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domingo,
21 de
agosto de
2005 |
Revival. El programa de preservación aún está en estudio y recién en junio se paralizó la demolición de casonas históricas
Pichincha intenta renacer en medio de la inversión privada y la demora oficial
Empresarios desembolsarán un millón y medio de dólares para convertir el barrio en una especie de Palermo Viejo
Laura Vilche - Diego Veiga / La Capital
En las primeras décadas del siglo pasado se caracterizó por cobijar entre sus calles a prostíbulos, fondas, cafetines, timbas y varietés. Así, en poco tiempo, Pichincha cobró fama internacional y se transformó en el barrio de Rosario más buscado por quienes deseaban dejarse seducir por los encantos de bellas mujeres. El mote de "La Chicago argentina" llegó casi de imprevisto y marcó la ciudad a fuego. Ahora, y mientras un grupo empresario busca rescatar esa mística, el municipio intenta plasmar un proyecto de preservación de la zona. Claro que ya corre con desventajas: un edificio de nueve pisos se erige en el corazón del barrio porque recién en junio entró en vigencia un decreto que suspendió la demolición de casonas históricas en ese sector.
La idea de los empresarios, algunos de ellos locales, otros porteños y hasta internacionales, es "convertir en una especie de Palermo Viejo (el tradicional barrio de Buenos Aires)" a la zona delimitada por Ovidio Lagos, Salta, avenida Francia y Güemes.
"Sería más redituable para nosotros levantar edificios, pero nos gusta Pichincha, su historia, su arquitectura y la pequeña movida que hay. Por eso vamos por más, con el firme propósito de conservar y recuperar los viejos inmuebles", asegura Didier Levy, un empresario francés de indumentaria que vive en Ibiza (España) pero se confiesa "enamorado de Rosario, su gente y su cultura".
Levy y cinco rosarinos compraron tres importantes inmuebles del barrio. En total suman unos cinco mil metros cuadrados por los que invertieron más de un millón y medio de dólares y donde piensan levantar, para mediados de 2006, un restaurante con varieté, un hotel de 50 habitaciones y un complejo de urbanización. Los diseños correrán por su cuenta, y la explotación por parte de otros empresarios que ya se están disputando los edificios, entre ellos, varios interesados de Buenos Aires.
Mientras tanto, la secretaria de Planeamiento municipal, Mirta Levin, aseguró que su repartición está trabajando "a cuatro manos" para terminar de delinear un plan que tendrá por objetivo preservar el área urbana de Pichincha, pero que también abarcará calles con valor patrimonial: Oroño, Vera Mújica, Tucumán y Wheelwright.
"Tenemos un batallón de gente relevando el área, ya hay listos 600 planos; queremos mandar en pocos días este plan al Concejo. Tendrá nuevos criterios normativos para intervenir arquitectónicamente en el área, será novedoso", adelantó escuetamente la funcionaria.
Lo cierto es que mientras los técnicos estudian cómo preservar la zona del avance del boom inmobiliario, en pleno corazón de Pichincha (Jujuy y Riccheri) ya se levantó un edificio de nueve pisos que rompe con las líneas arquitectónicas del barrio.
En tal sentido, Levin aclaró que la autorización para esa edificación fue anterior a la entrada en vigencia del decreto municipal 25.662, que suspendió los permisos de demolición de viviendas significativas en el área de Pichincha.
En rigor, la norma puso freno a la picota recién en junio, cuando además de ese edificio, el auge del negocio inmobiliario ya había barrido a otras casonas en las que alguna vez se hospedó el espíritu prostibulario.
Lifting al Teatro Casino
Los negocios del grupo inversor están avanzados, pero "por cábala", los empresarios se guardan algunos ases en la manga. La Capital pudo confirmar que el restaurante, más algunas oficinas con diseño de loft, se levantarán en la esquina de Salta y Riccheri, allí donde alguna vez funcionó el Teatro Casino.
Según describe Rafael Ielpi en el tomo III de su "Rosario. Historias de aquí a la vuelta", el Casino era un espacio que ofrecía un espectáculo procaz entre burlesque y de varieté. Un lugar que compartía su público con el cine Mitre, que se ubicaba en frente. En 1920 se llamó fugazmente Pigall, a tono con la fiebre de nombres franceses que imperaron en el vecindario. Fue pista de baile en los carnavales, frecuentado por tangueros y una concurrencia "poco recomendable", según remarca el texto.
