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 viernes, 21 de abril de 2006  
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Un 21 de abril...

Guillermo Zinni / La Capital

1918: Muere el “Barón Rojo”, el legendario piloto alemán

El célebre piloto alemán durante la Primera Guerra Mundial Manfred Freiherr von Richthofen, el legendario Barón Rojo, nació en la ciudad de Breslau el 2 de mayo de 1892. Hijo de una familia aristocrática prusiana, como era mucho mejor atleta que estudiante quiso hacerse oficial de caballería. Pero como los avances técnicos habían eliminado la importancia de la misma se interesó por la aviación. En 1916 entró en la fuerza aérea alemana y luego de sólo haber recibido 25 horas de instrucción consiguió éxitos inmediatos: con su primer avión Albatros provocó seis derribos dentro de un mismo mes, y antes de que pasara un año recibió su primera Blauer Max, la medalla al mérito más codiciada por entonces. Su fama iba en aumento cuando decidió pintar su avión Fokker de rojo, desafiando los conceptos de camuflaje para burlarse del enemigo. Su precisión, destreza y osadía hicieron que los ingleses lo llamaran El Barón Rojo y los franceses El Diablo Rojo. Envalentonados con el poder psicológico del mito que se iba formando a su alrededor, sus compañeros de equipo -el XI Escuadrón de Persecución, al que llamaban "el circo volador de Richthofen"- también pintaron sus aviones de rojo, y hasta algunos ingleses volaban con marcas rojas en su fuselaje para indicar que deseaban cazar al famoso Barón. Durante los meses de mayo y junio de 1917 no realizó vuelos y se dedicó a disfrutar de su fama, compartiendo el vino y la mesa con el Kaiser y otros dignatarios. A comienzos de 1918 comenzó a volar en un Fokker triplano, con el que el 12 de marzo de ese año derribó al primer enemigo y en las siguientes cinco semanas a quince más. Luego de obtener un total de 80 victorias, el domingo 21 de abril de 1918, volando en territorio francés, apareció en el horizonte de su mirilla la víctima número 81 y comenzó la cacería. Wilfred May, un piloto canadiense de la RAF que apenas sabía volar enfrentó con osadía al Barón, pero se le atascó la ametralladora. Su terror e inexperiencia hicieron que huyera del alemán con un vuelo tan errático que hacía imposible apuntarle y por lo que el Barón, contra su costumbre, lo siguió por demasiado tiempo a baja altura y sin cuidarse las espaldas. En esas circunstancias otro piloto canadiense lo sorprendió con un disparo en el pecho. Las tropas inglesas lograron rescatar el cuerpo del Barón y lo enterraron con honores militares en Francia, y después de la guerra su cadáver fue trasladado a Alemania.
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