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domingo,
26 de
febrero de
2006 |
Foro de política y ciencias sociales
O'Donnell: "La ciudadanía de baja intensidad
es un peligro para la democracia"
En Rosario, el politólogo instó a reconstruir un Estado fuerte y transparente
Autor de clásicos como "El Estado burocrático-autoritario", Guillermo O'Donnell, uno de los politólogos argentinos más reconocidos a nivel internacional, viene advirtiendo desde hace tiempo sobre la necesidad de evitar lo que llama "la muerte lenta de la democracia", un proceso de degradación molecular del sistema inducido por el progresivo deterioro institucional, la deslegitimación de la política y la oclusión de derechos básicos que constituyen a los individuos en ciudadanos. La "ciudadanía de baja intensidad" es a su juicio el peligro que enfrentan los regímenes democráticos de América latina, y requiere para su superación de un programa de expansión de esa ciudadanía hacia dimensiones que pongan nuevamente en valor derechos sociales y civiles constitutivos del propio sistema.
Ese programa no sólo requiere del fortalecimiento de la sociedad civil, sino la construcción de un Estado "fuerte y transparente" que asuma el objetivo de constituir "un ciudadano definido no sólo por su derecho a votar sino por su derecho a vivir dignamente".
"Ahora vivimos en una democracia con derechos políticos, derechos civiles muy retaceados y derechos sociales que retrocedieron brutalmente, es decir que es una democracia de régimen pero con una ciudadanía de baja intensidad que plantea gravísimos peligros para el futuro del sistema", advirtió durante su disertación en el "Foro internacional sobre el nexo entre política y ciencias sociales", organizado por la Unesco, se desarrolló en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia.
En esa instancia, apuntó las bases de lo que entiende debería ser la construcción de un Estado que no sólo se constituya como agente de ciudadanía política o facilitador de los mercados sino que motorice el paso de "una democracia de votantes a una de ciudadanos".
"Esta democracia reclama un Estado ancho, que se abra a todos los sectores sociales no sólo para inscribir derechos sino para implementarlos y, llegado el caso, para mediar en los conflictos que plantea esta expansión", subrayó. Reclama, continuó, "un Estado transparente que reconozca el poder que prestan los ciudadanos a sus gobernantes, y que no se esconda en los pliegues de la burocracia y los lobbies". Reclama, también, un "Estado filtro que delimite su territorio frente a otros Estados y sepa construir techos para enfrentar los vientos de la globalización" y, por último, un "Estado fuerte, que tiene la obligación de tomar decisiones para ampliar las dimensiones de ciudadanía".
La ofensiva conservadora
Esta es la dirección contraria del "Estado que se construyó a partir de la dictadura, angosto, opaco, inerte y segmentado en su fortaleza, ya que construyó una enorme capacidad de represión al servicio de unos pocos", y que se terminó de moldear con "la ofensiva conservadora de los 90".
-¿El cambio de signo político en los gobiernos de la región ofrece mejores condiciones para pensar en este nuevo tipo de Estado?
-Hay que pensar que el Estado argentino arranca con gravísimos problemas desde hace mucho tiempo. Venía siendo castigado, estaba sobredimensionado y era muy deficiente ya antes del 76. El régimen militar fue un régimen de destrucción fenomenal, que no sólo destruyó el Estado sino clases sociales. Hubo un desplazamiento desde discursos que planteaban al Estado como fuente de todo lo malo y a la sociedad como el partido de los buenos, a ignorarla y tomar al mercado como fuente de todo bien. Esa ideología, ya a partir de Menem, adquirió esa virulenta capacidad de subastar alegremente la estructura productiva privada y pública de la Argentina. Tenemos entonces un Estado desmantelado que le presentará a gobiernos como el de Kirchner una tarea hercúlea. Tan hercúlea que van a ser necesarios dos acompañantes centrales. Uno es cierta voluntad y capacidad del gobierno de ir en esa dirección, cosa que todavía está por verse. En estos dos años no he visto una intención clara y determinada de hacer eso. Y otra parte es de los ciudadanos y las organizaciones, que tenemos que hacer sentir el derecho y la obligación de reclamar que tenemos derecho a un Estado amigo.
-Lo que se nota desde el gobierno es que el discurso de reconstrucción del Estado suma ahora valoraciones que antes no estaban muy presentes, como la del superávit fiscal.
-Cualquier gobierno, sea de izquierda o derecha, necesita para realizar sus designios mantener equilibrios macroeconómicos. Eso se aprendió duramente en Argentina. Los desequilibrios golpean a todos, por eso el esfuerzo de mantenerlos es bueno. La pregunta que sigue en pie es cómo va a ser utilizado. Uno de los datos importantes del gran éxito chileno es que estuvieron de acuerdo en que algunos parámetros económicos de estabilidad y superávit fiscal eran necesarios para hacer políticas sociales que han reducido notablemente la pobreza en el país. Estos equilibrios son una condición necesaria, aunque no suficiente, en todo el mundo. En sí mismo son neutros, el tema es cómo se utilizan.
-¿A qué nivel de Estado es más cercana la realización de un programa de expansión de la ciudadanía como usted plantea?
-Creo que una de las cosas alentadoras en Argentina es este redescubrimiento del nivel municipal. Sobre todo porque hay buenos ejemplos de construcción de ciudadanías e identidad por parte de muchos municipios.
-¿Está menos pesimista respecto de las advertencias sobre la muerte lenta de la democracia que realizó poco antes de la crisis de 2001?
-Sí. Lo que yo expresé en ese momento es una preocupación real sobre la posibilidad de extinción de la democracia por disolución química. Felizmente ese riesgo ha sido aventado.
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Fotos
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O'Donnell participó del foro de discusión organizado por la Unesco en Rosario.
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