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viernes,
23 de
junio de
2006 |
Segunda jornada del juicio en La Plata
El relato de una testigo
que sobrevivió a la tortura
complicó a Etchecolatz
Según su defensor, el ex oficial de la Bonaerense, mano derecha de Camps, está al borde de la muerte
La defensa del represor Miguel Etchecolatz, quien no asistió ayer al segundo día del juicio en su contra, advirtió que su cliente está al borde de la muerte y debe seguir con arresto domiciliario, mientras la primera testigo que declaró acusó al ex jefe policial por las vejaciones que sufrió cuando estuvo detenida durante la dictadura.
La primera testigo fue, en realidad, una de las querellantes contra Etchecolatz, quien se desempeñó como director general de Investigaciones de la Policía Bonaerense durante el gobierno militar.
Se trata de Nilda Eloy, quien le contó al Tribunal Oral Federal Nº1 de La Plata cómo fue detenida ilegalmente en 1976 por un grupo de tareas encabezado por Etchecolatz. Y dio cuenta de los tormentos que sufrió durante los tres años en los que estuvo cautiva en distintas prisiones clandestinas que funcionaron bajo la responsabilidad del imputado.
Tras mantener silencio el primer día del juicio, Etchecolatz eligió no estar presente en la segunda jornada y se quedó en su casa de la zona del Bosque Peralta Ramos, en Mar del Plata, porque -según se admitió- no es "imprescindible" su asistencia.
El martes, cuando empezó el proceso, se desató una polémica porque el ex jefe policial tenía un arma en su casa, pero el presidente del tribunal, Carlos Rozanski, aclaró que en la noche de ese mismo día la familia del acusado entregó la pistola Browning a la Departamental Mar del Plata.
Pero la querella, con el aval del fiscal Carlos Dulau Dumm, pidió investigar al juez que permitió que un condenado a 23 años de cárcel como Etchecolatz pudiera tener un arma en su poder, advirtiendo que "los presos de alta peligrosidad como él no pueden tener armas". La querella resaltó además que el acusado es un "genocida, psicópata, perverso, agresivo y destructivo para sí y para otros".
El abogado defensor, Luis Boffi Carri Pérez, respondió que el arresto domiciliario "no significa estar en libertad" y reseñó que, de hecho, su cliente "sigue privado de ella".
"Etchecolatz, de 77 años, padece una enfermedad terminal, está muy enfermo, incapacitado, no puede ser peligroso para sí ni para otros; en la audiencia del martes se descompensó en tres oportunidades, tuve miedo de que se me muriera aquí", expresó ante los comentarios irónicos de los asistentes al Salón Dorado de la Municipalidad de La Plata, donde se sustancia el proceso.
Los jueces Rozanski, Horacio Insaurralde y Norberto De Lorenzo comenzaron a juzgar el martes pasado a Etchecolatz por la muerte de Diana Esmeralda Teruggi; la privación ilegal, torturas y homicidio de los desaparecidos Patricia Dell'Orto, Ambrosio De Marco, Nora Formiga, Elena Arce y Margarita Delgado, y los secuestros y tormentos de los sobrevivientes Jorge López y Eloy.
Espeluznante
Eloy, querellante y primer testigo del juicio, relató ayer que el 1º de octubre de 1976 un grupo de tareas encabezado por Etchecolatz llegó a la casa de sus padres y se la llevó hasta el centro de detención ilegal conocido como La Cacha, en Olmos.
También identificó a Etchecolatz, por la voz, como la persona que la interrogó cuando fue llevada a una dependencia de ese centro con los ojos vendados.
La mujer, que tenía 19 años, contó que la llevaron a varios centros clandestinos, como El Pozo de Quilmes (donde se encontró con Emilse Moler, sobreviviente de "La Noche de los lápices", quien también declaró) y El Vesubio, donde dijo que vio cómo "crucificaban" a una joven paraguaya de origen alemán.
"Fui torturada, atormentada, vejada y sometida a simulacros de fusilamiento; mi cuerpo estaba negro de las quemaduras y sólo eventualmente nos asistía un médico que nos ponía (crema) Pancután más para manosearnos que para curar nuestra heridas", narró Eloy, con la voz quebrada. Añadió que luego fue llevada a la cárcel de Villa Devoto, desde donde recuperó la libertad en 1979.
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