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sábado,
03 de
diciembre de
2005 |
Reflexiones
La admirable profesión de médico
Ernesto Luezas (*)
Imagino que un hijo mío, terminando el secundario, me dice: “Papá, quiero seguir medicina. ¿Qué te parece?”. Le contestaría: “Mirá, para empezar tendrás que estudiar muy pero muy duro durante largos seis años porque la carrera no es nada sencilla y, por suerte, se exige mucho en la facultad. Después de graduado seguramente optarás por alguna especialidad para lo cual tendrás que inscribirte en alguna carrera de posgrado o rendir el concurso unificado del Colegio de Médicos para ingresar a alguna residencia o concurrencia que, en cualquier caso, te llevará cuatro años más. Al ingresar no tendrás que hacer 52 horas semanales, como en teoría se dice, sino que vivirás en el hospital o sanatorio en guardias casi permanentes y en muchos casos cubrirás trabajos que les toca efectuar a médicos de planta. Pero, por cierto, aprenderás y mucho.
“Ya residente de 4º año empezarás a pensar dónde ejercer la especialidad que estás por terminar. Si elegís la medicina pública, y tenés la suerte de hacerlo en los efectores municipales o en los grandes hospitales que dependen de la provincia, podrás hacer buena medicina pero no todos los hospitales públicos, en especial algunos Samcos, están razonablemente equipados, teniendo siempre que resolver, como puedas, necesidades angustiantes de los pacientes como las que allí concurren en búsqueda de algún alivio.
“Si pretendés ingresar en el sistema de la medicina privada, y lograr hacer pie en algún sanatorio, el administrador te hará firmar un contrato por el cual te retendrán entre el 25 y el 45% de tus honorarios, según el lugar donde se trate, y el resto lo cobrarás, también por el sanatorio, que se encargará de fijar el valor de tus honorarios, la época de pago y dispondrá —cuando quiera o pueda— la fecha de hacerlo efectivo.
“Vas a aceptar estas condiciones tan rosarinas porque no es fácil lograr un puesto de trabajo y pensarás que con el tiempo la situación va a mejorar.
“Atodo esto deberás seguir estudiando, participando en congresos, jornadas y charlas de actualización, porque en ningún otro campo, como en la medicina, la ciencia y la tecnología modifican tan rápidamente, y para bien, el conocimiento que tenías hasta la víspera.
“Así te irás formando, creciendo, criando a tus hijos y estabilizándote en la profesión que elegiste. Hasta que un día, sin aviso previo, recibirás —posiblemente— una cédula de notificación de un juicio de mala praxis que te inició esa viejecita que estaba tan agradecida con vos que hasta te tejió una bufanda. Sabés que el juicio no tiene ni pie ni cabeza y que el abogado que lo inicia está asesorado por médicos que le “dan letra” en tu contra. Pero lo cierto es que la demanda existe y te sacará el sueño.
“Así deberás ver a tus abogados, transcribir a máquina la historia clínica que escribiste con letra que ni vos ya entendés, acercarles trabajos científicos que aseguren que tu práctica fue correcta, concurrir a audiencias, sopesar en las noches de insomnio si te conviene o no continuar siendo médico y armarte de una gran paciencia hasta que transcurren los años necesarios en estos larguísimos procesos.
“Finalmente llega la sentencia que te libera de toda responsabilidad pero no podrás reclamar ni un centavo de los daños morales que te ocasionaron porque litigaron “con beneficio de pobreza” y entonces te quedará, como gran festejo, ir a comer con tu esposa e hijos con la sensación de que, por lo menos, se hizo justicia y rechazaron la demanda.
“Así te irás acercando a la edad de jubilarte y cuando vayas a la Caja del Arte de Curar para hacer los trámites te enterarás de que el beneficio que te corresponde es escaso por lo cual decidirás tirar un poco más porque todavía te sentís joven”.
A esta altura del relato mi hijo tendrá los ojos casi llorosos por lo que voy contando. Pero a continuación le diría: “Pese a todo esto estoy muy orgulloso de que quieras ser médico porque si hay un profesional que tiene sensibilidad social, entrega para el ser humano y desinterés personal para ayudar al prójimo ese es el médico.
Honestamente,hijo, creo que al médico le pasan las cosas que le pasan, en gran medida al menos, porque su gran preocupación es lo científico y la cura o alivio del paciente. Dejan de lado la pelea por sus propios derechos que sin duda, a corto o mediano plazo, se tiene que dar para dignificar su calidad de vida laboral.
Por eso, seas o no médico, recordá que hoy, 3 de diciembre, es su día y que es necesario en esta fecha felicitar a todos estos esforzados trabajadores de la salud.
(*) Abogado.
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