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 domingo, 19 de marzo de 2006  
[La primera nieta recuperada]
Con la verdad de origen
A los 4 años Tatiana Ruarte presenció el secuestro de su madre, en Villa Ballester. Entregada a padres adoptivos, En 1980 fue localizada por Abuelas de Plaza de Mayo

Rodolfo Montes / La Capital

El 20 de octubre de 1977, cuando tenía 4 años, Tatiana Ruarte se quedó sola en una plaza junto a su hermana -una beba de 70 días-, mientras miraba cómo los represores de entonces encapuchaban y se llevaban a su madre. Para siempre. Fue en Villa Ballester, partido de San Martín, y allí se quedó, en la plaza, varias horas, cuidando a su hermanita que yacía apoyada sobre un cantero de flores. Tatiana recuerda que "el sol se iba moviendo, porque caía la tarde".

Casi 29 años después, Tatiana Ruarte llegará al 24 de marzo disfrutando de una familia que se agranda: espera a su segundo hijo. El aniversario del golpe de 1976 la encontrará viviendo aliviada con su biografía, que aunque particularmente oscura, logró recobrar para sí. Psicóloga de profesión, fue la primera nieta encontrada por las Abuelas de Plaza de Mayo, en marzo de 1980, de una lista que hoy alcanza 82 nombres. Se presume que restan encontrar otros 400 nietos aún viviendo con identidades adulteradas.

Mirta Graciela Britos, la mamá de Tatiana y Laura Malena (que adoptó luego como nombre definitivo Mara Laura), vivía con Alberto Javier Jotar, su segundo marido y padre de la beba que perdió a sus progenitores a los 70 días de vida.

La madre, de 27 años, regresaba esa tarde de octubre de 1977 a su casa de Villa Ballester con sus dos hijas. Como se encontraron con un operativo militar en su cuadra -ya habían secuestrado a Jotar-, caminó hacia una plaza, tratando de escapar. Pero la siguieron. Mirta Britos alcanzó a darle un beso a sus hijas, a modo de saludo y despedida. Caminó unos metros hasta que los represores la atraparon, la encapucharon y la metieron por la fuerza en un auto.

"Nos quedamos un par de horas en la plaza, como esperando algo. Yo me acuerdo que el sol bajaba, habían pasado unas horas. Después nos llevaron a una comisaría e intervino un juzgado", reconstruye Tatiana, en su departamento del barrio de Caballito. Y agrega: "me acuerdo que en una comisaría me hicieron dibujar; se ve que querían sacarme información".

Al cabo de unas horas, las hermanas fueron separadas. Tatiana fue a parar a un orfanato, el Instituto Remedios de Escalada, en Villa Elisa, y Laura al Instituto Noel Sbarra, Casa Cuna, ambos en el partido de La Plata. Allí vivieron seis meses. "Yo era la más chica del lugar, a la noche venía la celadora, teníamos que ir a la cama y ya no se podía hablar ni una palabra más", dice Tatiana. El instinto de supervivencia, hizo, sin embargo, que tenga hoy "algunos buenos recuerdos del orfanato", y con una sonrisa desvía el sentido trágico de su biografía. "Hacía travesuras, jugaba bastante, aunque no sabía nada de la situación y no preguntaba", cuenta.

La carátula por el caso en el Juzgado Nº 2 de Menores de San Martín fue "NN / abandono en la vía pública". Y así ambas fueron ingresadas al sistema "legal" de adopciones. El juez a cargo, curiosamente, no se tomó el trabajo de averiguar si las chiquitas tenían familiares, ni cómo ni por qué habían sido "abandonadas".

En la investigación de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas, Conadep, se registraron testigos presenciales del secuestro de Mirta Britos. Pero nada dijo el expediente judicial sobre el tema. Mirta era de Córdoba, militaba en las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), una organización guevarista que en su última etapa se fusionó con el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).

-¿Por qué el juzgado de San Martín no investigó u ocultó deliberadamente la procedencia tuya y de Mara, para luego entregarlas a padres adoptivos de buena fe y no a padres apropiadores?

