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 domingo, 19 de marzo de 2006  
Autoestima, el techo de cristal

Los cambios sociales producidos en las últimas décadas han generado cambios en la psicología femenina, respecto de los antiguos modelos de dependencia y sumisión. Pero el "techo de cristal", según afirman algunos especialistas, aún persiste.

En el prólogo del ya clásico libro "Psicología de la mujer" (1971), un estudio de conflictos bio-culturales, la psicoterapeuta norteamericana Judith M. Bardwick planteaba la tesis de que "la pasividad, la dependencia y la carencia de autoestima son las cualidades de personalidad y las variables en que se diferencian las mujeres de los hombres". La obra analizaba esos tres aspectos desde diversos ángulos, así como los efectos que la baja estima produce sobre la conducta y la relación con los demás.

La autora demostraba que la falta de autoestima tiene raíces tanto en el sistema hormonal y reproductivo femenino (la mujer está sometida a ciclos), como en siglos de civilización, donde la mayoría de las decisiones fueron exclusivo resorte masculino. Y explicaba que esas mujeres, cuya estima hacia sí mismas, decía, depende exclusivamente de las reacciones de los demás, refuerzan su vulnerabilidad cada vez que no pueden hacer una libre elección.

La mujer excesivamente dependiente, la que se siente poco capaz de actuar por sí misma, experimenta una gran necesidad de apoyo, con lo que refuerza la conducta dependiente; la conducta independiente, en cambio, "se manifiesta cuando se tiene la certeza de poder realizar algo por uno mismo, cuando se puede confiar en las propias capacidades y el propio criterio".

Según su parecer, la suma de experiencias frustrantes podría determinar la imposibilidad de alcanzar la independencia. Y ponía de manifiesto cómo se perpetuaba la dependencia en los niños cuando se coartan los intentos de libertad al no permitirles vestirse solos, peinarse, pintar una figura, limpiar la habitación o completar un rompecabezas.

Otro escollo es la forma en que la cultura socializa cada sexo. Para Bardwick, mientras al niño se lo orienta a reforzar su mayor tendencia biológica a la independencia -y al que no ha logrado obtenerla se lo suele valorar como mal adaptado, inseguro de su masculinidad e inmaduro-, la socialización de la niña implica una mayor acentuación de su tendencia a la pasividad y la dependencia, lo que más tarde la llevará a preferir el establecimiento de relaciones dependientes con los demás. Y hasta diferenciaba la dependencia instrumental, con la que persigue una ayuda objetiva, de la emocional , en la que las finalidades que se buscan son el afecto, el apoyo y el consuelo. Y por otra parte las diferencia también de la "agresiva", en la que los objetivos tienen carácter negativo y suponen una manipulación.

A su juicio, la aceptación, la estimulación y hasta la explotación de la dependencia emocional femenina hasta sus últimas consecuencias, han sido las causantes de esa vulnerabilidad de la mujer dependiente, sedienta de apoyo y seguridad.


Roles incumplidos
La psicóloga Eva Corsini, docente especializada en psicoanálisis de pareja y supervisora de coordinadores de los talleres de psicodrama del Hospital Pirovano de Buenos Aires, sostiene que "puede ser que uno tenga una baja estima en un rol y no en otro". Una mujer puede ser una excelente mamá, y sin embargo, tener dificultades en el rol de esposa-amante, sea por represiones, inseguridades o complejos. Puede ser excelente esposa y madre y tener baja autoestima porque siente que abandonó la carrera que le gustaba y entonces, en el aspecto del desarrollo cultural-profesional, quedó en el camino. Entonces, su autovaloración en ese punto es deficitaria. O sea, siente baja autoestima por algo en que falló, que abandonó, que no se animó a hacer o en lo que no perseveró; y por lo tanto, no llegó al placer de la tarea cumplida.

La especialista aclara que lo ideal sería un equilibrio. "Algunas personas tienen mucho éxito en lo doméstico o en lo biológico y no tanto en lo profesional. El otro día hablaba con una mujer de 55 años que se sentía muy plena porque tenía 4 hijos, 20 nietos y 10 bisnietos. Tenía una alta valoración de su rol biológico. Pero a las mujeres que tenemos, también, una profesión y que buscamos una trascendencia en lo cultural, lo espiritual y lo laboral -afirma-, eso no nos conformaría".




Generar autoestima
¿Cuándo y cómo se forma la autoestima? "Desde la infancia a partir de los vínculos que tuvimos con nuestros padres, quienes tenían influencia sobre nosotros y sobre la organización de las instancias de nuestra personalidad", puntualiza Corsini.

Hablando desde la teoría, la psicóloga distingue dos aspectos de la autoestima: uno intrasubjetivo (en la mente del sujeto) y otro intersubjetivo, que tiene que ver con los vínculos. Nuestro yo va formando la conciencia moral en función de los modelos, aspiraciones y valores recibidos (tanto de lo que nuestros padres hacían, como de lo que deseaban), expresados verbalmente o no, y trata de alcanzar los ideales que le sugiere el súper-yo. Pero al crecer tiene que ir acomodándose a los otros, y al cambiante contexto socio-cultural.

"La autoestima se conecta con el crecimiento interior. Está relacionada con los aspectos que sentimos que tenemos que seguir cambiando para mejorar y poder disfrutar más de la única vida que tenemos. Si hay déficit, hay que trabajar para superarlo, hay que revisar cómo se generó la baja autoestima y desanudar el conflicto", aconseja la psicoterapeuta.

No obstante, Corsini reconoce la existencia del famoso "techo de cristal". Melanie Klein, la famosa psicoanalista de niños inglesa, decía hacia 1940 que como generalmente, debido al nacimiento de los hijos, las mujeres interrumpen varias veces en su vida la participación en lo cultural y en el trabajo, nunca van a llegar a tener el mismo desarrollo que los varones en una profesión. Y reconoce que la reinserción profesional después de criar a los hijos sigue siendo un desafío.

Cristina Susana Gozzi
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