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sábado,
10 de
diciembre de
2005 |
Yo creo: "Por el mundo sin saber de
Oliver Twist"
Fernando Toloza / La Capital
A veces el afán de ser más explícito es contraproducente. En los años de infancia recuerdo haberme topado con "Oliver Twist", de Charles Dickens, pero bajo el título de "El hijo de la parroquia". El traductor o la editorial (Sopena) tal vez creyeron conveniente inventar un título que dijese más. El "decir más" en mi caso se transformó en desprecio: ¿qué me podía interesar de una historia que, imaginaba, debía transcurrir en medio del incienso de la iglesia? Y con esa imagen equivocado seguí adelante por el mundo sin saber de qué trataba Oliver Twist. Alguna aproximación posterior a Dickens ("David Copperfield", "Canción de Navidad") me reveló el extraordinario don del novelista, sus cualidades natas para el cine, su ironía como arma para criticar la violencia ejercida sobre los niños (la leyenda dice que Dickens trabajó en una fábrica cuando infante), pero el error de apreciación sobre "El hijo de la parroquia" seguía enquistado como la mula que se para en el medio de la vía en "La vida es un milagro" de Emir Kusturica. La llegada de la versión fílmica de "Oliver de Twist" hecha por Roman Polanski me permitió mover la mula y abrir las páginas de la novela de Dickens en una edición sin inventos en el título. Allí me enteré de que lo del "hijo de la parroquia" no era del todo un delirio para titular. Hacía referencia a una ley inglesa que obligaba a las parroquias a tomar bajo su custodia a los huérfanos. Oliver era literalmente un "hijo de la parroquia". Y serlo significaba estar a un paso de la muerte todo el tiempo. Como dice Dickens, los responsables de los niños tenían una filosofía práctica: o los niños se morían lentamente por la poca comida que les deban, o perecían rápido al salir al mundo exterior. En ese exterior las acechanzas eran igual de mortíferas que dentro del claustro. El primer destino de Twist fue ser cedido a un deshollinador, quien lo utilizaría para limpiar chimeneas, un "oficio" en el que cada día agonizaban muchos niños. Twist se salvaba, era engañado por una banda criminal, rescatado por "gente buena" y perseguido por los delincuentes. En la peripecia de Twist, Polanski se las ingenia para filmar otra historia de supervivencia, como en "El pianista", sólo que, comparado con el hoy, ya no hay adentro para los chicos, sino pura intemperie, de la cuna a la basura.
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