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 domingo, 19 de marzo de 2006  
Energía y emociones

Aquellos que están inmersos en actividades o disciplinas orientales como el Reiki, Yoga o Tai Chi Chuan saben del sentido que se le otorga a la palabra energía. Porque en culturas milenarias como la China o la India, cuando se habla de ella se refieren a un concepto que abarca un significado mucho más amplio al que solemos interpretar desde el plano físico y de la física desde este otro lado del mundo.

Ellos consideran a la energía como la base estructural material más básica del universo. Su accionar puede generar, determinar y transformar situaciones que se pueden manifestar de distintas formas y afectar en términos relativos a todas las cosas de la naturaleza, en la que se incluye la vida humana.

Desde la esfera humana adquirimos gran parte de esa energía universal a través de la respiración, cuanto mejor sea la calidad de lo que respiramos, mayor beneficio energético obtendremos para nuestro cuerpo. También incorporamos energía a través del consumo de alimentos. Al igual que la respiración, cuanto mayor calidad le demos a las propiedades nutritivas de nuestros alimentos, mejor serán los resultados energéticos de nuestra vitalidad. A todo esto se agrega que al nacer también recibimos una carga genética de energía que nos ha sido transmitida por nuestros padres y antepasados, como se descubrió en los últimos años a través de la investigación de los códigos genéticos. La medicina china venía diciéndolo desde miles de años pero con otras palabras.

A esa base establecida se le debe sumar el trabajo mental y emocional de una persona para que ese sustento energético se beneficie o se altere negativamente en términos de calidad de vida.

En el caso de las emociones, juegan un papel muy importante que puede ayudar a elevar o reducir nuestro nivel de energía y en ese caso afectar o sensibilizar a ciertos órganos del cuerpo. Todo eso, desde un ángulo relativo, puede dar como resultado una enfermedad o una mayor sensación de vitalidad.

Esas emociones humanas están determinadas por la alegría, la tristeza, el enojo o ira, la preocupación, el temor, la melancolía y el pánico. La acción de estas emociones implementan una serie de mecanismos que son resultados de las respuestas de nuestra función cerebral ante estímulos externos.

La observación, estudio e investigación a lo largo de muchísimos años que han realizado sabios maestros chinos abocados a la tarea de la salud, dieron como resultado que un órgano como el hígado, por ejemplo, está muy relacionado con la ira, la irritabilidad y la depresión. Cuando una persona muestra algunas de esas características puede estar transmitiéndonos que su hígado está funcionando mal o viceversa. Un ataque excesivo de ira puede sensibilizar negativamente las funciones hepáticas.

Por otro lado, el corazón se relaciona con la alegría y las emociones a flor de piel. Cuando no se pueden manifestar de una manera apropiada estas emociones pueden afectar el mecanismo funcional cardíaco.

La preocupación excesiva puede afectar al bazo y un estado de melancolía permanente o llanto contenido es el peor enemigo para nuestros pulmones, generando desarmonía en nuestro sistema respiratorio.

El miedo, en términos intensos, puede ser el principal artífice para que nuestros riñones se vean afectados en su normal funcionamiento y alterando la vitalidad del organismo a nivel general.

En toda la medicina tradicional china se considera que todo desequilibrio y exceso en todas estas emociones son generadoras de alteraciones fisiopatológicas de importancia. En ese sentido, un enojo o ira puede producir un ascenso de energía, bloqueando estados de conciencia y puede arrastrar una alteración en el funcionamiento del estómago y bazo.

La alegría hace descender la energía y relaja. Después de una alegría excesiva se puede sentir sensación de cansancio. La melancolía consume energía y produce alteraciones en la respiración, con ritmo corto y agitado, acompañado de tos seca.

El miedo hace que la energía descienda y provoque alterabilidad en los órganos que participan en la eliminación de los deshechos del organismo. El pánico altera la energía y es generadora de desarmonía en la relación entre sangre y energía, provocando intranquilidad y alteraciones emocionales intensas. La preocupación estanca la energía y puede producir distintos estados patológicos.

Trabajar sobre esta base y ser consciente de los estados emocionales es tomar una actitud más protectora sobre el organismo y la salud. La meditación, la práctica del yoga y el Tai Chi Chuan son disciplinas ideales para permitirnos un mejor control de las emociones.

Daniel Capello

Instructor de Tai Chi Chuan

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