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 viernes, 23 de junio de 2006  
Editorial
Discursos que siembran semillas

Las palabras pronunciadas por Scioli, Bielsa y Lifschitz durante el acto por el Día de la Bandera entregan ricas perspectivas del presente nacional y permiten avizorar una dirigencia política distinta, capaz de cimentar la eficiencia en el ejercicio de la función pública desde una plataforma sólida de ideas.

Se sabe: la imagen y la palabra de los dirigentes políticos argentinos está devaluada. A pesar de que la gestión presidencial de Néstor Kirchner ha restablecido la tan necesaria noción de autoridad -destruida durante el interregno delarruista- y de que el país ha comenzado a ascender la larga cuesta que le permitirá emerger finalmente del abismo, el extendido desprestigio que alcanzó sus cotas más elevadas en diciembre de 2001 continúa, si bien indudablemente atenuado. El pasado martes se celebró en esta ciudad el Día de la Bandera, y aunque la ausencia del presidente de la Nación y el gobernador santafesino con motivo de su viaje a España fue la comidilla de la jornada, la presencia de Daniel Scioli, María Eugenia Bielsa y Miguel Lifschitz se vinculó con tres mensajes donde las palabras no funcionaron como vehículos de la mera formalidad, sino como emisarios de ideas capaces de enriquecer el debate.

Los tres -vicepresidente de la Nación, vicegobernadora de la provincia e intendente rosarino- son parte de una generación que ha venido a renovar los aires envejecidos del metafórico desván que contiene a la bien llamada "clase" política. Cada cual desde su propio lugar -tanto partidario como ideológico- pueden ser discutidos por sus posiciones, pero difícilmente cuestionados por su idoneidad. Representan el mejoramiento de un paradigma que la Argentina demanda como el agua, donde la eficiencia en el ejercicio de la función se nutra de una visión de la cosa pública que exceda el nivel de la coyuntura.

Scioli dejó bien claro el sitial privilegiado que ocupa Rosario tras la instauración del nuevo modelo económico. "Es estandarte en el país del desarrollo, el progreso y la cultura", señaló, y después enumeró los sectores en los cuales se ha depositado la esperanza en la construcción de un país nuevo, capaz de sustituir la especulación por el trabajo y la recesión por la reactivación que procura lograr el pleno empleo: "Nunca se hizo tanto en tan poco tiempo gracias al esfuerzo de los sectores productivos, del campo, de la industria, la ciencia, la tecnología y la cultura".

Bielsa le otorgó a sus palabras la proyección profunda que posee la palabra utopía y recordó el modo en que se mancillaron símbolos y palabras durante la perversa dictadura militar que arrancó el 24 de marzo de 1976. Y utilizó cuatro precisos adjetivos para definir el deseo que imanta su búsqueda: "Una patria integrada, productiva, inclusiva y justa".

El intendente Lifschitz recordó la inmensa deuda social que aún resta pagar y planteó los límites posibles del proceso de recuperación de la economía que se está viviendo en el presente: "La exclusión, producto de los modelos económicos aplicados en décadas anteriores, constituye el desafío más importante, ya que concentra más de ocho millones de argentinos. El crecimiento económico y la generación de empleo no son suficientes para romper la barrera de la marginación cuando adquirió semejante escala".

El rumbo de los actos de Estado necesita la brújula que significan las ideas claras.


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