|
sábado,
17 de
diciembre de
2005 |
Aniversario
El Cairo, el imperio del café
El bar cumplió un año. Las razones de un fenómeno y el rol de la arquitectura en su nueva puesta en valor
Fotos: César Arféliz y Enrique Rodríguez Moreno
Cumplió un año. Y parece que el sueño superó al mito. O al menos va en ese camino. El Cairo despuntó su primer aniversario con notable éxito ya que con sus renovados bríos supo renacer de las cenizas, construyó el otro lado de su historia y se redescubrió como ícono de la cultura de la ciudad. Rosario disfruta ahora de un viejo clásico que se animó a abrir su alma. Allí encontró una calle a la imaginación que supo aggiornar y darle vuelo a aquella mezcla de bohemia, militancia, intelecto y quiniela. El bar abandonó su naturaleza de refugio y asumió un desafío más atrevido y actual. Dejó de ser el "cafetín de Rosario" para convertirse en un auténtico "imperio del café".
Pero, ¿cuánto tuvo que ver la arquitectura con esta nueva puesta en valor?... Seguramente es muy difícil de mensurar el fenómeno desde ese punto de vista. Sin embargo se vuelve válido el intento cuando se verifica la sensibilidad de un grupo de profesionales, integrado por Gustavo Di Prinzio, Josefina Caprile, Elisa Verdes y Juan Romano, que supo explotar los valores que guardaba secretamente el lugar.
Hoy El Cairo vende 15 kilos de cafés por día, lo que lo llevó a ser el de más movimiento en la ciudad y comparable con los más importantes de Buenos Aires. Otro punto que da la pauta del impresionante crecimiento de este emprendimiento es que ahora abre los domingos y a pesar de que es un día en que el comercio no le aporta gente, el bar mantiene la fidelidad de su clientela. Parece que no lo afecta ni el clima ni el día de la semana y rompe con las reglas de los negocios del centro. Entonces, ¿es sólo un fenómeno comercial?
Uno de los elementos que juegan a favor de los proyectistas es que siempre tuvieron presente que debían operar sobre el mito. El antiguo El Cairo estaba definido por lo que allí ocurría, por sus personajes, sus historias, su atmósfera y sus mesas de galanes. No por su arquitectura. Era un lugar que trascendió lo meramente físico y que mágicamente se transformó en patrimonio de la memoria de todos los rosarinos.
Entonces, el pasado no podía ser tomado como única referencia: no se trataba de la reconstrucción de un lugar con una estética fuerte, que dejara una impronta rica o una punta para retomar.
El viejo bar había dejado de funcionar y había causas que explicaban su decadencia. Pero había algo que se debía conservar y que estaba fuera de los límites tangibles. Entonces, se trabajó sobre el espíritu del lugar y su particular carácter. "Decidimos no apelar a la nostalgia y generar un contenedor lo más neutro posible, un espacio posibilitante, flexible, dinámico, que contenga aquellas historias del pasado pero que fundamentalmente permita que nuevas historias puedan ser escritas", señalaron los arquitectos que llevaron adelante la remodelación.
Descubrimiento arqueológico
Luego del famoso incendio que terminó de enterrar al viejo El Cairo, apareció un nuevo edificio. Ya sin cielorrasos ni revestimientos, la estructura se mostró tal cual es, y permitió descubrir su impactante espacialidad. Al desaparecer la pared que separaba el bar del pool, junto con el viejo cielorraso Fonex que se le había agregado a media altura, nació un espacio distinto, potente y muy sugestivo.
El edificio de estructura metálica, curiosamente encerraba en su interior una vieja casa chorizo con un estrecho y largo patio, que había sido techado y se usaba como depósito. Ese "descubrimiento arqueológico" redefinió los alcances del proyecto. Y allí radica uno de los puntos fuertes del nuevo El Cairo: los proyectistas supieron leer a tiempo las necesidades y el potencial que emanaban de ese hallazgo.
"Nos paramos frente al problema evitando la discusión conceptual de arquitecturas. Modernas, clásicas o minimalistas, no nos importó. Tampoco se buscó la originalidad o sobresalir como objetivo. Se priorizaron las búsquedas, y no resumir todo a una mera cuestión de visuales", comentó la arquitecta Elisa Verdes.
"Nos abocamos a profundizar en el potencial del edificio y en los misterios de su interioridad. Buscamos recuperar su propia capacidad de generar emociones", agregó la profesional. Consecuentemente, "los recursos formales fueron utilizados en forma racional y austera, buscando despegarse, y subrayar por contraste la espacialidad del edificio".
Y así el patio se transformó en callecita adoquinada y es el corazón del bar; la fachada de la casa chorizo se restauró y cobró protagonismo. La barra se desprendió de su espalda y se coló entre las columnas del gran espacio. Se restauraron los capiteles y las molduras de las columnas, tomando como molde la única que había sobrevivido al fuego. Se recuperaron también aberturas y se reprodujeron texturas.
Al gran cortinado teatral que se descuelga desde lo alto para posibilitar la eventual separación del sector con escenario destinado a las actividades culturales y muestras de arte no fue necesario utilizarlo. Los dueños se dieron cuenta de que la gente prefiere una única lectura del espacio. Y el bar se adaptó a esas inquietudes sin problemas.
Otros de los secretos del éxito fue reservar diferentes espacios para las distintas necesidades. Eso le permitió captar como clientes a diferentes generaciones ya que el piso de madera sobreelevado, con mesas bajas, y la barra restaurada definen el área de la taberna para las picadas. Pero también está el sector de la biblioteca de piso a techo, junto a los cómodos sillones que invitan a la lectura. El gran panel que compone fotografías artísticas tomadas en el lugar, con amplios sillones que arman un particular living junto a los ventanales de calle Santa Fe, cobró un notable protagonismo.
Y por supuesto, la restauración puso en valor la fachada que, ya sin los antiguos carteles que la ocultaban, ahora permite observar la inusual dimensión de sus ventanales.
Estableciendo límites imprecisos entre el interior y el patio exterior y aprovechando los grandes paños vidriados hacia la calle, se generaron secuencias de continuidad visual. "Así, la ciudad se interna en el edificio y El Cairo se apropia de un trozo de ella. La noción de limite se disolvió, el adentro y el afuera se confunden y El Cairo es Rosario y Rosario es El Cairo", destacó Gustavo Di Prinzio.
De esta manera, los profesionales se acercaron con gran delicadeza e intuición a la gente, a sus costumbres, y marcaron su trazo con un inequívoco sello de contemporaneidad. Colocaron al viejo mito en un nuevo espacio. Lo redefinieron como bar y El Cairo sigue siendo un clásico. El aporte disciplinario, entonces, se fortalece detrás de cada gesto. La esquina de Sarmiento y Santa Fe disfruta de su nueva vida y la arquitectura es socia y protagonista de esta postal de la ciudad.
enviar nota por e-mail
|
|
Fotos
|
|
|