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sábado,
03 de
diciembre de
2005 |
Día Internacional de las Personas con Discapacidad
Posibilidades para todos
Victoria Ramírez (*)
El 3 de diciembre de 1983, la Asamblea General de la ONU declaró ese día como el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Nuestro país y nuestra ciudad adhirieron a esta iniciativa mundial y el Concejo municipal conformó la comisión 3 de Diciembre, con el objeto de crear políticas y considerar las necesidades de todos aquellos ciudadanos que padecen discapacidades.
Entre otras iniciativas la comisión decidió entregar subsidios a aquellas instituciones de la ciudad que se destaquen por su labor a favor de los discapacitados o por su compromiso en la defensa de sus derechos. En mi carácter de presidenta de la comisión 3 de Diciembre me permito estas breves reflexiones:
La Organización Mundial de la Salud (OMS) da cuenta de que hay en el mundo 500 millones de personas que padecen de alguna discapacidad. En algunos países la observancia de los derechos y la aplicación de políticas que favorecen a estas personas se realizan escrupulosamente, en otros, como el nuestro, apenas si hay atisbos de un trabajo responsable y en otros definitivamente campea el desamparo para esta franja social.
La OMS ha hecho una diferencia de matices entre las personas que padecen alguna disminución de sus potencias: habla de discapacidad, deficiencia y minusvalía. Pero la pregunta que debemos formularnos es ¿qué es discapacidad? La Real Academia Española dice que discapacitada es una persona que tiene impedida o entorpecida alguna de las actividades cotidianas consideradas normales, por alteración de sus funciones intelectuales o físicas. Sin embargo, el pensamiento común ha estigmatizado, en más o en menos, a estas personas que yo preferiría llamar “con otras capacidades”. Recién en los últimos tiempos de la humanidad y gracias al amor de líderes que entendieron que una persona es lo que es por su sublime “Yo” y todo el potencial que de él emana es que la discriminación, arbitraria e injusta, comenzó a ceder terreno a una visión más humanista y más equitativa.
Es cierto que muchas personas con otras capacidades están en desventaja. Pero debe considerarse que tales desventajas no se generan por la discapacidad o la incapacidad del prójimo distinto, sino porque la sociedad no ha arbitrado los medios aún para que estas personas puedan desarrollar su vida social con normalidad.
En nuestro país y en nuestra ciudad recién desde hace poco tiempo se producen y hacen cumplir normativas que beneficien a quienes deben transcurrir su existencia con esa desventaja. Y la verdad sea dicha, no se ha instalado en el liderazgo argentino y en el poder político en particular, la idea de que son necesarias más normativas y más cumplimiento de las mismas. Si observamos detenidamente la realidad social, concluiremos en que, por ejemplo, personas que deben desplazarse en sillas de ruedas carecen de oportunidad para conseguir un trabajo; si leemos las crónicas cotidianas observamos como chicos ciegos o sordomudos o disléxicos o con alguna disfunción, son rechazados en muchas escuelas.
A medida que avanza la ciencia, y en especial la neurobiología, nos enteramos de que la capacidad y el potencial del hombre es asombroso. Sabemos que incluso personas con patologías graves pueden alcanzar un potencial maravilloso e incluso realizar entregas sublimes a la humanidad.
Debemos recordar nada menos que a Stephen Kawking, el científico inglés severamente discapacitado por padecer esclerosis lateral amiotrófica, hecho que no le impide mantener su alta actividad científica y pública. Este hombre ha maravillado a la humanidad con la teoría del Big Bang, ha desarrollado y profundizado la teoría de la relatividad de Einstein, tiene doce doctorados honoríficos, es autor de numerosos textos y es aclamado por la comunidad científica mundial. Todo lo ha hecho desde su silla de ruedas, imposibilitado de mover pies y manos y, en los últimos tiempos, también de mover la cabeza.
Por eso es trascendente que la dirigencia en general y la política en particular ponga su atención en el corazón del ser humano y se disponga a hacer la obra fundamental allí. De nada nos servirán ciudades pintorescas si quienes la habitan no son considerados el centro de todas las cosas, si quienes las habitan no tienen la posibilidad de desarrollarse como personas. Y este desarrollo no puede circunscribirse, de ningún modo, a aquellas personas consideradas “normales”, porque ha quedado demostrado que nuestros hermanos con algunas diferencias son capaces de darnos, incluso, mucho más de lo que ofrece el resto del mundo.
Para empezar digamos que en muchos casos son capaces de comprender lo que es bondad, amor y compartir esas virtudes en un mundo frívolo y superficial. Cabe preguntarse: ¿Quiénes son en realidad los minusválidos, deficientes o discapaces sino aquellos que no tienden una mano amorosa a aquellos que siendo aptos para muchísimas cosas no lo son para otras? El verdadero discapacitado es el que no ama. Y no ama aquel que se olvida del prójimo, o lo desampara o permanece indiferente ante su necesidad y le impide crecer y entregar el fruto de su crecimiento a la humanidad.
(*) Concejal del PJ
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