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 domingo, 26 de febrero de 2006  
[Anticipo] - Poemas de "El lago de los botes"
La cuestión del chocolate

Edgardo Dobry

La casita del hornero

"Vamos a juntar quinotos", decía mi primo

/Horacio

pero lo que de verdad quería

era treparse y arrancar nidos de hornero,

del susto se cayó desde una rama alta

la vez en que una rata

le bajó corriendo por el brazo,

contra el pasto escucho todavía

el ruido hueco de la espalda.

La quinta de Funes era el gran solarium

de la Asociación Israelita de Beneficencia;

mientras los viejos se hundían en

/narcótica

modorra a la sobremesa del asado

saltábamos el alambre estrellado del

/fondo

para entrar en la Argentina verdadera:

sulkis oxidados, olor a tambo,

pirámides los hormigueros,

arañas como sapos, perros

silvestres, ratas en los nidos de los pájaros

y víboras a la búsqueda de ratas.

Se marchaba

cantando entre explosión de risas

si traíamos un nido de trofeo

esa oda boba de Lugones

aprendida en la primaria de memoria:

"La casita del hornero/ tiene sala y tiene

/alcoba..."

La visita de padre

Papá me visitaba en Barcelona

deprimido. Si objeto sublunar

cribaba algún blindaje de su angustia

teníamos un átimo de estancia suculenta:

ya me pide explicaciones que no tengo

sobre el brazo de gitano: si surgiera

en el pionono del toroide azucarado

-padre es ingeniero en jubileo-

su étnico nombre en sincronía.

De otro lado lo compra algún domingo

de nata pero piensa, ya comido,

que de crema estuviera en mejor punto:

"La pastelería alimenta incertidumbres

-me dice, mientras Madre asalta el baño-

en regiones sin

dulce de leche".

Padre me visitaba deprimido

y cierta noche lo converso a varias bandas:

que viniendo de una chacra en Moisés

/Ville

fue el único entre seis hermanos

-"ya todos muertos", murmuraba-

que se esforzó en tener estudios,

y ha criado hijos de pleno y ha viajado

y me ha enseñado cosas que

ni sabihonda Madre mismísima intuyera

-cómo la risa, por ejemplo, no es siempre

una patente de boludo-.

Lo veo aquella noche de la charla

ganar la cama más completo

que antes de sentarme a caminar

alrededor de su flaca expectativa.

Pero al rosicler del día siguiente llega

a la sala no muy pingüe

y al ofrecerle un mate dice:

"Sabes que lo que anoche hablamos

-aquí chupa- me hizo bastante peor".

La cuestión del chocolate

En la pastelería de la vuelta de mi casa

venden baldosas de Gaudí de chocolate

/blanco

y bolitas de chocolate veteado y caganers

del más negro chocolate y un Pikachu con

/ojos de confite

y el Karchur, que es su evolución,

con espiras como pelo de caramelo

/esmaltado.

De tallas bestiales pintan huevos

de cacao en las pascuales fechas

y en acercándose la Navidad turrones en

/forma de molino

con aspas de mazapán en merengue

/ribeteadas.

Ahora bien: este delicuescente

/escaparate

estase precisamente en la parada de

/autobús de calle Balmes

donde mi Luca y yo asomamos glaucos

/labios

por entre unas gracias espirales de

/bufanda

que sin pretensiones se parecen, bien

/miradas

a las chimeneas de azúcar de esos edificios

que dan su gracia al epónimo Paseo.

A Luca se le quedan los ojos estofados

al tiempo que yo me contracago en el 17

/ que no llega

y me digo para mi coturno que si le

/compro chocolate

qué desastre de padre fuera y si no le

/compro

qué padre severo

encima de desastre y sin remedio.

Luca se enjuga con una manopla al 50 por

/ciento de acrílico

la humedad que devenida no se sabe

si de fosa o lagrimal, mientras pasa el 16

que no nos sirve pero siempre

pasa antes pues el 17, al ser el nuestro,

viene en mucho retrasado.

Después, haciendo humito del aliento,

Luca emite un murmullo acerca

de la evolución de los Pokemons

que repta bajo las orejeras de mi gorro de

/aviador.

Pokemons de fuego y de agua, de piedra y

/de planta,

y ataques de energía insoportable

e involuciones defensivas.

La mitad del Rarchur, que es un Pokemon

/de rayo,

de un mordisco lo devoro y es consuelo

amargo de que Luca no haya comido

/chocolate tanto.

Oscuros están los bordes de mi tarjeta de

/autobús

y pasa otra vez el 16...
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El autor. En "El lago de los botes" Dobry reelabora partes de su propia historia.

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