus chistes. ¿Es el humor la base de tu escritura?

-Siempre digo que al humor que a mí me interesa se llega a través de la sensibilidad, es decir no de gastar al otro, o desde un lugar de poder, desde un lugar en el que te reís del otro y del otro, del otro... No es el humor que me interesa, ese es el humor que produce acartonamiento en los demás y en uno. Es una mirada crítica que lo único que hace es paralizar a todos, inclusive al que lo hace. No me parece un humor interesante. En cambio, sí el humor en el que todos festejan y uno puede reírse de uno mismo porque se vio torpe en algo. Por ejemplo, en los shows se ríen y enganchan muchísimo las mamás cuando empiezan a hacer un monólogo sobre la manipulación de los chicos. ¿Y por que? porque se reconocen, y cuando uno se reconoce produce alivio.

-Una maestra mexicana dejó en tu página este mensaje: "El arte de trabajar con niños no es nada fácil, pero tú lo haces formidablemente perfecto, mi admiración y respeto". ¿Cuál es el secreto de tu arte?

-Son varios componentes. Por una parte, los chicos y el mundo infantil producen en mí el mismo encantamiento y el mismo buen cariño. Para mí es entrañable ese mundo, primero me conmueve a mí, después las canciones, el espectáculo en sí es conmovedor, pero yo soy el primer tocado. Luego, es una bocha de años de trabajar y estudiar, sino todo quedaría en los "ojos emocionados" y en las buenas intenciones. Insisto, son muchos años y de mucho trabajo. Además, entiendo que un principio básico es que los chicos no necesitan un ideal al cual dirigirse, sino muchos modelos con éxitos y fracasos. Y de esos modelos uno va escogiendo lo que quiere para la propia vida. Eso es central en mi trabajo.

-Muchos chicos aprenden de tus canciones y libros, ¿vos que aprendés de ellos?

-Lo primero que aprendí de los chicos es la alegría. Hay una forma de presentación de los chicos que se da con mucha energía y mucha alegría. Ese fue el primer estímulo que recibí de los chicos: la alegría y la energía, es decir la exaltación feliz. La segunda cosa que aprendí fue a ser más delicado, más cuidadoso cuando hay salas llenas de chicos, que a veces se asustan; hablo de los espectáculos en general. Y lo que ahora estoy aprendiendo está más relacionado con los más chiquitos y bebés, que a veces en un espectáculo se duermen, a veces se despiertan y participan, a veces lloran... Eso antes me descolocaba, ahora aprendí a transmitir con calma y tranquilidad. El otro día en uno de los espectáculos un bebé se largó a llorar, enseguida percibí un movimiento, era la madre saliendo de la sala con su hijito. Entonces paré el espectáculo y le dije: "No, no te vayas. El bebé está llorando, tengamos paciencia, los bebés lloran, después se calman, este es un espectáculo infantil". Fue instantáneo: el bebe paró de llorar, no por mis palabras sino porque la mamá se tranquilizó. Esto es lo último que estoy aprendiendo: a tener otra escucha.

-Eso implica una mirada respetuosa hacia la infancia. ¿Pensás que tu trabajo puede contribuir para mostrar otra idea, otra mirada de los chicos?

-Yo no lo hago para darle cátedra a nadie, sino porque aprendí de mi propia necesidad de hablarles así a los chicos. Pero sí siempre que uno hace una canción, un libro, un espectáculo estás diciendo "este es el territorio que yo propongo". Creo claramente que a los chicos hay que hablarles y oírlos en serio.

-¿Y qué pasa con la escuela, donde aún se repiten viejos esquemas y hay mucho por hacer en materia de clases de música?

-Sí, hay mucho por hacer, pero diría que con la expresividad en la escuela. No sólo con la música, sino también con las clases de lengua, de plástica... En realidad la escuela está haciendo lo que puede, atajando 20 pelotas de la crisis social. La escuela también crece como todos, aprende con sus propios pasos, de acuerdo a lo que le permiten las leyes, las autoridades y también los papás. Pensemos que la expresividad no quiere decir que un chico se pasee por un escenario repartiendo florcitas. No es lo bonito, sino que quiere decir que alguien reconozca una experiencia que lo conmovió y sepa transmitirla a los demás. Encontrar la propia voz y la manera de contar las propias experiencias te cambia la vida.
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El autor de temas infantiles Luis María Pescetti confiesa que de los chicos aprendió la alegría y a tener otra escucha.

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Santafesino, músico y escritor


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