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| domingo,
11 de
septiembre de
2005 |
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Charlas en el Café del Bajo
-Hemos hablado en estos días del Priorato de Sión, de logias masónicas, de sociedades secretas, de los templarios y de que algunos estudiosos sostienen que Jesús tuvo descendencia. Hemos hablado también de las posturas ideológicas de algunos apóstoles de Jesús, como Santiago y Pablo.
-Y hoy es el epílogo de un tema polémico. Desde luego que muchos ya nos habrán calificado, mi querido Candi, de disparatadamente locos.
-Es posible. Mi conclusión respecto de todo esto es la siguiente: si hemos de atenernos al rigor histórico, se puede asegurar la existencia de los siguientes participantes en la gran escena tratada en estos días: de Jesús en virtud de unas breves palabras del historiador judío Flavio Josefo, su contemporáneo; de la Orden del Temple (monjes guerreros católicos) por el copioso testimonio histórico; del Priorato y de las sociedades secretas, como la masonería, rosacruces, etcétera, por la obvia presencia pasada y presente. Nadie, sin embargo, puede asegurar que Jesús haya tenido descendencia y todo entra en el plano especulativo que, en no pocas oportunidades, han sido ideas echadas a rodar por insensatos y chantajistas. Pero ante esta verdad también cabe decir que tampoco los Evangelios pueden ser considerados prueba histórica irefutable, pues no se conservan los originales de los evangelistas quienes, por otra parte, no fueron testigos de los hechos narrados. Los papirólogos, filólogos y estudiosos no han encontrado, tampoco, en los rollos del mar Muerto el más mínimo resto de un pasaje del Nuevo Testamento. No ha podido probarse la teoría de José Callaghan, famoso estudioso de estos papiros, quien asegurara que un pequeñísimo fragmento encontrado en la cueva número siete de Qumran (el famoso 7Q5) perteneciera a un pasaje del escrito de Marcos. ¿Pero por ello ha de dudarse de la veracidad evangélica? No: primero por una cuestión relevante de fe y segundo por indicios de lo que se dice es cierto. Por ejemplo: la arqueología ha podido demostrar que muchos lugares y objetos narrados en algunos Evangelios existieron tal, donde y como fueron descriptos; la tradición y la costumbre de la transmisión oral judía, así como la coincidencia de todos los apóstoles y primeros discípulos de Jesús (judaizantes y no judaizantes) en cuestiones trascendentes son una prueba. Y el vínculo ideológico entre el llamado Nuevo Testamento, la Torá y el Tanaj judío son irrefutables, además de muchos escritos de los primeros tiempos incluyendo a los "apócrifos".
-¿Qué es lo trascendente, pues?
-Lo trascendente no es la "sangre real" sino el mensaje de la sangre real. ¿De qué sirve que se crea en Jesús como Mesías sino se aplican sus principios? ¿De qué sirve ser masón si en verdad no se es herramienta del Gran Arquitecto y el compás un mero emblema? ¿De qué sirve creer o estar de acuerdo con el principio del Priorato en cuanto a que la descendencia de Jesús es actual sangre real europea si en realidad se burla el propósito de la Gran Monarquía? ¿De qué sirve al judío respetar el shabat y la circuncisión si se olvida de la ley fundamental de Moisés? No le sirve al católico la misa del domingo, ni al evangélico la asamblea si no se practica el gran principio. Y este gran principio es, primeramente, bregar y trabajar por un orden más justo aquí en la tierra, un orden social que haga la vida de cada ser digna y sosegada. Para eso, desde luego, debe haber cambios en cada persona comenzando por los líderes. Deben establecerse reglas básicas de convivencia basadas en la fraternidad sustentada en la Torá de los judíos, como en el Nuevo Testamento de los cristianos, como en los reglamento de las sociedades secretas. Si hemos de terminar con unas palabras para esta serie de charlas elegimos unas de aquel Papa bueno que comenzó un cambio en la Iglesia Católica. De sus famosas diez enseñanzas para seguir cada día dos son más importantes: "Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad", dijo. Y la última, con la que nos despedimos hasta otra oportunidad en que tratemos el tema, estas muy sabias que definen claramente el destino del hombre y el deseo inquebrantable de Dios: "Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino en este también". Hasta mañana, si Dios quiere.
Candi II
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