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 martes, 11 de octubre de 2005  
Tras el horror. El clima de la mayor cárcel provincial a medio año de la masacre de catorce internos
La tensión decayó pero santafesinos y rosarinos siguen aislados en Coronda
A seis meses de la matanza, persiste la política de diálogo entre autoridades e internos. De los 1.217 presos 800 tienen buena conducta. Se afianzó la intervención civil y continúa actuando el reciente cuerpo de requisa

Andrés Abramowski / La Capital

Hace exactamente seis meses la crisis carcelaria santafesina alcanzaba su punto más sangriento y trágico con la matanza descarnada de 14 presos rosarinos a manos de una horda asesina de internos santafesinos. La masacre, que pretendió explicarse a partir de rivalidades regionales, escondía también un un enfrentamiento entre dos concepciones antagónicas de políticas penitenciarias, entreverado con variantes inherentes a los códigos carcelarios. Todo lo malo que sucedía en el penal se manifestó en esa carnicería humana y hoy nadie se anima a afirmar que hayan desaparecido las condiciones que llevaron a ese estallido. Transcurrido medio año las alas de rosarinos y santafesinos se mantienen sin contacto. Sin embargo, sobre un camino que privilegia el diálogo, la comunicación y la reinserción de los presos se trabaja en desactivar la bomba de tiempo en la que muchos previeron que se convertiría Coronda. Un trabajo intenso que no admite descanso ni distracciones.

El punto de inflexión que significó la masacre del pasado 11 de abril parece haberse resuelto, al menos hasta ahora, a favor de la política dialoguista que el gobierno de Jorge Obeid sostiene a pesar de la resistencia de sectores del Servicio Penitenciario (SP). Mejoras en la comunicación entre la dirección, el personal y los detenidos, proyectos laborales, de capacitación y esparcimiento, avances en la relación entre los presos y la sociedad extramuros marcan el camino por el que se intenta hacerle frente al temor siempre latente de un conflicto que pretenda lavar con más sangre la anterior. Como contrapartida, estos esfuerzos no tienen una celeridad correlativa en la investigación judicial que debe despejar de impunidad el ultrasensible terreno en el que se trabaja: ni más ni menos que una cárcel que hoy tiene 1.217 internos. De los cuales 800 tienen buena conducta.

Diez días después de la masacre, Obeid nombró interventor del penal corondino a Jorge Bortolozzi, hasta entonces titular del Instituto Autárquico Provincial de Industrias Penitenciarias. Su tarea era la de "restablecer el principio de autoridad y la seguridad en el penal en el marco del respeto de los derechos humanos" de internos y empleados. Restaurar la cadena de mando, tal como Bortolozzi afirma haber logrado, implicó movimientos en el personal hasta conformar un plantel que hoy se presenta más comprometido con la política oficial. Asimismo, entidades civiles como la Coordinadora de Trabajo Carcelario (CTC) valoran que el penal esté bajo el mando de un funcionario civil antes que de un representante de las fuerzas de seguridad, habida cuenta de que la masacre de abril podría haber abierto la puerta a sectores más duros.

Muchos de los cambios que implementó Bortolozzi habían sido también sugeridos por una comisión de expertos que el gobierno nacional mandó a Coronda días después de la matanza. "Para mejorar la comunicación entre los internos y los guardias -describió- hubo que modificar varios aspectos. Los celadores estaban sobrecargados de tareas, entonces se formó el cuerpo de requisas, que son 22 especialistas que revisan los pabellones para detectar armas caseras, y además se creó un cuerpo de asistentes penitenciarios que, a primera hora de la mañana, relevan las solicitudes de los internos para que sean respondidas con más agilidad".

Para el interventor, estas medidas buscan armonizar y descomprimir las relaciones en el penal, lo cual "tiene mucho que ver con la seguridad y la calma: porque si un interno está bien atendido genera menos presiones al resto de sus compañeros tanto como a los celadores". Al mismo tiempo, se intenta dignificar al personal mejorando de a poco sus condiciones laborales.