Hace diez días, los albañiles comenzaron a trabajar en el edificio, donde aún quedan vestigios del último rubro comercial que se instaló allí: un taller mecánico. Tanto se modificó la estructura del viejo teatro, que debajo del escenario quedan las fosas donde se reparaban los autos; se mantiene en pie sólo la mitad de la estructura de la platea alta, con su baranda de hierro original y se tapiaron varios ventanales de hierro con vidrios de colores. "Todo se reparará y reciclará tratando de recuperar el estilo de otra época", anunciaron los empresarios.
Cerca de allí, en un edificio fabril de 1700 metros cuadrados, levantarán un hotel de corte informal con restaurante y tiendas de ropa, que ofrecerá actividades culturales y de esparcimiento para quienes lleguen a conocer la ciudad y también la isla. "Tenemos pensado poner bicicletas para organizar paseos y también excursiones por el río", adelantaron.
En tanto, en dos galpones de Rodríguez al 100, que aún conservan unas rosetas con rejas de hierro de más de cien años, construirán casas que serán parte de un exclusivo proyecto de urbanización.
Y los vecinos del barrio tampoco quieren quedarse afuera de la movida por Pichincha. La idea es que en toda la zona se impulsen actividades culturales y turísticas.
El grupo empresario ya tiene agendado diseñar merchandising del barrio, poner en marcha un tranvía que lo conecte con el centro y preparar un mapa que detalle todos los lugares importantes del vecindario, que se repartirá en hoteles, el aeropuerto, la terminal de ómnibus y localidades vecinas.
"Todo estará incluido en ese mapa, que actualizaremos cada seis meses, porque estamos convencidos de que este lugar, que ya tiene sus mercados, espacios de arte y anticuarios, no dejará de crecer", dijeron.
Acostumbrados a vivir y trabajar en una zona que atrae a los curiosos por la historia de la ciudad, los vecinos de Pichincha abren sus puertas para contar y mostrar el pasado del barrio. Así lo hicieron con este diario.
En la tanguería de Riccheri 120, su dueño mostró el techo original, corredizo, de hierro y vidriado. También unos cuantos mosaicos decorados sobre una pared y una copia de la autorización municipal de 1914 que habilitaba el lugar como "casa de tolerancia" (prostíbulo).
A la vuelta, por Jujuy, un edificio moderno de 9 pisos interrumpe la baja línea arquitectónica de época, pero inmediatamente se llega a un inmueble impecable donde se instala un geriátrico. Allí supo funcionar otro prostíbulo: el Internacional, aún se conservan sus exquisitos vitraux. Y a dos casas más, una fábrica de talco, donde sólo queda un techo vidriado y otro de yeso con rosetas como rastro de lo que fue el lugar de madamas y pupilas llamado Moulin Rouge.
Por Riccheri hacia el norte, dos perlitas. Un taller de arte llamado Petit Trianon: una casa con un frente art noveau y en cuya entrada se repiten los mosaicos que se ven en la tanguería. La artista que habita el inmueble explica que allí supo haber un prostíbulo y una gran pintura con una mujer desnuda en una bicicleta. Y a pocos metros, un galpón que funciona como cochera. En el siglo pasado funcionó como el burdel llamado Chanteclair; aún se ven mosaicos afrancesados en la entrada y los excusados de dos bañitos en el fondo.
Una cuadra más adelante, Riccheri 68 bis, puede verse el edificio mejor conservado y más pintoresco del barrio. El lugar que mantiene el rubro desde las primeras décadas del siglo pasado y que regenteó Madame Safo, funciona hoy como motel y se llama Hotel Ideal (ver aparte).
Las prostitutas más codiciadas de la zona trabajaban allí con batas, medias de seda negra con ligas que servían de monedero y zapatos de tacón alto.
El Madame Safo supo ganar fama internacional y quedó grabado en la historia rosarina como un ícono prostibulario que dio trascendencia al mote de "La Chicago argentina", con el que por esos días se bautizó a Rosario.
Ahora, a más de 85 años, un grupo empresario y técnicos del municipio intentarán reflotar parte de la mística que caracterizó al barrio. La idea es una tarea contrarreloj. Las demoras en lanzar el decreto que paralizara las demoliciones en la zona y en plasmar un plan de preservación ya causaron efectos. Edificios modernos se mezclan con casonas y Rosario pierde parte de uno de sus barrios más emblemáticos. Sólo el tiempo dirá si la mística puede recuperarse.
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Fotos
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En Jujuy y Riccheri un edificio rompió la armonía arquitectónica del lugar.
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