-Hay que entenderlo como un modo de colaboración global y genérica de las distintas instituciones del Estado -en este caso la justicia- con la represión. Es probable que el juez haya tenido la posta de dónde veníamos nosotras, y quiso "refundar" nuestras vidas colocándonos legalmente en manos de una familia que buscaba adoptar de buena fe, y que estaba técnicamente apta y habilitada. Y además lo hizo con un procedimiento formal transparente.

-Con cuatro años cumplidos, supongo que podrías decir muchas cosas. ¿El juez no se interesó?

-Nada de lo mucho que yo podía decir fue tomado en cuenta. Fue parte de la complicidad con la dictadura. Adopciones de este tipo, como la de nuestro caso, según los registros de Abuelas de Plaza de Mayo, fueron catorce. Todos los demás casos fueron directamente apropiaciones, por fuera de la justicia, anotados como hijos propios de la familia apropiadora, con médico trucho, acta de nacimiento trucha y demás. El plan de apropiación de los hijos, que llevaron a cabo los milicos, se ajustó con el avance de la represión y la organización de los centros clandestinos de detención. Al principio fue algo más caótico y ellos no tenían bien claro qué hacer con los pibes.


Identidad restituida
Hacia marzo de 1978, a seis meses de los secuestros de la pareja Jotar-Britos, Tatiana y Mara vivían separadas en los institutos de La Plata. Fue cuando aparecieron Inés y Carlos, "mis papás de ahora", los padres adoptivos de las dos hermanas. Ellos desconocían el origen de las hermanas porque el juzgado les presentó el caso como "abandono en la vía pública". El contacto inicial de Inés y Carlos fue con Mara, a esa altura de escasos 9 meses.

El juzgado no tuvo ninguna intención de dar en adopción a las dos hermanas juntas. Pero estando en el juzgado con Mara, mientras cumplía trámites, mamá Inés compartió una situación con una niña algo revoltosa que jugaba en el mismo lugar. La niña, Tatiana, le llamó la atención y entonces sucedió la infidencia de una empleada del juzgado, que al fin le reveló a Inés una parte grande de la verdadera historia: "esa otra nena que está ahí, es la hermanita de la beba que usted está adoptando".

A partir de ese instante, Inés y Carlos movieron cielo y tierra para lograr la doble adopción. Luego de las distintas etapas de adaptación y prueba que prevé la ley, lo lograron. El silencio inicial de la justicia dejó al descubierto su complicidad con los secuestradores. Ni siquiera era necesario -pensó el juez- extremar recaudos y borrar todo vestigio de la represión ilegal. Nadie iba a investigar el sistema de terror estatal. Tatiana "nunca iba a hablar", pensaron, y se equivocaron.

Lo que nunca debía ocurrir, ocurrió. Las Abuelas de Plaza de Mayo se organizaron, rescataron la partida de nacimiento y fotos de Tatiana, salieron en su búsqueda, y la encontraron. El 19 de marzo de 1980 se produjo el primer contacto entre las abuelas biológicas y los padres adoptivos, en el Juzgado de San Martín. Allí el juez propuso a las familias "que se pongan de acuerdo entre ellas".

"Supongo que el tipo no sabía qué hacer con la situación y de algún modo se corrió", cuenta Tatiana a Señales. Con el tiempo, y luego de superadas el recelo inicial, las dos familias se entrelazaron, las hermanas Tatiana y Mara siguieron viviendo con Inés y Carlos, y visitando -y siendo visitadas- por sus abuelas, las madres de Mirta Britos, Oscar Ruarte -el papá de Tatiana, primer marido de Mirta, también militante y desaparecido en Córdoba el 17 de agosto de 1977- y la de Alberto Javier Jotar. Una historia que se multiplicaría con los casos de otras víctimas de la represión y que todavía tiene muchos capítulos por descubrir.

Contacto con Abuelas de Plaza de Mayo: [email protected]; 0800-6668631
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De ayer a hoy. Tatiana espera su segundo hijo.

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