La teoría del conflicto
La masacre de Coronda le dio un estatus de guerra a una histórica y folclórica disputa en Santa Fe: norte contra sur. Esa rivalidad, bajo la cual en todo caso se esconden otros antagonismos, nunca podría haber originado la matanza, según coinciden varias fuentes que conocen los códigos carcelarios. Incluso algunos presos aseguraron haberse salvado ese día gracias a un supuesto enemigo. Sin embargo, la Coronda en vías de pacificación sigue estructurada en función de dos alas aisladas: norte y sur.

Desde la Coordinadora de Trabajo Carcelario (CTC) siempre se sostuvo que la matanza fue orquestada o manipulada por un sector del Servicio Penitenciario que no estaba de acuerdo con la política dialoguista. Y desde ese sector más duro surgió la explicación sobre el origen regionalista de la masacre. "Ese conflicto norte-sur, si bien existía, no podía causar esa carnicería. Ahora quedó instalado y es un retroceso que la cárcel esté dividida, pero también es un dato de la realidad sobre el que hay que trabajar. Y después de lo que pasó es hasta lógico que esto sea así", sostuvo Antonio Tesolini, de la CTC.

El restablecimiento de la normalidad en el penal es paulatino, luego de meses de un régimen más sujeto a medidas de seguridad. "Primero teníamos reuniones individuales con los voceros de cada pabellón hasta hace un mes, que pudimos hacer una reunión conjunta con los delegados de varios pabellones. Eso sí, todavía no hay contacto entre las dos alas. Es un avance recuperar ese espacio de diálogo para plantear conflictos y demandas", dijo Tesolini, y valoró la presencia del interventor en esos encuentros.

"La comunicación con el interventor es ágil -agregó- y eso es bueno en este momento, cuando todavía circulan rumores de venganzas, aunque algunos son claramente fantasiosos". La cadena de alerta empieza con los delegados de pabellones que se comunican con la CTC, que rápidamente informa a la dirección del penal. "Hasta ahora se pudieron resolver los conflictos antes de que se desencadenen".

Cauteloso, Tesolini considera que la situación actual "no es la óptima, va a costar mucho tiempo desactivarla". La salida que entiende la CTC es "generando espacios para hablar y recuperar actividades que hoy no funcionan correctamente como la escuela, el trabajo, las salidas laborales o transitorias, que están obstaculizadas por una práctica de años, muchas veces escondida en la maraña burocrática, que privilegia criterios relacionados con la seguridad antes que el tratamiento de los internos".

Sin embargo, esa puja entre sectores antagónicos del Servicio Penitenciario a la cual la CTC no deja de ponerle el ojo no está presente en el discurso oficial imperante, más empeñado en resaltar los logros. "Probablemente haya personal que no está de acuerdo con el diálogo, pero los logros son los que marcan el camino. Acá se aplica una política acorde con la dignidad humana y los derechos humanos, pero esto no quiere decir que uno pierda la autoridad, sino que la está legitimando", sostuvo Bortolozzi.


Las metas
Y son logros para el interventor haber normalizado el departamento de deportes, que los internos "que tengan buena conducta" puedan practicar atletismo y fútbol. Se está construyendo un gimnasio y una cancha para básquet y vóley, y después de diez años se volvió a hacer un torneo de fútbol. Incluso algunos internos jugaron contra un equipo de afuera. Bortolozzi se entusiasma con el funcionamiento de la FM, el debut de un grupo de folclore y la formación de un coro.

"Se trata de plantear metas a cada uno: algunos trabajan en la herrería o en la panadería, otros pertenecen a un culto, otros podrán representar a su pabellón en alguna competencia deportiva. La idea es que los internos no pierdan otra cosa que la libertad, que tengan la posibilidad de seguir existiendo".
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La actividad en el taller de sastrería, uno de los ámbitos de labor en la cárcel de Coronda.

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