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domingo,
14 de
mayo de
2006 |
Nota de tapa: Noches mágicas
La memoria ambulante de los circos
Roberto Maldonado y Miguel Angel Méndez atesoran un singular archivo sobre los circos que pasaron por Rosario. Una historia no contada
David Nahon
Los coleccionistas, que gustan de organizar, resultan a veces personas inclasificables. Una colección es el vehículo por el cual una pasión permanecerá presente posibilitando mantener vivo algún recuerdo, reeditando el placer que evoca aquello que se decidió no olvidar. Una compilación no es igual a otra y esa elección revela la naturaleza de la intención de coleccionar. Disponer de tal o cual objeto para una colección señala que tener o juntar no es lo mismo que coleccionar y que coleccionar es un acto de amor. Y como en el amor, sólo es precioso aquello que no tiene fin.
Roberto Maldonado, de 71 años, historiza y recopila las trayectorias de las familias circenses en la Argentina. Construye una genealogía de las distintas compañías a través de los años y atesora, junto a su sobrino Miguel Angel Méndez, una de las colecciones más grandes dedicadas a este fin. Su casa es un espacio fascinante donde las paredes están atiborradas de afiches, volantes y todo el material posible que compone la experiencia en un circo.
Todos guardamos algún recuerdo, ellos parecen haberlos conservado todos. En sus memorias, Maldonado evoca la llegada del Circo Norteamericano a Rosario, en el espacio donde hoy se emplazan los Tribunales, por aquel entonces un terreno baldío. "Yo empecé a los diez años a meterme en los circos, en esa época había circos de segundas partes -dice-. Segundas partes era que había dos o tres números de circo y lo demás eran obras, por ejemplo «Juan Moreira», «El conventillo de la Paloma». Eso era todo local, es decir, circos muy chicos compuestos por una familia entera".
La década del 50 señaló un cambio. "Empezaron a venir los circos de primeras partes. Primero era un espectáculo de circo donde actuaba un malabarista, un trapecista, seguía lo cómico y el teatro. Eran circos chicos, de barrio, para 200 o 300 personas. Actualmente queda uno solo con esas características: la primera parte es todo circo y en la segunda pasan «Los colimbas se divierten» o una comedia, tiene un escenario donde hacen una representación".
Maldonado guarda registros que se volvieron inhallables. "Tengo los programas sábanas, como le llamaban antes, que se repartían mano a mano cuando se hacían las promociones por la calle. Le llamaban el bando, iba el carro parlante por las calles con todos los animales y los payasos a repartir los volantes", dice.
Entre los circos que visitaron Rosario recuerda al Mexican Circus. Corría 1944 y se instaló en Pellegrini e Italia; en pleno espectáculo una hiena atacó al domador, que era el dueño, y le mordió la pierna.
Los circos, como todo aquello que se mantiene en el recuerdo, antes eran maravillosos. "Aquí venía el Circo Norteamericano en el año 55 y presentaba todas las atracciones de Europa, por ejemplo trajo por primera vez patinaje sobre hielo bajo carpa, las aguas danzantes, figuras internacionales como los acróbatas Capri & Hurban, la trapecista Nina Carcouva, todos números extranjeros que venían a calle Moreno y Cochabamba".
"En ese local -sigue Maldonado-, que era municipal, le daban permiso a los circos y venían siete u ocho compañías todos los años. Pero el Norteamericano era el más grande en esa época, tenía la carpa mayor y dos carpas menores, en una estaban los animales sanguinarios y en la otra los animales con pezuñas. La carpa mayor era impermeable, de lona alpargata, y las butacas eran todas con fundas y numeradas. Hoy ese circo ya no existe más, quedó una parte con un sobrino en Brasil, pero ya no tiene nada que ver".
En estas memorias perduran artistas excepcionales. "Aquí vino también Camacho, un hombre que estaba en el Circo Sudafricano, por el año 50, y que medía 2.30 metros y calzaba zapatos Nº 45. Lo exhibían como gran atracción. También estaba el Circo de Liliputienses, todos eran enanitos. Más tarde se fueron muriendo o se dispersaron por los circos y nunca más se vio algo así"
Para definir qué es un circo, Maldonado opina que son parte de la cultura, un espacio donde todo se mantiene en estado puro. "Un empresario que traía circos a la Argentina, me decía: «En un mundo donde el espectáculo está basado en la violencia, sexo y pornografía, el circo se quedó puro, puro como una poesía, demostrando ser el espectáculo que todo padre quiere encontrar para divertirse con su familia»".
El saber de los artistas es un legado que perdura a través de las generaciones. "Los circos tienen una estructura de aprendizaje de maestros, transmisión de mayores a jóvenes que son entrenados y cuando están listos dan una primera función en el circo de su instructor y luego salen a buscar su propio circo. En general, los padres enseñan a los hijos y estos se quedan en el circo de la familia y continúan la transmisión de los trucos que a veces vienen de tres o cuatro generaciones".
