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 domingo, 18 de junio de 2006  
[Lecturas]
Historia de un militante que se volvió ejemplar

Silvia Carafa / La Capital

Biogarfía. Augusto Conte, Padre de la Plaza, de Néstor Vicente. Galwerna, Buenos Aires, 2006, 160 páginas, $ 22.

"Augusto Conte, Padre de la Plaza" es un relato casi épico de la génesis y consolidación de la lucha por los derechos humanos y la recuperación de la vida política del país, a través de los tramos más fuertes y dolorosos de la vida de este dirigente social, al que según quienes lo conocieron "le dolían las cicatrices ajenas". El autor del libro, Néstor Vicente, hilvana acontecimientos, testimonios y su propia mirada sobre los años 70 y 80, en un relato preciso y cálido pero sin exaltaciones.

Es el propio autor quien define que el objetivo de su obra es un aporte a la memoria colectiva. Y desde el sentir, aclara un dato insoslayable a lo largo de las páginas del libro: es un homenaje a la figura de Augusto. "Me debía la posibilidad de volver a caminar con él esos tiempos dramáticos y también los momentos del inicio de la democracia, donde compartimos los sueños de un país diferente", dice.

De lectura ágil y convocante, el libro que editó Galerna se estructura en siete capítulos y una posdata sobre el mismo eje que vertebró la vida de Conte a partir del 7 de julio de 1976, la desaparición de su hijo Augusto María, militante peronista. Esos momentos de drama brotan desde un dolor inconmensurable, en el capítulo "El tesoro robado". Es que Conte nunca se perdonó haber insistido para que su hijo cumpliera con el servicio militar, lugar donde desapareció sin dejar rastros.

"La vida de Augusto tiene un antes y un después de la desaparición de su hijo", explica Vicente, que presentó su obra en Rosario en un acto al que asistieron protagonistas locales de aquella lucha. Emocionados y atentos, los presentes respaldaron los prólogos de Gabriel Monserrat y del profesor Iván Hernández Larguía quienes antecedieron al autor en la palabra.

"Asumí esa tarea con mucho cariño porque la figura de Augusto Conte había quedado un poco al margen de la historia y eso me parecía injusto, porque es una de las figuras más puras del devenir político del país", explicó Hernández Larguía. Y resaltó que el libro escrito por Vicente tiene dos terrenos bien definidos, por un lado hay una carga afectiva muy fuerte, una memoración, y por otro, un recorte preciso del perfil político de Conte. También recordó que después de su amistad juvenil con Conte, volvieron a encontrarse en la lucha por los derechos humanos.

El libro se completa con los capítulos "En el nombre del hijo", "Milicos cuidado" y "Conte diputado", a través de los cuales Vicente condensa la vida de Conte como luchador por los derechos humanos en los distintos organismos y del propio Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels), organismo que colaboró a fundar.

En el texto tampoco están ausentes las tensiones y contradicciones de Conte desde su lugar de origen en la vida política argentina, la Democracia Cristiana, hacia las otras instancias partidarias a las que adhirió en el último tramo de su vida. Sin pasar por alto la pasión y la entrega con la que asumió su banca en 1983, llevando un objetivo no negociable: constituir una comisión bicameral para investigar las violaciones a los derechos humanos cometidos por la dictadura militar. Además, buscaba la consolidación de un proyecto de país que nunca alcanzó a percibir en la realidad.

Justamente el desencanto por la forma que asumió la vida política del país, que para Conte se vació de la utopía que recuperó a la democracia, fue erosionando su salud hasta el suicidio, en 1992. Vicente recoge estos tormentos de quien fue su amigo en páginas conmovedoras que reflejan el numen de aquellas dos décadas, militancia y pasión.

A través de los relatos de protagonistas de la lucha por los derechos humanos de las décadas del 70 y 80, Vicente fundamenta el título de su obra: si la Plaza tiene Madres, la figura del pater la encarna Conte, con luchadores emblemáticos como Emilio Mignone, entre otros.

Pero más allá de fundamentar la densidad de ese compromiso, el autor rescata un perfil sólido y sin fisuras como sustrato del coraje y de la lucidez que todos admiraron en Conte: era un enamorado de la inteligencia. Y aporta dos datos de peso, Sostiene que fue Conte el primero en dar estatus de sujeto político a los detenidos desaparecidos y que colocó claro sobre oscuro al señalar que era el mismo Estado Mayor el que diseñaba las estrategias que la dictadura militar aplicaba a través de las distintas Juntas.

"En aquel entonces algunos padres solían decir que sus hijos no habían hecho nada, pero Augusto incorporó lo contrario, habían hecho algo, y por eso desaparecieron, habían pensado en un país con justicia, libertad, trabajo y capacidad de reparto de sus riquezas", rememora el autor.
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Por los derechos humanos. Augusto Conte, en uno de los tantos actos en que participó.

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