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 domingo, 04 de diciembre de 2005  
Resistiré. Los vecinos de Ibai Ondo soñaban con una vida tranquila junto al río, los árboles y sus pájaros
Un barrio de Villa G. Gálvez, encerrado por puerto cerealero
Quienes no vendieron sus casas aún no se resignan al cambio e insisten en defender sus derechos

Silvia Carafa / La Capital

Villa Gobernador Gálvez.- Matilde y Roberto están sentados en el patio de su casa. Pero no es un patio común. Es como estar constantemente en la costanera. Son vecinos del río, de los pájaros que se posan sin miedo sobre las matas prolijas del predio, y hasta hace poco, de varias familias que ya no están. Para ellos es el lugar soñado, el vértice de una manzana en el barrio Ibai Ondo, donde dicen que el aire tiene otro aroma apenas se ingresa al loteo.

Claro que las cosas cambiaron. El sitio perdió su encanto. Ahora hay una decenas de casas en escombros, malezas y hasta faltan focos del alumbrado de las calles. Es que el sueño casi se desploma cuando la cerealera Cargill llegó al lugar para construir un puerto y una planta procesadora de soja. Todo empezó dos años atrás, con la rezonificación sorpresiva del barrio, y sin estudio de impacto ambiental, los terrenos de fin de semana del Ibai Ondo pasaron a ser zona industrial.

Ahora, a espaldas de Roberto y Matilde un espigón imponente se va internando en el río, a tono con las gigantescas construcciones de la cerealera que compró las casas de los vecinos y las derrumbó con topadoras. Una forma de extender dominios, opinan los que no quisieron vender sus propiedades porque la casa es algo más que un bien inmobiliario, explicaron. Y en el patio de la casa del matrimonio la afirmación cobra fuerza.

"Estamos acá desde hace ocho años, todo lo hicimos nosotros, cada detalle con mucho esfuerzo, elegimos este lugar para vivir, tenemos el río, tenemos descanso, acá uno se olvida de todo", explicó el hombre, y acotó que el barrio cambió "por culpa de Cargill. Muchos vecinos le vendieron sus propiedades por miedo a la contaminación y por eso se fueron, nosotros nos vamos a quedar hasta el final, vamos a ver qué pasa", aseguraron a dúo.

Por ahora lo que avanza es la topadora en la decena de casas que adquirió la empresa y que derrumba a fin de evitar que las ocupen los intrusos. En la manzana sólo quedan tres predios habitados que conviven con el paisaje desolador de las viviendas destruidas, con el fondo de las enormes estructuras cerealeras. Cara y ceca de una realidad forzada, el retroceso de la zona urbana en medio del reclamo no escuchado de los habitantes del lugar.

"Encima no limpian los escombros", dijo el hombre y señaló "un chalé hermoso que está aguantando el derrumbe que hay al lado", y acotó que también aumentó la inseguridad porque hay saqueos en las viviendas cuyos dueños dejaron el lugar pero no las vendieron. Pero no fue lo único que cambió de situación, la firma también adquirió tramos de seis calles públicas y cortó la comunicación del Ibai Ondo con la zona sur de la ciudad.

"Ahora tenemos una única salida", explicó Graciela Lázari, una vecina que jamás pensó en vender su casa y que calificó a Cargill como "corsario moderno, porque avanzan sobre lo ajeno, destruyeron un barrio, le quitaron la hermosa naturaleza que esto tenía", comentó. Y agregó que la empresa ni siquiera se ocupó de quitar los escombros de las casas que demolieron ni de construir la pantalla arbórea para proteger a quienes decidieron no abandonar sus propiedades.


Acción psicológica
"De alguna manera lo que está pasando es todo un trabajo psicológico, porque antes uno venía y hasta había un olor distinto en el aire, hoy falta el alumbrado público, hay yuyales y nos visitan los vándalos", describió Lázari. Y acotó que la Cooperativa de Alumbrado Público retiró el cableado de los frentes que adquirió Cargill porque a la firma no le era necesaria la iluminación del barrio.

Según Lázari, los habitantes del Ibai Ondo comprenden que la radicación de ese tipo de industrias son funcionales a la economía del país, pero eso no significa que se invadan los ejidos urbanos. "No estamos en contra del emprendimiento, sólo queremos que respeten nuestros derechos y esto era una zona residencial", enfatizó.

La vista aérea de la modificación del barrio tiene forma de ele, en la que ahora deben convivir viviendas residenciales con el área industrial que, según las normas establecidas, no debería estar a menos de dos kilómetros de la urbanización que ahora sólo alcanza a ser un pequeño rectángulo.

Para los vecinos, en la radicación de la empresa hubo una falta de respeto a las normas de convivencia. "Si desde el inicio hubieran sido buenos vecinos no se hubieran venido a instalar acá, porque Villa Gobernador Gálvez no tiene espacio para este tipo de infraestructuras", señalaron, Y agregaron que años atrás, presentaron una iniciativa para que la provincia garantice los únicos 300 metros libres de costa que tiene la ciudad. Además, comentaron que trabajan "a pulmón", para construir una bajada al río.


Una rezonificación irregular
En agosto del 2003 el rumor de la construcción de un puerto intranquilizó al Ibai Ondo. "Le preguntamos al actual diputado Pedro González que en ese momento era intendente qué había de cierto y dijo que no sabía nada", sostuvo Lázari. A dos años de aquella negativa, la vecina tiene otra explicación. "González se jactó en los medios de comunicación de haberle mostrado él mismo los terrenos a Cargill, mientras a nosotros nos decía que no sabía nada, hacía de agente inmobiliario con la empresa, ya es demasiado la tomada de pelo que le hace a la gente", enfatizó.

Por su parte, el concejal socialista Luis Sánchez recordó que el Concejo transformó esa zona residencial en industrial sin tener un estudio de impacto ambiental, tal como prevé la ley de Medio Ambiente. "Eso no sucedió a pesar de que se lo pedí a Marcelo Terencio, titular del área", relató el edil. Y dijo que fue la empresa la que presentó un estudio de impacto ambiental en el momento de su radicación.

"La etapa anterior a la radicación, requería de un estudio de impacto ambiental que nunca se hizo", sostuvo Sánchez. Y acotó que incluso existe una ordenanza municipal que establece la zona de la costa como reserva ecológica. Para el edil, la rezonificación es "irregular desde el punto de vista del medio ambiente".

El concejal también evocó una normativa provincial sobre normas mínimas de urbanización que establece que las industrias y los puertos deben instalarse a dos kilómetros de donde reside la gente. "Acá eso no se cumple", dijo y subrayó lo que considera otra "situación irregular": la venta de cinco calles a dicha empresa.
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Roberto y Matilde no pueden creer cómo cambió un lugar que creyeron de ensueños.

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