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 domingo, 25 de septiembre de 2005  
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En la sociedad de las brechas
La literatura, el periodismo, la investigación académica y la política cultural se cruzan en la práctica de Aníbal Ford. Una experiencia que desafía las separaciones convencionales e ilumina los ensayos de "Resto del mundo", su último libro

Rodolfo Montes / La Capital

Una escalera de mármol en dos tramos, puertas de madera altísimas y señoriales y un hall luminoso que distribuye a una cantidad de ambientes difíciles de contabilizar. Son los tramos a recorrer antes de introducirse en la intimidad de Aníbal Ford. El piso queda en una calle empedrada del barrio de Colegiales. Y hasta allí fue Señales, a recabar el pulso de las nuevas aventuras que proyecta este intelectual, casi un prócer de la comunicación argentina, que con "70 pirulos" -según confiesa- no piensa abandonar ningún trabajo de campo.

De a poco, Ford desgrana historias, ideas, anécdotas, proyectos, preguntas que lo perturban, y las ofrece con generosidad. El mundo Ford es intenso, refinado y atravesado por códigos populares del centro y de los barrios, todo compensado con exquisita eficiencia. Con medio siglo de experiencia literaria, política, periodística y editorial, Aníbal Ford continúa su apasionada ruta de experimentación en varias zonas. "Siempre armé cosas, despelotes, trabajé mucho en colecciones, como «La historia del movimiento obrero» del Centro Editor de América latina, en la que fui redactor de los primeros sesenta números y que llegó a vender 60 mil ejemplares, paradójicamente, en tiempos de dictadura militar", recuerda.

"Resto del mundo, nuevas mediaciones de las agendas críticas internacionales" (Grupo Editorial Norma), su nuevo libro de investigación, "se inscribe en los problemas contemporáneos", según dice. "Con este libro la idea es proveer insumos para discutir, tanto en el campo de las políticas culturales y comunicacionales, como en la política, cosas que estimo van a tener relevancia en el futuro próximo. La Argentina no es el G7, es parte del resto del mundo, de Latinoamérica, que no tiene presencia en ese gran escenario internacional, ni desarrollo en su pensamiento autónomo". Ideas que también planteó en Rosario, donde estuvo recientemente como invitado en el Festival Latinoamericano de Video y en el Seminario de Historia del Pensamiento Nacional.

Ford se aplica a pensar tendencias, no problemas cotidianos. "Viene de los setenta -recuerda-, cuando comenzó a ponerse sobre la mesa el análisis de temas globales: recursos naturales, migración, pobreza. Con los años, los medios de comunicación los llevaron a sus agendas, pero siempre con cierto retardo".

Para entender el porqué de muchos problemas globales, Ford plantea: "Si la brecha riqueza - pobreza, en los últimos 20 años, se duplicó en el mundo, es obvio que eso va a provocar una cantidad de problemas. Si miramos las migraciones (hacia los países ricos) de miles de desesperados de los países pobres, es inexorable que eso va a producir nuevos problemas".

-¿La inmigración por las desigualdades cambiará el mapa del mundo?

-Trabajar el problema de la inmigración es central en la cultura contemporánea, porque el aumento de los contactos interculturales es enorme. Pero hay que estar preparado, porque de lo contrario se cae fácilmente en la discriminación, en la imposibilidad de no comprender la cultura del otro. Con Latinoamérica hay mucho prejuicio. Está el caso del empleado del Banco Mundial que visitó la Argentina, y porque había escuchado que aquí "hay una malaria bárbara", entonces el tipo se vacunó.

-¿Los procesos digitales aportan para democratizar al mundo o bien profundizan las brechas?

-Los procesos digitales hay que estudiarlos. Rompieron la férrea censura y dejaron ver las torturas en Abu Ghraib (cárcel de Irak), a diferencia de la guerra del Golfo, donde lograron ocultarlo. Algo parecido está ocurriendo con Nueva Orleáns, es lo que llaman el post periodismo, o el periodismo sin periodistas. Ya hay medios -algunos diarios en Holanda- que se hacen con los envíos de los aficionados. Yo no hablaría del fin del periodista, pero algo nuevo está sucediendo que obligará a otra formación en el periodista y a otro modo de leer la agenda de los problemas críticos.

-Las fotos de Abu Ghraib no tuvieron efectos en Estados Unidos. ¿Aquello que posibilitan las nuevas tecnologías pierde fuerza en la escala política?

-Hay distintos planos, por un lado está lo trucho: el pavo de plástico de Bush en Irak, la reina de Inglaterra en los estudios de la BBC simulando estar en Nigeria, o la manipulación de las fotos, algo que está ocurriendo con frecuencia. Es para estudiar, lo primero que aparece es una fuerte desconfianza hacia los medios, o una no lectura. No diría que estamos viviendo una crisis, sino algo más profundo: una transformación. Hay un problema de ignorancia y tergiversación grave en los medios, que en Estados Unidos es impresionante, sobre todo por lo que desconocen del resto del mundo. La pregunta es cómo se forma hoy la opinión pública y su cruce con el imaginario social, que es una categoría diferente, pero determinante. Finalmente, la gente más que saber y conocer la realidad, la imagina.

