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 domingo, 19 de marzo de 2006  
Ganancias: la reforma hecha descomprime, pero aún falta

Al aumentar el mínimo no imponible en el impuesto a las Ganancias, el gobierno benefició de modo directo a medio millón de trabajadores. Se trata, hay que reconocerlo, de un esfuerzo fiscal importante. La actualización de la política tributaria era imprescindible y venía siendo reclamada por distintos sectores. Acaso la CGT fue la que más presionó o la que gritó más fuerte. Es que al no elevar los mínimos como finalmente hizo, el gobierno se terminaba quedando con mayor proporción de los ingresos de los asalariados. Y en términos reales, la mayoría de los afectados por el gravamen anterior estaba ganando menos que en 2001 porque las mejoras salariales recibidas después de la devaluación fueron menores a la suba de los precios.

El gobierno estaba haciendo un negocio redondo a costa de los trabajadores porque no fue ajustando por la inflación o la suba nominal de los salarios el piso de Ganancias. De tal modo, ante cada aumento nominal de los salarios cada vez una mayor parte iba a parar al fisco y no a los trabajadores.

La medida anunciada viene a dar un respiro a los sueldos medios fundamentalmente y contribuye a descomprimir. Porque los empleados alcanzados por Ganancias estaban reclamando aumentos de salarios para compensar la mayor deducción o bien que las empresas se hicieran cargo del incremento del tributo. Por otra parte, con las nuevas discusiones de los convenios, el impacto de las retenciones por el impuesto a las Ganancias sobre los salarios se había hecho más que significativa y ya estaba rozando el límite de lo tolerable porque era tomado como un impuesto al trabajo.

No pocos esperan que el efecto inmediato, precisamente, permita aliviar de algún modo la tensión por las discusiones salariales que comenzaron a plantearse en varios sectores. Después de todo, un buen número de trabajadores, al contribuir menos al Estado, estará teniendo un aumento de su sueldo. Claro que los expertos que leen la letra chica con detenimiento, como suele suceder, no se ponen de acuerdo. Algunos analistas destacan que servirá para desalentar expectativas inflacionarias mientras que otros sostienen que el costo fiscal será demasiado alto. En concreto, son 1.500 millones de pesos que el Estado dejará de percibir.

Más allá de las distintas opiniones, hay que reconocer que quedan aún varios aspectos pendientes porque al fin y al cabo la suba del piso de Ganancias no es una panacea. Por más que algunos califiquen de segmento privilegiado a los beneficiados, lejos está el nuevo piso fijado de alcanzar la proporcionalidad de otros años. Dicho de otra manera, aunque la medida es correcta porque ayuda y redunda en un beneficio, beneficia solamente a 500 mil personas. Es insuficiente. La presión tributaria sobre el resto, mucho más amplio y numerosos, sigue siendo excesiva.

Además, el mínimo no imponible de bienes personales sigue anclado en $102.300, que apenas cubre el valor de una propiedad poco pretensiosa. Cualquier empleado que sea dueño de su departamento seguramente sobrepasará el valor fijado quedando obligado a pagar el tributo como si fuera rico. Todo un contrasentido que Economía debe resolver, como también la norma que afecta a las empresas al no permitirse ajustar balances por inflación lo que determina que se terminen pagando Ganancias sobre utilidades ficticias.

Queda claro por otra parte que todos esperan que a lo largo de lo que queda del año el gobierno continúe lanzando nuevas medidas laborales y salariales que ayuden a mejorar sustancialmente la situación de la gente. Son retoques, pero debe entenderse que son imprescindibles.
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