Página Solidaria
Año CXXXVII Nº 49078
La Ciudad
Política
Economía
La Región
Información Gral
El Mundo
Opinión
Escenario
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Salud
Página Solidaria


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 09/04
Mujer 09/04
Economía 09/04
Señales 09/04
Educación 08/04
Salud 05/04
Estilo 18/03
En el aula 18/03

contacto

servicios
Institucional


 miércoles, 12 de abril de 2006  
Dictan talleres de poesía en la cárcel de encausados
Los detenidos ya editaron tres libros. Este año, siguen con las clases y van por más

Clarisa Ercolano / La Capital

“Apoyo mi rostro sobre líneas avasallantes, sombra ya devuelta a la luz vigilando un ocaso ensordecedor. Flor otoñal prestando su mirada al rasguño de mis labios. Nuestro eclipse se detiene, incitando el tiempo a seguir”. De esta manera, Leonardo, interno de la Unidad de Detención III de Rosario, se expresa. Lo hace en el marco del taller de poesía “Rincón de Soledades” coordinado por la profesora Susana Valenti y realizado con el respaldo del Ministerio de Cultura y Educación de la provincia de Santa Fe.

  Al igual que Leonardo, un grupo de veinte internos se reúnen todos los miércoles para dejar volar sus ideas y soltar las palabras, tan mágicas que hasta consiguen tapar la humedad y el frío del salón, precario, pequeño, con paredes blancas y dos pizarrones viejos como única decoración.

  “Acá no existen las causas penales” dice Valenti para explicar que la idea del taller se basa en compartir, en componer individualmente o entre todos con consignas o sin ellas, poesías, textos y escritos.

  Ya son tres los libros editados por los chicos del penal. El último, “A centímetros del día”, describe sólo con su título la vivencia de estar privado de la libertad. Son eso, centímetros, unos pocos metros los que los separan del día de todos los días, unos centímetros o metros, un par de portones con rejas y trabas cercados por guardias y algunos pasillos donde aguardan, ordenadas sobre un banco, las esposas que servirán para trasladar a nuevos detenidos. Después, el día afuera del penal, la libertad.

  Los internos muestran ansiedad, la mayoría son jóvenes pero hay un par que los doblan en años. Ahí no se nota, las ganas por mostrar los trabajos, por leer, por aprender, son iguales.

  Se inicia la clase y Borges o Cortázar empiezan a deambular entre los paredones apáticos, el ambiente cambia, las palabras comienzan a salir desde el primer instante en el que Valenti escribe en la pizarra: “Historia de la noche”, y pide a sus alumnos que reescriban la frase. La emoción y el gusto de cada uno transforman el espacio. Las miradas atentas no quieren perderse un solo detalle.

  “La libertad es un estado de ánimo”, explica uno y sigue escribiendo. Valenti pone especial dedicación en sus alumnos, la mueve la sola idea de acercarles algo tan especial e importante como la escritura, quizá la única herramienta que tengan para evadirse de su monótona y penosa rutina, que les regala pocos momentos de regocijo.

  Es día de visitas en el penal y se escuchan voces de chicos y de mujeres; cada tanto, alguno se para en la puerta y escucha la clase.

  Cualquier cosa sirve para empezar a redactar, un puente, un gato y los diccionarios y citas literarias que Valenti presta a sus alumnos.

  Sueños, oscuridad, sangre y libertad son temas comunes, recursos usados una y otra vez.

  “La distancia se alzaba vislumbrando un arco antiguo. Más allá un puente se abría en el paisaje. Allí la leyenda contaba que sobre el arroyo se reflejaban gemidos sumergidos”, escriben.

  “Acá todo vale, esto es ficción y cualquier cosa puede suceder”, recuerda la profesora abriendo la puerta del sueño. Y siguen los nombres, Orozco, Pizarnik y Neruda, para motivar a este grupo que no conoce límites a la hora de crear. De repente, sobreviene el recuerdo de Cacho. Cacho era un interno, salió en libertad y termino con un tiro en el pecho: “Las voces de los que salieron también están acá”, recuerdan.

  Y uno agrega: “Este es un espacio de resistencia a la marginalidad”. Se apoyan mutuamente, se expresan, metabolizan sus sentimientos y de a ratos consiguen lo que les falta, liberarse, “salir de todo esto”, cuentan.

  La clase llega a su fin y nadie quiere irse sin que su poema sea corregido, todos quieren la opinión de su maestra para poder participar del próximo libro, que saldrá este año y que les permitirá mostrarse ante la sociedad para que los vean de otra manera. Muchos, víctimas de un sistema que les dio vuelta la cara y les cerró casi todas las opciones.

  Los cuadernos se cierran, otra vez el pabellón, la soledad compartida, la sopa aguachenta y las rejas. Pero esta vez tienen algo, las palabras, los sueños, las fantasías; esta vez y todas las veces, se van con ellos.


enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
Todos los alumnos quieren participar y mejorar sus escritos.


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados