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 domingo, 19 de marzo de 2006  
Kirchner disfruta y Obeid mejora

Mauricio Maronna / La Capital

Néstor Kirchner es el que prende y apaga la luz. Solamente un necio podría negar que la alfombra roja de la reelección está libre de obstáculos en un país en el que, como siempre, la economía se convierte en la brújula que orienta a la mayoría de los ciudadanos. Como en todos los ciclos de relativa bonanza la mejora de la calidad institucional no es internalizada como prioridad ni logra adquirir espesor en la oposición, apenas convertida en una hoguera de vanidades.

La renuncia de Sergio Acevedo a la Gobernación santacruceña es el mejor ejemplo para explicar el estado de las cosas. En cualquier democracia de alta intensidad los episodios que derivaron en la dimisión hubieran generado revuelo institucional, sesiones parlamentarias especiales y bajas en puestos clave del gabinete nacional. Aquí, la cuestión quedó reducida a las especulaciones de la prensa sobre las desavenencias entre el mandatario saliente y la pingüinera de Olivos, los vaivenes anímicos de Acevedo y la ya inocultable toma del poder político provincial que encabezó el ministro de Infraestructura, Julio De Vido.

¿Cómo puede ocurrir que en la provincia gobernada durante 12 años por el presidente de la Nación renuncie el gobernador que fue electo con el 70 por ciento de los votos y que mantenía una alta consideración entre sus comprovincianos? ¿Cómo se acepta que ese mismo funcionario se vaya sin dar explicaciones, ya no a la prensa sino a quienes lo eligieron? El mismo Acevedo que al momento de retirarse del Palacio de Gobierno lucía relajado como quien alivia su espalda de una mochila cargada de piedras.

Si la metodología volcánica de Kirchner no se frenó ni a la hora de la renuncia de Roberto Lavagna (al tope de los índices de consideración popular), por qué iba a desentenderse de quien pretendía tomar un camino relativamente autónomo de su impronta.

Las renuncias de Acevedo, Beliz, Bielsa, Lavagna o Rosatti están enmarcadas por el mismo derrotero: la falta de espacio para los neutrales, el silencio de los protagonistas, los rumores que bajan en cascada y la confirmación de que Kirchner no carga con ningún miedo escénico en erigirse como el jefe de todos los jefes. Y si no que lo diga Eduardo Duhalde.


Poner el cuerpo
Más allá de la cuestión comarcal santacruceña, K tiene muchas cosas positivas para mostrar. El crecimiento de la economía, la pelea cuerpo a cuerpo que libra contra los rezagos corporativos, los mejoramientos en las escalas salariales y la reconstitución del poder presidencial, severamente dañada por la esperpéntica gestión aliancista comandada por Fernando de la Rúa.

Si un costo político se posara tras la crisis sureña, éste será pagado por determinado peón del tablero que se arma en Olivos. Los muchachos peronistas de diferentes provincias tendrán ahora un argumento para frenar los embates de Compromiso K: podrán argumentar que si su numen desencadenó un tembladeral institucional en la geografía propia, carece de títulos para "armar" nuevos escenarios políticos en territorios extraños.

Por el momento, algunos de los mentores de la Plaza del Sí (acto previsto para lanzar la reelección el 25 de mayo próximo) han sido derivados a su provincia natal. "No hagan macanas", los sermoneó Cristina Fernández, preocupada por las consecuencias de un prematuro y sobreactuado operativo clamor.

Con la oposición desflecada y apenas reducida a "espectros que se pasean por los canales de cable después de las 10 de la noche" (Juan José Sebreli dixit), la mayor tensión es la que puede surgir de las góndolas y las carnicerías.

Allí donde amanece un pico inflacionario, Kirchner traba con la cabeza. Podrá criticársele la ausencia de un plan ganadero o la contradicción que significa suspender las exportaciones de carne cuando la economía sonríe gracias al valor del dólar, pero la sociedad reconoce el esfuerzo en dar pelea a potros que parecen indomables.

"Brindemos por Cristina presidenta en el 2007", bromeó (¿bromeó?) Kirchner el día del cumpleaños de su esposa, llenando de sorpresa a los pocos funcionarios que se agrupaban a su alrededor.

El presidente no olvidará la ceremonia en la que Ricardo Lagos entregó el mando en Chile, con un 70% de aprobación y convirtiéndose en referente obligado para toda la sociedad trasandina. Muchas historias comenzarán a tejerse sobre la reelección, episodios que el protagonista dejará que transcurran como un culebrón interminable.

"No quiero ser reelecto, pero hay que monitorear si es conveniente que Cristina sea mi sucesora. ¿Se imaginan a las plumas (como denomina peyorativamente a algunos analistas) cagando tinta contra el «nepotismo»", le escuchó decir un secretario de Estado que, distendido en un balneario de la costa atlántica, habló con La Capital.

Atento al resultado de las últimas elecciones, en la mesa de arena kirchnerista un círculo rojo rodea a la ciudad de Buenos Aires y a la provincia de Santa Fe. La caída del ineficaz Aníbal Ibarra, quien no tuvo red de contención K tras la destitución, obliga a extremar los cuidados. "¿Usted cree que alguien le ganaría a Lavagna en la Capital Federal?", preguntó a este diario un calificado dirigente kirchnerista. El ex ministro de Economía hizo saber que sigue sintiéndose parte del oficialismo, conocedor de que el viento del sur llegó para quedarse.

En Santa Fe el 2006 amaneció con buena estrella para el gobierno de Jorge Obeid, que (justo es decirlo) logró imponer un salto de calidad en su gestión. Por primera vez desde que asumió, la Casa Gris logró tomar la iniciativa respecto al socialismo rosarino.

"En esta provincia no se aumenta un solo impuesto. Y desde ya les digo que no habrá suba en la tarifa del agua", bramó el viernes el gobernador, que se comprometió a inaugurar una obra por mes hasta el final de su mandato.

El triunfo de Hermes Binner operó como un despertador en la administración justicialista. Como peronista de pura cepa, Obeid sabe que lo único que jamás le perdonaría el justicialismo es que le entregue la banda en el 2007 al hoy diputado socialista.


La hora de gobernar
Al acierto en la designación de Adriana Cantero como ministra de Educación le siguió el recambio en el área de Cultura. Jorge Llonch logró darle otro sesgo a una subsecretaría que parecía oxidada frente a la eficiencia de la tarea encabezada por Daniel Canabal en la Municipalidad de Rosario.

Una bomba explotó este verano en el tinglado del PS. Las declaraciones de Juan Giani (funcionario de Miguel Lifschitz) pidiendo la integración política con el kirchnerismo y sosteniendo que existen más coincidencias con Agustín Rossi que con los socios radicales fue leída con sobresalto en el ala política del partido de gobierno.

Aunque los socialistas corten los cables de los parlantes a la hora de dirimir sus rencillas internas, la honestidad brutal de Giani hizo posar las miradas en el intendente. "Miguel se tomó su tiempo, analizó los dichos y puede haber novedades", confió, enigmática, una fuente partidaria.

Mientras, el nuevo año encuentra a los radicales jugando el juego que mejor juegan y que más les gusta: las internas.

Alberto Beccani, Juan Sylvestre Begnis (diputado nacional del Frente para la Victoria) y Felipe Michlig pelearán el último domingo de marzo por la conducción provincial del partido, clave de cara al posicionamiento con el socialismo para las elecciones a gobernador.

Los comicios del 2007 también pusieron en llamas a la democracia progresista. Un dirigente del sur provincial (Gabriel Real, alineado con Carlos Favario) lanzó durísimas (e injustas) acusaciones, lindantes con el insulto, hacia Alberto Natale. Algo debe ser dicho: el líder del PDP ha sido uno de los mejores legisladores nacionales que tuvo Santa Fe en el Congreso nacional, ámbito al que siempre llegó por el voto de sus comprovincianos.

La reciente polémica está motivada por la intención del sector anti-Natale de hacer causa común con el PS para tener un lugar en una eventual gestión de gobierno provincial o, al menos, integrar las listas a diputado.

El internismo empieza a brotar en la política provincial, pero solamente genera adrenalina en quienes desesperadamente van a la caza de algún cargo. Afortunadamente, la mayoría de la sociedad santafesina repara en lo importante y no se deja distraer por los estruendos innecesarios.
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