
|
domingo,
04 de
diciembre de
2005 |
Desencuentros políticos y angustia ciudadana
La Argentina en lo político se perdió muchas veces, casi siempre; por eso en lo social casi siempre se encontró en la angustia o, en el mejor de los casos, no pudo realizarse de acuerdo con sus potenciales. No es de ahora, es de siempre. Parece que al fecundarse la patria el gen del desencuentro se deslizó imperceptible. Tal vez el sino argentino sea el de cargar por siempre la cruz del odio, del resentimiento y la venganza. Antes unitarios contra federales; Lavalle contra Rosas, el “Manco” Paz contra Quiroga. Después, conservadores contra aquellos que propiciaban una reforma social.
Un poco más acá en el tiempo Perón contra la llamada oligarquía. Y más cerca aún de nuestros días el espanto de la guerrilla y la dictadura. ¿El retorno a la democracia en el año 1983 puso fin a estos enfrentamientos? Desde luego que no. Recuérdese sino la quema del cajón de Herminio Iglesias, el alzamiento militar contra los generales de Alfonsín y el golpe institucional sutil —o no tan sutil— de un grupo de poderosos argentinos que apresuró la partida del primer presidente de este ciclo democrático. ¿Las disputas y peleas políticas acabaron allí? Naturalmente que no. El de De la Rúa no fue un buen gobierno y el presidente debió huir, pero no puede dejar de considerarse que como producto del enfrentamiento político. A todo esto, de paso, recuérdese que antes abandonó el barco su vicepresidente a quien hoy se lo reivindica designándoselo en el Mercosur. Disimuladamente, también, algunos santafesinos que formaban parte de aquella Alianza y que se sacaban fotos sonrientes al lado de “Jorge”, salieron disparando por los cabos del buque zozobrante. Claro que no todo terminó allí: alguien, cuando era gobernador, dijo que Menem era uno de los mejores presidentes que tenía el país, pero tantos halagos de entonces terminaron en repudios ahora.
El colmo de los colmos podría ser considerado el enfrentamiento en el seno del propio gobierno que se dio entre el presidente Kirchner y su ex ministro de Economía Roberto Lavagna. Es decir, en todas partes, y por lo general, campeó aquí el desencuentro con fines egoístas. Muy pocas veces hubo pactos de unidad para generar políticas que ayudaran al angustiado pueblo argentino. Claro que el gen del antagonismo feroz prendió también en Rosario y Santa Fe.
La jura de los nuevos concejales
Mañana, a las 12, se realizará en el Concejo Municipal de Rosario la ceremonia de juramento y asunción de los nuevos concejales. Hasta hace pocas horas atrás parece que el bloque socialista se iba a oponer a que asumiera el concejal del mismo bloque, aunque con discrepancias de diversa índole con sus compañeros, Jorge Boasso. Los motivos que se argumentan, como siempre, endebles, faltos de fundamento serio. El motivo en realidad es el resentimiento político, el enfrentamiento espurio que tanto daño le causa a la socied, el desencuentro.
Es probable que mientras el lector lea estas líneas el socialismo haya decidido, y en buenahora, no llevar adelante una iniciativa tan incomprensible como torpe. Y es de aguardar, por otro lado, que los demás partidos políticos no se presten a esta disputa que tiene su origen en cuestiones internas del Frente y que maculan a la institución colegiada rosarina. Las breves reflexiones que caben al respecto son las siguientes: Boasso fue elegido por muchos miles de rosarinos, ¿por qué un grupo de nueve o diez personas tiene que avasallar la voluntad popular? En todo caso: ¿por qué no se impugnó en su momento su candidatura? Además, el Tribunal Electoral le ha entregado a Boasso su diploma de concejal y ya en períodos anteriores los concejales fracasaron en su intento de impedir que asumiera, pues la Justicia hizo lugar a sus pedidos de amparo. ¿Otra vez se insistirá sobre lo mismo haciendo en la institución de la república, el Concejo, un papelón? ¿El enfrentamiento en lugar de la unidad para generar proyectos en favor del vecino?
