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 miércoles, 14 de septiembre de 2005  
Infierno en la 25ª. Sentenciaron a un sobreviviente por la masacre de la comisaría 25 de Villa Gobernador Gálvez
Un preso quedó como único culpable del incendio que mató a 13 internos

María Laura Cicerchia / La Capital

A casi cinco años del incendio de la comisaría 25ª en el que murieron calcinadas 13 personas, la responsabilidad penal por la tragedia fue descargada sobre un preso que sobrevivió a las llamas. El detenido José Luis García fue condenado a 12 años de cárcel por uno de los desastres carcelarios más grandes de la provincia, sólo superado en cantidad de víctimas por la masacre de la cárcel de Coronda del pasado mes de abril, cuando fallecieron 14 presos rosarinos. García llegó a juicio acusado de ser uno de los presos que la tarde del 15 de noviembre de 2000 encendieron colchones para evitar represalias tras detectarse un intento de fuga. El joven se encuentra cumpliendo condena por otro caso, de modo que en total deberá pasar 20 años tras las rejas si el fallo queda firme.

La sentencia del juez Luis Giraudo nada dice de los interrogantes que se ventilaron durante la instrucción de la causa: la presunta demora en llamar a los bomberos por parte de la policía, la orden de hacer salir a los presos a través de lo que era el principal foco del incendio (sobrevivieron quienes se quedaron envueltos en frazadas) y la represión injustificada a los presos con palazos y disparos de Itaka en el momento en que los colchones ardían. Sin embargo sí se aplica a destacar la actuación policial. Dice que la guardia "accionó dos extinguidores con gran esfuerzo" y que hubo una rápida atención médica a los quemados.

La condena aún no es definitiva porque fue apelada por los defensores de García. Ellos sostienen que hubo un plan para culparlo del siniestro con pruebas armadas por la policía. Los abogados -que pidieron no ser nombrados- dicen que se convirtió en el chivo expiatorio del desastre, por el cual no se juzgaron las responsabilidades del Estado. La fiscal María Eugenia Iribarren, por su parte, había pedido una pena de 20 años para el joven.

El juez consideró creíbles las evidencias y le impuso 12 años de cárcel por varios delitos: resistencia a la autoridad, tentativa de evasión, lesiones leves e incendio intencional seguido de muerte. Cuando se desató el fuego, García estaba preso por robarle una bicicleta a una mujer que, al ser abordada, cayó al pavimento y sufrió un golpe mortal en la cabeza. Por ese caso fue condenado en el año 2000 a 11 años de cárcel, como autor de un robo seguido de muerte. La pena que ahora le impuso Giraudo por el incendio se unificó con la anterior en dos décadas de prisión.


Plan de fuga y desastre
Según el fallo, el hecho se desató en el penal mayor de la comisaría de Pueblo Nuevo la tarde del 15 de noviembre de 2000 alrededor de las 16.30. Un grupo de cuatro o cinco presos salió del patio del penal común a través de un hueco realizado en la puerta y se dirigió al penal de buena conducta, donde se encontraban un detenido de 72 años, Desiderio González, y un hombre que había sido liberado el día anterior, Miguel Angel Mendoza, quien regresó a buscar algunas pertenencias.

Los internos en plan de fuga ataron a González e hirieron a Mendoza en una pierna con una chuza. Al comprender que no tenían posibilidades de fuga volvieron sobre sus pasos y se encerraron en las celdas, donde apilaron colchones frente a la puerta y les prendieron fuego. La rápida combustión de los colchones, el humo tóxico y el encierro convirtieron al penal en una trampa mortal. Cuando llegaron los bomberos, la mitad de la población había recibido quemaduras letales. Trece presos sobrevivieron. Los otros trece fallecieron a causa del fuego.

La jueza de Instrucción Susana Pigliacampo imputó del desastre a los presos sobrevivientes. A los policías les tomó declaraciones informativas, lo que si bien no los convertía en acusados los eximía del juramento de decir verdad. La jueza terminó procesando sólo a García y desvinculó al resto de los detenidos. Evaluó que no hubo conductas reprochables por parte de los efectivos y los benefició con un sobreseimiento.

De este modo, al juzgado de Sentencia Nº 3 García llegó como el único responsable de una tragedia con indudables connotaciones políticas. El suceso expuso como nunca la crítica situación carcelaria y reveló las frágiles condiciones en que residen las personas privadas de la libertad. Muchos de los internos de la 25ª no tenían condena firme. Uno de los jóvenes muertos había sido declarado inocente, pero aún no le habían concedido la libertad por una cuestión burocrática.

¿Cómo llegó la causa a ceñirse en torno a José Luis García? El juez Giraudo tuvo en cuenta tres elementos para considerarlo autor del incendio. Primero, la declaración del cabo de cuarto Rubén Martínez, quien dijo haber visto "al detenido García que empieza a apilar colchones en la puerta del penal". En segundo lugar, la declaración del ex preso Mendoza, quien también sindicó a García como uno de los internos que lo lesionó. A criterio de Giraudo, "si él no hubiese sido no lo habrían señalado".

Esas dos declaraciones habían sido cuestionadas por los representantes legales de García. La del policía, porque no habló bajo juramento. La de Mendoza, porque parecía inducida. Es que al declarar ante la policía Mendoza identificó a García como uno de sus agresores, pero en el juzgado dijo que no conocía a ninguno de los presos comunes. Además reconoció al imputado mediante la exhibición de una foto en la seccional: "En la policía me mostraron una carpeta con una sola foto y era la persona que me atacó".

El tercer elemento del que se valió Giraudo para dictar la condena fue un tramo de la declaración del propio García en la que habló en primera persona: "Nosotros no pensamos que iba a ser para tanto". El joven fue el único sobreviviente que admitió la existencia de un intento de fuga. "No se pudo fugar ninguno. Tenían miedo que les peguen y entonces empezaron a prender colchones adentro del penal. Comenzaron a asfixiarse, querían salir. La policía había cerrado la puerta del penal y no apagaba el fuego. Algunos pasaron por el fuego, quemándose", narró entonces el joven que acaba de ser condenado.
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Así quedó el calabozo incendiado el 15 de noviembre de 2000, en Pueblo Nuevo.

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