Tradición y cambio
Roberto Maldonado contagió su afición a su sobrino Miguel Angel Méndez, que rememora la fascinación producida por ver a su tío rodeado de variopintos personajes del circo. "A nosotros -advierte- nos interesa investigar la historia de la familia circense argentina. Los apellidos se van mezclando, porque sus integrantes se van casando, otros se mueren o dejan la vida de circo para siempre. Los hijos también sacan sus propios circos y se va agrandando la familia. Además se van desmembrando porque los chicos crecen y quieren sacar su propio circo"
Méndez cita el caso de los Yovanovich. "Hay alrededor de 8 o 9 circos de la familia girando por Argentina, son ya los hijos de sus hijos. En este momento hay 67 circos en Argentina, pero muchos son pequeños. Un circo se arma con una familia que tiene varios hijos, cada hijo hace un número y cada familia se vincula con otras para hacer la función. Con que tenga payaso, malabarista, contorsionista y un trapecio sencillo, un circo chico ya puede funcionar. Van por los pueblos chiquitos y así van creciendo".
Otro ejemplo es el de la familia Loyola, de General Cabrera, Córdoba. "Cada uno de sus integrantes hace algo, uno se disfraza de Barny, otro tiene un numero con cama elástica -sigue Méndez-. Cuando el empresario es más grande contrata familias. Antes era distinto, se contrataba al artista que hacía el número y se volvía a Europa. Venía el domador -se le decía capitán- con sus tigres y era contratado por la temporada. El tipo salía a representar, era una personalidad".
El recurso de las familias se explica también en términos económicos. "Imaginate la cantidad de casas rodantes que había antes, una por cada artista. Ahora un circo si tiene cinco casillas rodantes es mucho, antes llevaba camarines, ahora tienen casillas con hidromasaje, con tecnología, parecen departamentos".
Méndez destaca que muchos dueños de circos prefirieron instalar parques de diversiones. "Es más redituable, y menos sacrificado que el circo. El parque es la inversión en las máquinas y después nada más, no tenés gasto de artistas".
Señores payasos
La vida intensa de los circos nunca los atrajo al punto de partir con alguna compañía. Ambos acuerdan en lo difícil de la vida en los viajes y también acerca de los prejuicios que sufren los integrantes de los circos. Para ellos, se trata de coleccionar y disfrutar. En sus propias palabras, aseguran haber visto suficientes complicaciones: recuerdan a los cirqueros desarmando las carpas bajo la lluvia, o a veces detenidos bajo una tormenta sin poder montar el espectáculo durante semanas.
En cambio ambos comparten exaltados anécdotas y pequeños reminiscencias, emitiendo exclamaciones de entusiasmo a cada comentario y reviviendo en sus memorias desde su infancia hasta ahora, más de 60 años en los que tío y sobrino decidieron emprender una devoción que los acompañaría el resto de sus vidas y por la que, más de una vez, renunciarían hasta a comer si fuera preciso.
"En el circo hemos visto de todo -dice Maldonado-. Casamientos, cumpleaños, duelos. Los casamientos eran en la pista, se ponía el altar en la pista, venía el cura y casaba a la pareja. Y ahí mismo cuando se iba el cura se hacía la recepción, igual que los cumpleaños; se espera un día lunes que no trabaja el circo y se hace la reunión.
"También vimos accidentes. Aquí, en el año 1952, estando el circo de los hermanos Rivero, uno de los trapecistas se cayó, dio contra los cajones de la pista y se mató. Y ahí lo velaron. Ese mismo circo trajo al año siguiente La Pantomima Acuática: llenaban toda la pista del circo con agua y ahí trabajaban los enanitos Nicolita y Conchita. Hacían la pantomima de una historia de amor sobre un puente y al final, con una cachetada, los dos se caían al agua".
El drama y la comedia son en el circo las caras de una moneda."La parte romántica la podés encontrar en un payaso viejo. Vos te ponés a hablar con un payaso viejo y la filosofía, la experiencia de vida que tienen es increíble. El chileno Pitito, Toto, Agapito eran señores payasos. Ni un ademán obsceno, ni una palabra fea, nada, sabían manejar el público. Estaba Poppof, el de los rusos, Chalequito, Medio kilo, Firulete, que murió hace un año. Vos encontrás payasos ahora, pero no los recordás."
Los circos, por su particularidad ambulante, no conservan nada. De su paso por una ciudad o pueblo sólo se llevan la recaudación y allí es donde tío y sobrino pasarán a integrar el elenco de los circos formando un archivo valioso para quiEn abandona todo detrás suyo. A partir de su devoción, reconocida por los patrones de circo, la necesidad de algún registro o el requerimiento de espacio donde montar el espectáculo siempre es motivo para ser consultados.
"Hace unos años -recuerda Méndez-, los dueños del circo Holiday buscaban dibujos de payasos para pintar en las carpas. Fuimos con las cajas y se quedaron toda la noche viendo las imágenes de su propio circo, que ellos ya no tenían. Nosotros somos el archivo que el circo no junta."
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Fotos
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Los animales en vivo eran una de las atracciones principales del Circoscope Americano.
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