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miércoles,
19 de
abril de
2006 |
Adolescencia y alcoholismo
Acuerdo con la carta de la señora Susana Fonseca, y agrego: el sábado pasado, a las 6, me despertaron los gritos de jovencitas que peleaban y emitían sonidos, nacidos en sus estados de inconsciencia. Recordé sus llamados dominicales consultando ¿cómo era el nombre de la pastilla del día después?, y yo repreguntando, para incluir la lógica: ¿te pusiste de novia? "No, ni sé como se llamaba el flaco, estaba tan borracha", era la respuesta. A esta hora y a esta edad, la memoria, me trae con frecuencia fracasos y tristezas. "No podés luchar contra molinos de viento", me decían todos. Ninguna observación ni estadística, de "accidentes" u "homicidios", embarazos no deseados, enfermedades de transmisión genital, discapacidad física y psíquica, ausencia escolar, rupturas afectivas, convencían a los que tenían en sus manos los poderes perceptivos. ¿Qué podés hacer contra un Miguens Bemberg que nos representó en la "Cumbre de ricos" del 2003 (convocada por el mexicano Carlos Slim), donde analizaron: "El insustituible papel que tienen en el desarrollo de los países de la región"? Ahora, vendieron su negocio a la cervecera más poderosa del planeta (factura 14.000 millones) y recibirán en efectivo, l.200 millones, completando la venta, iniciada en el 2002. Cuando uno calcula cuántos niños se alimentarían y educarían con esas sumas siente más impotencia que locura quijotesca. El 31 de agosto de 1999, gracias a la diputada Liliana Lissi, firmaron representantes de varios partidos algunas de mis estériles frases en el expediente Nº 4797-D-99, que terminó en las comisiones de Acción Social y Salud Pública, Deportes y Drogadicción. Comenzaba con el artículo: "Queda prohibida toda publicidad directa o indirecta de bebidas alcohólicas, cualquiera sea su graduación, en espectáculos deportivos en los que se admita la presencia de menores". Me pregunto, si se podría aplicar a la publicidad que inevitablemente emitirán en los partidos del Mundial dentro de las escuelas. A pesar de todo, creo que hay algo más poderoso que el dinero, la trama tejida por padres, abuelos, pediatras, docentes y publicistas, para enseñar a los niños los instrumentos que los defienden contra consumos violentos. Al menos, al "mercado", les sería difícil negociar los estados de conciencia y no desecharíamos la capacidad humana de "inteligir", que tanto sirve para vivir y convivir, en estado de libertad.
Mirta Guelman de Javkin
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