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domingo,
26 de
febrero de
2006 |
Buceando con las ballenas
Gonzalo Viamonte (*)
La ballena franca austral comienza a llegar a nuestras costas en mayo, especialmente a la zona de los Golfos Nuevo y San José y la costa externa de la península, quedándose hasta el mes de diciembre aproximadamente. La temporada de avistajes de ballenas se extiende habitualmente desde el 15 de julio al 15 de diciembre de cada año, y se constituye en la principal atracción turística de la Patagonia.
El buceo en la zona se puede realizar durante todo el año, y en invierno, es muy común cruzarse con ballenas mientras navegamos hacia los diferentes puntos de inmersión. Prefectura Naval Argentina obliga a los conductores de lanchas de las operadoras de buceo a no situarse en lugares donde haya concentración de ballenas, y mucho menos permitir a los buzos entrar al agua cerca de algún ejemplar. Esta acción puede ser penada confiscando el equipo del buzo, obligándolo a pagar una elevada multa y además quitándole la licencia al prestador del servicio.
Vale aclarar que si una empresa de buceo está operando con buzos debajo del agua, y una o varias ballenas aparecen luego de que la inmersión ha comenzado, la ley no prevé penas ya que llevada por la curiosidad el animal busca acercarse a los buceadores.
Nuevos equipos
Desde este año, una empresa de buceo del balneario Las Grutas, en la provincia de Río Negro, ofrece la modalidad de buceo en apnea, esto es, sin utilizar equipos autónomos, bajo regulaciones provinciales y municipales. De eso trata este relato.
Al emerger luego de una inmersión en la Bahía de Pardelas, una ballena nos rodeó durante algunos minutos. El mamífero parecía tener la misma curiosidad por nosotros que nosotros por él, y en su lento y rítmico nadar, nos permitió admirar su envergadura de 15 metros mientras describía una U a nuestro alrededor, para luego seguir su rumbo apaciguado dejándose observar por algunas personas que estaban en la costa, no sin antes permitirnos tomarle algunas fotografías.
En mi caso no era la primera vez que buceaba con una ballena. Años atrás en esas mismas aguas, nos cruzamos con un ballenato y unos metros más alejada, con su madre. Las sensaciones se suceden unas a otras: asombro, miedo, alegría, euforia, admiración, sensibilidad, y sobre todo, las ganas de que el momento jamás termine o que por lo menos, dure un poquito más. En este avistaje sólo éramos cuatro los afortunados, y el resto del grupo lamentablemente se quedó con las ganas... sólo por unas horas.
Lobo solitario
Al día siguiente nos dispusimos a bucear por el buque Albatros, sumergido a 24 metros de profundidad, frente a la ciudad de Madryn. En esta oportunidad, también durante el ascenso, pudimos ver a escasos tres metros de distancia tres ejemplares (padre, madre y el ballenato) pasando lentamente a nuestro lado.
Sin embargo, las sorpresas no terminaron allí. Mientras algunos permanecíamos en la superficie del agua y otros en la lancha, un solitario lobo se acercó a husmear pasando por debajo de la embarcación. Una vez que todos estábamos sobre cubierta, el mar nos depararía todavía otra sorpresa más. ¡Delfines saltando! exclamó una voz, y al darle potencia a los motores, tres mamíferos escoltaron nuestra navegación.
(*) Instructor de: www.aquadiver.com
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