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domingo,
19 de
marzo de
2006 |
Represión y
acumulación
Claudio Lozano (*)
El objetivo del golpe de estado de 1976 fue el de refundar la sociedad argentina de modo tal que las alianzas sociales que habían caracterizado a nuestro pasado resultasen irrepetibles. En este sentido, el golpe fue diferente a los anteriores ya que la concepción tradicional de la Doctrina de Seguridad Nacional, la finalidad era la de promover el crecimiento económico como forma de contener el conflicto social y focalizar la represión sobre las organizaciones guerrilleras.
A partir de 1976, la conducción de las FFAA incorpora como criterio la noción de que garantizar la gobernabilidad exigía inducir una profunda crisis y reestructuración de la sociedad. En ese marco, la represión genocida tenía por objeto el aniquilamiento del conjunto de las organizaciones armadas. La mencionada refundación social consistió, entonces, en la restitución de las condiciones de dominación social (subvertidas a mediados de los 70) unificando el interés del bloque dominante y fragmentando a los sectores populares y al empresariado industrial de origen nacional.
Cuatro ejes y un efecto fundamental describieron la etapa abierta a partir de aquel momento: un colosal endeudamiento externo; una pavorosa desindustrialización; una fuerte transformación del Estado, convertido en un verdadero Hood Robin que cobraba impuestos al conjunto y asociaba sus funciones y gastos principales al capital interno más concentrado; y una drástica alteración de la distribución del ingreso, donde los asalariados pasaron del 43% en 1975 al 30% a mediados de los 80.
Sobre estos ejes y en el marco de la apertura comercial y financiera de la economía, se configuró un nuevo bloque de poder caracterizado por un agente económico principal: el grupo empresario.
Este sujeto se constituye sobre la base de una fuerte diversificación de sus actividades, una creciente transnacionalización y un predominio marcado de la valorización financiera respecto a la inversión productiva.
Así, se consolidó una cúpula de poder económico integrada por los grupos empresarios locales, los bancos acreedores y el capital extranjero. Todos ellos, integrantes del denominado Consejo Empresario Argentino, que en 1976 colocara al frente del Ministerio de Economía de la Nación a su presidente, José Alfredo Martínez de Hoz. Consejo Empresario que también colocara en aquellas épocas al 66% de los funcionarios en Economía y en empresas del Estado. Más allá del juicio de valor que uno pueda tener sobre el rumbo actual de la política económica, lo cierto es que las 4 tendencias instaladas por la dictadura aún nos acompañan. Más aún, las deudas pendientes de la democracia en materia económica y social, pueden percibirse si recordamos el slogan oficial de los funcionarios económicos de la dictadura. Decían, sin sonrojarse, que daba igual producir acero que caramelos. Si observamos lo ocurrido notaremos que el representante del empresariado en aquel momento era Martínez de Hoz que, a su vez, era presidente de Acindar. Hoy el Consejo Empresario Argentino ya no existe pero una organización similar es la Asociación Empresaria Argentina, presidida por Pagani del Grupo Arcor. Del acero a los caramelos, de una industria que representaba el 30% del PBI a otra que apenas supera el 15%, puede alcanzarse a percibir el derrotero de la decadencia Argentina.
(*)Diputado nacional
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