Reutemann, siempre contra Reutemann
Si hay un blanco en el ámbito provincial que la oposición siempre elige para descargar sus balas políticas ese es Carlos Alberto Reutemann. ¿Por qué? Es muy simple: es la única figura que puede impedir que algunos dirigentes políticos se hagan del sillón del brigadier López. La excusa para disparar es siempre la misma y como siempre carente de contundencia: las inundaciones, como si un gobernante provincial pudiera aquietar a la naturaleza u obligar a las autoridades nacionales a hacer las obras requeridas (como mucho antes lo había pedido el gobierno provincial) o a tener estaciones meteorológicas que predigan grandes fenómenos. En el mes de septiembre pasado dos profesionales, los licenciados Sergio Negri y Ruth Zagalsky dieron a conocer un exhaustivo trabajo sobre las inundaciones en Santa Fe, avalado por una prestigiosa fundación internacional. Cuando se acaba de leer el extenso trabajo se concluye en que no hubo responsabilidad del gobierno provincial y que de no mediar la ayuda que se desplegó, el desastre hubiera sido mayor. Algunas de las citas de los licenciados son éstas: “Pero también está claro que para que estas crecidas sean mensurables, se debe contar con un sistema de alertas y con estudios específicos que permitan la adopción de las respectivas decisiones preventivas. La oscuridad y falta de precisión acerca de los alcances de lo que estaba aconteciendo por entonces queda reflejada por algunas declaraciones de la época. Por ejemplo, se afirmó que el INA de Ezeiza no tenía datos relevantes a punto tal que la doctora Dora Goniadski, funcionaria encargada desde 1992 del permanente monitoreo de la cuenca del Plata, en el último parte semanal enviado a la provincia de Santa Fe antes de la irrupción del agua, había informado que se esperaban precipitaciones algo por encima de la media, sin especificar ni dónde ni cuánto. La funcionaria agregó que “aunque no teníamos medidos los ríos (que desembocan en el Paraná, como el Salado) sí teníamos indicación de que su caudal era importante, y a esto también lo decíamos en nuestros informes (...) nosotros, por los pocos registros que teníamos, con humildad sólo advertíamos que eran lluvias muy grandes, y realmente más que eso no podíamos decir... ”.
Por su parte el director del Centro Regional Litoral dependiente del INA Carlos Paoli y el responsable de los estudios del río Salado, Ricardo Giacosa también admitieron que no estaban en condiciones de predecir la catástrofe. De hecho pronosticaron que el Salado tendría un caudal de 2.430 metros cúbicos por segundo cuando la realidad mostró que llegó a 4.000, con un pico de 7.19 mientras que su altura máxima fue de 7.89 metros. Paoli y Giacosa aclararon que “las inundaciones por lluvias intensas o crecidas de ríos son imposibles de evitar; pretender que nunca más haya inundaciones es impensado y la población debe estar preparada para convivir con ese riesgo”.
Dicen Negri y Zagalsky en el trabajo respecto del operativo que siguió a la inundación: “Tamaño operativo de asistencia (tanto por su vastedad cuanto por su complejidad), no estuvo exento de problemas y de críticas respecto de su desenvolvimiento. Y esto es particularmente comprensible ante el súbito cambio en las condiciones objetivas de vida de más de un centenar de miles de habitantes de una ciudad que se vio desbordada por las aguas, alterando su ritmo habitual de actividades y generando consecuencias que perdurarán por generaciones. Pero lo que es también enteramente cierto es que, sin mediar una decidida acción de parte de las instancias de gobierno y de la proverbial solidaridad de toda una ciudad y un país movilizados tras una causa que pasó a ser nacional, los costos reales que se hubieran experimentado podían haber alcanzado niveles superlativos”. Muchas voces están alertando por estos días que el Servicio Meteorológico hace mucho tiempo que no está en condiciones de actuar eficazmente en la prevención de grandes siniestros climáticos. De más de 500 estaciones que había en la década del sesenta quedaron sólo 114. Pero claro, a los efectos políticos es provechoso culpar a Reutemann, fomentar el resentimiento y dar rienda suelta al enfrentamiento político. Jamás la unidad, porque lo que importa es el sillón del poder y no la felicidad del pueblo.
enviar nota por e-mail
|
|
|