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 domingo, 19 de marzo de 2006  
El golpe. El Rodrigazo marcó el punto de inflexión del avance gremial
"El auge de la pelea nos parecía interminable"
Victorio Paulón, de la UOM de Villa Constitución, reflexiona sobre el papel del movimiento obrero en aquellos años

Es difícil pensar hoy que un joven de 28 años esté en el centro de la escena de un hecho de las dimensiones como fue el "Villazo" en 1975, que terminó con la militarización de Villa Constitución, una antesala de lo que sucederá después con el golpe militar. Pero el dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica de esa localidad, Victorio Paulón, lo fue y pasó a partir de ese momento sus días en una cárcel del Chaco hasta agosto de 1982. En una entrevista con La Capital, el dirigente analiza la situación del sindicalismo argentino en los 70 y las diferencias de contenido con el actual.

-¿Cómo ve hoy el golpe después de 30 años?

-Es una buena medida histórica para ver las consecuencias de un proyecto estratégico.

-¿Cuál fue para usted el comportamiento del sindicalismo en esa época?

-Lorenzo Miguel (UOM) mantuvo una postura ortodoxa hasta muchos años después del gobierno de Isabelita (María Estela Martínez de Perón), pero eso era en la superestructura. Por abajo crecía un sindicalismo combativo -sobreviviente de la época de Onganía- que desarrolló una fuerte resistencia. En una época de pleno empleo, donde la gente peleaba por el aumento salarial y la democracia sindical, porque el tema de la pérdida del trabajo para el sindicalismo no era un problema como lo es ahora. Por eso, los baluartes de la resistencia desde antes, inclusive, de la dictadura son los que comienzan a caer uno detrás del otro, siendo Villa Constitución prácticamente el último junto con el ingenio Ledesma.

-¿Qué piensa hoy de esa lucha?

-Nosotros éramos dirigentes de entre 22 y 35 años. No teníamos la experiencia suficiente. Por eso nos parecía que el auge de la pelea era interminable, donde creo que el punto más alto fue el Rodrigazo, a partir del cual empezó un reflujo, el inicio del retroceso de las conquistas gremiales para los trabajadores. Creo que estábamos en un contexto internacional diferente. Veíamos que el mundo marchaba hacia un cambio, que iba hacia el socialismo. Jamás se nos imaginó pensar que se iba a caer el Muro de Berlín. Al contrario, que el auge revolucionario era incontenible. Había una sobreestimación de la fuerzas propias y una subestimación de lo que era el enemigo. Eso nos llevó a nuestra generación a no poder administrar la fuerza y a, de alguna manera, irnos de boca. En ese sentido sí creo cometimos errores de infantilismo, y más que nada de espontaneismo, porque parecía que la pelea no paraba nunca.

-¿Cómo se explica que después de la feroz represión se produzca una impresionante reafiliación a los sindicatos cuando el gobierno militar sanciona las asociaciones gremiales?

-La dictadura manda a la reafiliación sindical pensando que la gente iba a desistir, pero hay una afiliación masiva. Se pierde mucho el activismo, pero la conciencia sindical del trabajador argentino sigue intacta, más allá de la dirigencia que le tocó en desgracia. El trabajador argentino tiene clara conciencia de que el sindicato es su herramienta para defender sus intereses, y esto que parece planchado en los 90 con la convertibilidad, al día siguiente de la devaluación tomó una fuerza impresionante.

-¿Qué diferencia cree que existe entre aquel sindicalismo y el de hoy?

-Cambió el contenido, hoy es mucho más reivindicativo. La diferencia con aquella época es más que el activismo estaba más vinculado a un pensamiento político. Algo más global. Hoy hay una nueva generación que empieza a irrumpir y una que se está yendo. A nosotros nos costó muchos años entender que al modelo sindical no lo definen los gobiernos ni los sindicatos sino los patrones, y en Argentina hace rato que han definido este modelo de sindicalismo. Como creo que volverán a agremiarse los profesionales, ya que hoy sus posibilidades de presión son diferentes.

-¿Qué siente cuando vuelve a la fábrica después de estar en la cárcel?

-(Silencio, la profundidad en sus ojos se agiganta, la escena parece dibujarse frente a su mirada. Toma aire.) Los botones que peor nos trataron en la cárcel, dos meses antes de que saliéramos en libertad, eran los que más se arrastraban porque le tenían pánico de encontrarte después en la calle. Pero yo salí, en lo personal, sin rencores. Muchos de los que habían participado activamente cuando volvió el sindicato ya no estaban. En general, para los mandos medios fue un golpe muy fuerte. Al principio hubo situaciones de tensión. Después, la voluntad masiva de apoyo terminaron cerrando la discusión para siempre. Después descubrís que a más de un jefe tuvo un familiar o amigo desaparecido. Hay una sola cosa de la cual yo no me siento dueño, que es el de la vida y el destino de mis compañeros que mataron, que hoy están peleando por tener una identidad. Eso para mí no tiene perdón. Creo que hay un solo camino que es el que tiene que enfrentar la Justicia, porque es la única forma en que la sociedad asume lo que pasó.
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