|
domingo,
26 de
febrero de
2006 |
Viajeros del tiempo
El Rosario de espaldas al río. Estando por contratarse las obras del puerto de esta ciudad, es el momento en que el intendente establezca en las condiciones que ninguna empresa podrá por motivo alguno cerrar con galpones el acceso a la desembocadura al río de nuestras calles ni obstaculizar de ningún modo la vista y sobre todo la libre circulación del aire. He ahí, por ejemplo, privada de su pintoresca vista al río por esos feos galpones-depósitos a la calle San Martín (hasta hace poco llamada calle del Puerto), y por donde antes corría una brisa que bendecía el laborioso barrio del Bajo. Da lástima a la vez que indignación ver que la más extensa y activa de nuestras avenidas, que llega hasta el Molino Blanco, haya sido perjudicada de semejante manera. El día que una nutrida edificación reemplace los actuales desmontes y que surja un nuevo barrio de actividad impulsiva en el bajo, recién allí se palpará de cerca la imprescindible necesidad de reparar tan imperdonable descuido. Quizá todavía con una simple nota al ministerio de Obras Públicas todo se pueda arreglar (1).
Una pequeña confusión. Solicitada. Vergonzoso fue el caso ocurrido el 24 del corriente. Una señora más que distinguida por los vínculos de que es acreedora, salió de su domicilio de calle Entre Ríos cuando al llegar a la esquina de Tucumán y Progreso desfalleció por una afección al corazón y tuvo un desmayo que le duró varios minutos. Un agente de facción se apresuró a acercarse a la mujer, la que cuando volvió en sí recibió la sorpresa de que se la llevaba detenida. El policía había creído que la infeliz estaba ebria y todas las explicaciones fueron inútiles. El asunto es que el comisario de la 2a también hizo caso omiso de los reclamos y la recibió con términos brutales, improperios y un trato verdaderamente inculto. Cuando todo se aclaró vinieron las disculpas, aunque ante la confusión nadie se percató que a menos de 150 varas de la comisaría está la Asistencia Pública. A. Pradoran, Entre Ríos 449 (1).
Carnaval pasado por agua. Por una rara coincidencia, con este ya van cuatro años consecutivos que llueve el tercer día de carnaval, lo que influye en los espíritus supersticiosos. Sin embargo, con lluvia y todo la gente salió a divertirse igual, así que el baño fue completo: agua por arriba y por abajo. En todas las calles se jugó con desenfreno y cuando cesaba la lluvia el juego con agua en todo el trayecto de la calle Córdoba adquiría mayores proporciones. Los muchachos del bar Victoria, en sus deseos de divertirse, a falta de una víctima callejera se la agarraron con uno de esos que llaman “guisos”, un colado del bar. En medio de la esquina el aludido, un moreno relumbroso, enfermo del mal de ojo o casi tuerto, esquivaba con piruetas, saltos y manotones el fuego graneado de bombas y baldes, hasta que logró huir con el traje chorreando y la galera estropeada. También tomaron participación del juego algunas personas de blancas calvas que nunca hubiéramos creído de tan buen humor (2).
Un farol, por favor. Los vecinos de la bajada Santa Cruz y Ayacucho quieren llamar la atención de la Municipalidad sobre la necesidad de contar con alumbrado en esos parajes, que son muy poblados por el activo movimiento del puerto. Piden que por lo menos se instale un modesto farol en esa esquina (3).
Investigación y realización Guillermo Zinni.
Ver La Capital de 1901 (1), 1903 (2) y 1905 (3).
enviar nota por e-mail
|
|
|