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jueves,
15 de
diciembre de
2005 |
La sobrevivencia
de los excluidos
La edad promedio de la población carcelaria disminuyó de 31 a 21 años entre 1984 y 1994 mientras el 20 por ciento de las penas dictadas en 2000 se concentró en jóvenes de entre 18 y 20 años, según otro aspecto del informe del Pnud. "Muchos jóvenes sin empleo ni educación y en condiciones de vulnerabilidad combinan el delito con el trabajo como estrategia de supervivencia", señaló la investigadora Liliana Derriz.
La especialista explicó que la crisis de la escuela y de la familia, atravesada por la pérdida de niveles de instrucción y la exclusión del mercado laboral de la generación de los padres, ha tenido una incidencia directa en estos jóvenes.
"La descentralización educativa llevó a un deterioro en la calidad de los aprendizajes", sostuvo Derriz. Como consecuencia, muchos jóvenes de bajos recursos y de sectores medios empobrecidos han quedado fuera del sistema educativo o padecieron los desajustes de una escuela en crisis, que los ha dejado sin calificación para acceder a mejores empleos. Los nacidos en los 80 y llegados a la adolescencia en los 90, de sectores bajos y medios empobrecidos, son una segunda generación que se enfrenta al trabajo inestable.
"Más que desempleo de largo plazo estamos hablando de «inestabilidad de las trayectorias laborales», por lo cual para muchos jóvenes el delito no es una ocupación exclusiva ya que están insertos en el mercado laboral pero de manera precaria", señaló la investigadora.
Uno de cada cuatro jóvenes de entre 18 y 27 años consideró que transgredir las leyes no es grave y el 56 por ciento estuvo de acuerdo en que "hay momentos en que es necesario desobedecer la ley".
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