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 domingo, 12 de marzo de 2006  
[Exploraciones]
Una maravilla de Alicia
Ernesto Demagistris trabaja desde joven como peluquero. Y al mismo tiempo se dedica a la pintura, con una particularidad: sólo utiliza cabellos

David Nahón

Todo acto de creación supone una cierta magia, porque pretende encantar mediante el engaño. La realidad es reformulada en la obra artística a través de un artificio que sucede delante nuestro y nos deja impávidos. Un espacio, un objeto, pueden ser muchas cosas y es tarea del artista revelarnos con su astucia dicha multiplicidad. Ernesto Demagistris actualiza esas ideas con una práctica que invita al asombro: la de una pintura lograda con cabellos humanos.

Desde una silla-atril que acondicionó para disimular su práctica, Demagistris es el autor de una ilusión donde una peluquería puede ser el sitio donde atenderse el cabello o un atelier donde el pelo, vehículo de una primera transformación en la cabeza del cliente, sobrevive al cesto de basura y se convierte en materia de arte. Una escalera disfrazada de mueble es el único modo de acceder a su estudio en el local 23 de la Galería Dominicis, en Catamarca 1425.

Demagistris, que dibuja rostros, esconde el suyo y de esta manera hace aparecer pinturas que nadie pinta pero que llevan su firma y un rótulo especial: "logrado con cabellos". Pinta pero no emplea pintura, utiliza el pelo de sus clientes y, por supuesto, no revela sus trucos.


Cosas del oficio
La peluquería es una inesperada puesta en escena. En su vidriera se distingue una pequeña cantidad de retratos y en el centro un altar improvisado con cortinas rojas en singular disposición con dibujos en su interior. No parece una peluquería, sino otro ardid para encubrir una galería de arte donde se está cortando el cabello.

El interior no escatima en adornos, pero redunda en la producción gráfica del mismo Demagistris. A un lado, el retrato de Juan D'Arienzo, que de paso por la ciudad donó su cabello a cambio de un corte para el fin último del artista peluquero. No así el caso de Rembrandt, que por supuesto no cedió su cabello pero sí su perfil y una frase que Demagistris repite de memoria y reconoce como enseñanza: "haz lo que sabes y trabaja, y a su tiempo hallarás la respuesta a lo que hoy te acongoja". (sic)

Ernesto Demagistris es oriundo de Alicia, provincia de Córdoba. Allí ideó y construyó un ajedrez a escala humana, espectacular monumento donde las piezas tampoco son lo que suelen ser: un alfil, un rey y una torre son suplantados por un mate, una guitarra y otros motivos gauchescos.

En Alicia aprendió su oficio un poco a su pesar, por necesidad, relegando su vocación de dibujante a una experiencia en los tiempos de ocio. Más tarde, sin embargo, cursó estudios en la Escuela de Arte Visuales, en Rosario.

"Cuando entré en el servicio militar no quería cortar el pelo -cuenta-. Había otro conscripto que hacía de peluquero y teníamos un sargento bravo que se hacía atender por él. Un día el sargento trajo una mina que tenía y estuvo toda la noche en la garita. A la mañana se hizo cortar el pelo y como estaba medio dormido se movía y el muchacho le hizo un desastre. Los oficiales lo gastaron tanto que tocó silbato y nos juntó a todos. Formamos y preguntó quién sabía cortar el pelo. Yo no decía nada, hasta que otro soldado le dijo que yo era peluquero y no me quedó otra. Desde entonces corto el pelo."

Demagistris, que no quería ser peluquero, va a congeniar lo que pocos: el trabajo con un deseo irrenunciable. Aquí, la pasión no actúa por desplazamiento sino como necesidad que articula entre su oficio y la aspiración de dibujante, anhelo al que arriba de una forma particular que él mismo se encarga de explicar: "Tenía hace tiempo en el altillo de la peluquería un marco viejo que había sido abandonado debajo de la escalera de la peluquería. El sereno, como veía que yo dibujaba, trajo el marco, me dijo «Ernesto, a usted le puede servir» y me lo dejó. Lo subí al entrepiso y siempre me preguntaba «¿Para qué lo voy a usar?» Un día dije: «Voy a dibujar el sillón de este tamaño y aprovecho este marco como un homenaje por ser el centro de la peluquería, en él se sentó toda la gente que atendí durante toda mi vida»". Ya había empezado los croquis para lograrlo pero en un momento dado, viendo cómo caían los cabellos que estaba cortando pensé hacer el motivo con pelos, así le rendía homenaje al sillón y al pelo al mismo tiempo y luego lo colgaría en mi local. Lo hice, pero desde ese momento empezaron a surgir motivos a granel para pintarlos con cabellos, todos estos que pude lograr tienen un recuerdo de personas que frecuentaban mi peluquería y que aprovechando momentos libres, mientras leían, les hacía algún croquis o les hacía algún estudio si alguno posaba".

Es posible que Demagistris, señalando su afición como un hobby, evite cualquier tipo de contagio que no desea; no frecuenta exposiciones de arte ni está en contacto con otros artistas para, según dice, no recibir influencias ni perder de vista su tarea, ese encuentro con el cabello que él celebra y protege. Alguna vez mostró su trabajo y varios de sus retratos engalanan los pasillos de la Asociación de Patrones Peluqueros de Rosario.

Encontrarse con su obra en los momentos de recreo le produce un placer que no está dispuesto a resignar, como su peluquería. Dice no encontrarse los lunes hasta que al fin puede regresar a su trabajo. En la vida de Ernesto Demagistris hay "cortes" que prefiere redimir a través de la pintura que lo alivia. En su recuerdo, cita el comentario de un galerista: "¿Cuándo te vas a dejar de joder con el pelo?" No le interesa especular, la pregunta de si podría haberse dedicado por completo al arte lo tiene sin cuidado. Lo que importa es dibujar, compartir sus retratos con los transeúntes de la galería y sus clientes fieles de hace treinta años que lo saben artista y acentúan con elogios sus afirmaciones.

Detrás del atril está el más voluminoso de sus retratos. Lo desenvuelve con especial atención y lo sostiene entre sus manos. Es un retrato de Quino, rodeado de sus personajes de ficción. Dice haberlo preparado para una exhibición que realizó el dibujante pero sólo viajó la muestra y el autor de "Mafalda" jamás recibió tan especial presente. En ésta como en otras de sus anécdotas no hay pesadumbre. Ernesto Demagistris, de ochenta y dos años, demanda apenas una mirada a sus obras, atención que devuelve en forma de extraordinarios retratos poniendo en práctica la cita de Rembrandt: quien encuentra la dicha y es consecuente en repetirla, acierta la respuesta a sus congojas.

"Quizás la gente no ve la importancia a todo esto -dice- pero hace muchísimo tiempo que estoy en contacto con este elemento, todos los días de mi vida estuve permanentemente viendo pelos, concentrado siempre en ellos, millones y millones de pelos de todo tipo y color fueron desfilando y pasando frente a mis retinas, fueron y son mi mundo de todos los días".

Ernesto Demagistris, que bautiza a su peluquería "Galería", confiesa en su candidez el sueño postergado de toda su vida. "Era y es mi costumbre -dice- preguntar de vez en cuando a mis clientes, cuando veían tanto pelo que había caído en el piso después del corte: «¿Quiere llevárselo?». Y riendo, siempre decían lo mismo: «¿Para qué lo quiero si no sirve para nada?»".
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En acción. Demagistris y una vista de sus retratos, en la misma peluquería.

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