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domingo,
25 de
septiembre de
2005 |
Entre la exclusión y la domesticación
La cultura, la comunicación y la información albergan hoy problemas críticos.
Más aún para los países periféricos. Aquí un fragmento donde Ford analiza esta tensión
Aníbal Ford
Cualquiera que se enfrente con los conceptos de cultura, comunicación e información se va a encontrar con una enorme cantidad de definiciones: unas veces complementarias, otras en pugna. Esto podemos entenderlo como una dificultad epistemológica o como la riqueza de conceptos que cruzan todas las prácticas y artefactos humanos. Es decir, que se caracterizan por su transversalidad, una característica que no es sencilla y que incluye un complejo campo de saberes.
Lo que es cierto es que esta dificultad, imposible de eludir, no puede impedir -o no debería impedir- el reconocimiento de que nuestra época se caracteriza por problemas críticos que corresponden al campo o a los campos de la cultura, la comunicación, y la información. Es decir: la brecha entre la problemática epistemológica de estos conceptos y la práctica concreta -política, crítica, académica- es algo que hay que aceptar. Y que no puede impedir la acción.
Nuestro objetivo en este trabajo es realizar algunas entradas -sólo en parte conectadas- a problemáticas que directa o indirectamente afectan o van a afectar a América latina (...)
LA DEPRIVACIóN CULTURAL
El aumento de las relaciones interculturales ha sido intenso en el último medio siglo y responde a causas directas o indirectas. Entre las razones directas se encuentran las migraciones de documentados e indocumentados, muchas veces generadas por ese crecimiento brutal de la brecha entre riqueza y pobreza en los últimos veinte años, por la represión política, la industria del turismo, el traslado de los centros de producción. Entre las razones indirectas, simbólicas o mediatizadas, el desarrollo de los medios y de la comunicación vía satelital, también durante las dos últimas décadas.
Esto cubre un amplio campo de trabajo intercultural, tiene sus expresiones políticas -el multiculturalismo- y ha renovado las discusiones, muchas veces confusas, sobre el "derecho a la diferencia cultural". Lo cierto es que no sólo hay culturas y lenguajes en crisis extrema, sino que muchas de las culturas existentes tienen, sobre todo ante la presión de la "cultura única" o de los efectos de las "culturas únicas" del G 7, un lugar precario, amputado o tergiversado en el escenario internacional.
Hay una situación real de "deprivación cultural" que absorbe lo que más arriba señalamos como "data deprivation".
Pero esta situación de deprivación tiene una doble interpretación. Si para algunos se trata de ausencia de dispositivos para comprender, respetar o entender la cultura del otro, o de las carencias en diversas culturas de los recursos para desarrollarse autónomamente -como hace años planteaba Hamelink-, para otros significa el camino que deben recorrer las "culturas otras", el "resto del mundo", para volverse semejantes a las culturas dominantes.
Por eso, la intención ante los ciudadanos "sub-standard" -por clase o por etnia- es aplicarles "prácticas correctivas" o programas de "educación compensatoria". Una "discriminación positiva" que, como plantea Jenks, ejerce una evidente violencia simbólica sobre los grupos sociales que, por no compartir la mainstream culture, se ven ya no como culturalmente diferentes sino como culturalmente deficientes.
Esto, que ya hizo fracasar muchos planes de desarrollo o de "ayuda" en los 60, implica un fuerte residuo del darwinismo social que, aunque haya tenido su versión más transparente durante la expansión imperialista de la segunda mitad del siglo XIX, nunca dejó de estar presente en las visiones que los países centrales tienen de las culturas periféricas o de ese tercer y cuarto mundo que hoy se dispersa por todo el globo. Porque, aclaremos, no sólo hablamos de la discriminación de los migrantes sino de un 80% de la población mundial.
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