-¿La política va detrás de ese cambio?

-La industria de lo simbólico, las industrias culturales, ya están ocupando lugares claves en los productos brutos internos de los países centrales. Pero la política todavía no percibe bien esa dimensión. Siempre pasó así, primero irrumpen los fenómenos y unos diez años después alguien se da cuenta que hay tomarlos en cuenta, legislarlos y demás.

-Una preocupación suya, con relación a los medios, es la discusión sobre la "noticiabilidad", ¿Cómo está hoy esa puja en los medios?

-Hay casos cantados, donde la tapa del diario es obvia. Pero hay muchas otras tapas que son una opción entre veinte posibles, y ¿quién dice cuál es la que hay que poner? Depende de la formación de los editores, del lector que construye, del contrato de lectura, aunque esta idea también está hoy por hoy un poco discutida. Yo creo que estamos librando una discusión sobre qué noticias son las importantes y cuáles no, en el sentido de la formación de una supuesta ciudadanía.

-¿Se trata de una transición?

-Sí, pero no sé hacia dónde. Tal vez nos estemos yendo al carajo, o tal vez no. La desinformación sobre el país aumentó terriblemente, eso está claro. Hace algunas décadas todavía discutíamos problemas del país: ejemplo, decíamos NOA - por algún problema de Jujuy-. Hoy salís a la calle en Buenos Aires y decís NOA y nadie entiende de qué estás hablando. Esto es obra del proceso militar, no lo resolvió Alfonsín, no lo resolvió Menem y todavía estamos esperando.

-¿Cómo se explica esa mezcla paradójica de hiper información y mayor ignorancia?

-El desafío es darse cuenta que muchas cambiaron, que hay saberes que son distintos, cambiaron las formas de percepción que requieren otra mirada sobre lo que nos está ocurriendo. No podemos permitir que las cosas se nos vengan encima de manera idiota, y vuelvo al ejemplo de Nueva Orleáns. ¿Por qué se niega que el calentamiento de la tierra provoca huracanes de 250 kilómetros por hora? Esto ya lo sabíamos. Sin embargo se niega, se oculta, hasta que no se puede ocultar más y resulta que tenemos, tal vez, 10 mil muertos en el sur de Estados Unidos. Y hay que pensar lo que viene. La Argentina es proveedor de agua dulce, y si salimos a afirmar que muy pronto la pelea por el agua puede ser equiparable a la crisis de petróleo, resulta que te miran y te dicen: este hombre está borracho.

-¿Se requiere un esfuerzo distinto de las ciencias sociales?

-Quiero decir, ya no estamos en los años sesenta, donde hacíamos una determinada prospectiva muy distinta respecto de los anuncios que podemos hacer hoy, simplemente observando la realidad, con los datos que están a mano, que están más a mano que nunca antes. Uno mira los datos y queda claro que vamos a tener problemas. Hoy vamos hacia una profunda revisión, no sólo en el modo de analizar. El término "excluidos" es relativamente nuevo, tiene unos 25 años. No estamos en la "sociedad de información", en el cambio permanente, sino, en todo caso, en la sociedad de la brechas, con un agujeros de la gran...

- ¿La sociedad de la información como redentora de los excluidos se está revelando como idea falsa?

-Podemos ver franjas sociales que tienen una antena parabólica pero carecen de algodón y medicamentos, es una manera simbólica de colgarse a la modernidad. ¿A dónde vamos con eso? No sabemos. Al cabo, las utopías comunicacionales esconden, o escuenden, un gran negocio. Y no resuelven los problemas del mundo. Desde Marshall McLuhan hasta (Nicholas) Negroponte, pasando por Bill Gates, se planteó una vía de resolución de problemas que no es la real. Está más que claro que con una notebook no se resuelve el hambre en el mundo. La sociedad de la información, antes que nada, activa el capitalismo financiero, las brechas comunicacionales y culturales. Profundiza las diferencias, el 20 % de la población tiene más del 80 % de la riqueza.

-Pero también hay alternativas en Internet.

-Desde ya, pero hay que saber buscarlas. Y no es sencillo encontrar información crítica en internet, no aparece de primera, hay que estar entrenado. Internet tiene otras prioridades, empezando por la pornografía.

-Se ve un importante crecimiento de internet en sectores cada vez más bajos de la escala social, a través de los ciber y las computadoras. ¿Cómo observa ese fenómeno?

-Hay que estudiarlo. Por lo pronto en Latinoamérica, si un chico hace una composición sobre Bolivia porque bajó información de la enciclopedia Encarta, información tradicional, acrítica, y se la presenta prolijamente a la maestra, y la maestra le pone un 10, estamos en problemas. Sin estigmatizar a los medios, el problema de la documentación correcta y veraz es crítico en la educación, en el periodismo y diría, en todos los campos de la investigación.
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"Hay un problema de ignoración y tergiversación en los medios".

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